La llave de dos mundos: El renacer

El renacer

La llave de dos mundos:

El renacer

A Jesucristo que es mi luz y mi guía

Índice

Primera Parte

Relato 1 ……………………………………… Voces que separan

Relato 2 …………………………………….. La máscara de Ermesh

Relato 3 …………………………………….. La amenaza

Relato 4 …………………………………….. El desequilibrio cósmico

Relato 5 ……………………………………. La llamada del guardián

Relato 6 ……………………………………. Portadores involuntarios

Relato 7 ……………………………………. Los elegidos

Relato 8 ……………………………………. El guardián forma su ejército

Relato 9 ……………………………………. ?Y Dora?

Relato 10 ………………………………….. La caída

Segunda Parte

Relato 11 ………………………………….. ?Todo está perdido?

Relato 12 ………………………………….. El contraataque

Relato 13 ………………………………….. Contraataque fallido

Relato 14 ………………………………….. Everlinda sorprende a todos

Relato 15 ………………………………….. La salida

Relato 16 ………………………………….. El nodo

Relato 17 ………………………………….. Ganando terrena

Relato 18 ………………………………….. Celda abierta

Relato 19 ………………………………….. Contra reloj

Relato 20 ………………………………….. Punto de quiebre

Tercera parte

Relato 21 ………………………………….. Una breve victoria

Relato 22 ………………………………….. El terrible Ojo de Tharyum

Relato 23 ………………………………….. Vuelven los Vigilantes

Relato 24 ………………………………….. El amor que mueve al universo

Relato 1: Voces que separan

Diana tenía ya varios meses como representante de la Tierra ante el Consejo de los Aliados. Se había ganado el respeto de todos los miembros, y en especial de su presidenta, Marina Khon, una nativa del planeta Atalayo, ubicado en la lejana galaxia de Velkaris Prime. A pesar de su juventud y de haber nacido en la Tierra —considerado por todos como uno de los planetas menos evolucionados espiritualmente—, su intuición, disciplina y capacidad de empatía la habían convertido en una embajadora excepcional. Su labor consistía en mediar entre mundos en conflicto, recoger señales de desequilibrio interestelar y entregar informes periódicos al Consejo. Su foco principal era el planeta Tierra, el cual podía observar en toda su amplitud espacial desde la ventana de su oficina.

Ahora vivía fuera del planeta que la vio nacer. Había dejado atrás su antigua vida, su historia, su familia. Lo único que le quedaba de allá eran los recuerdos… y David.

Él también formaba parte del cuerpo interestelar, pero su rol era distinto: era un guía, uno de los más antiguos y respetados. De mirada intensa y voz serena, David poseía el don de ver lo que otros no alcanzaban a comprender. Su conexión con Diana iba más allá de lo lógico. Se entendían sin palabras. Se sentían incluso a kilómetros de distancia.

Gracias a su buen desempeño, Diana podía verlo más a menudo. Buscaban pretextos: informes que debían cruzar, evaluaciones conjuntas… pero en realidad, cualquier excusa servía para robarle unos minutos al deber.

Ese día, se reunieron en la Sala de Cristal del Centro de Conferencias de Numia, una cúpula suspendida en un campo de energía pura, donde el tiempo parecía flotar. Habían quedado en encontrarse allí a una hora precisa. David la esperaba, ya sabiendo que llegaría puntual.

—Tu luz es más fuerte cada vez —le dijo, tomándola suavemente de las manos.

Diana sonrió. Pero algo en su mirada no estaba del todo en paz.

Antes de que pudieran sentarse, la atmósfera vibró. Una figura se materializó frente a ellos con la autoridad de quien no necesita presentarse: Marina Khon. Era un ser hermoso, alta e imponente. Su túnica plateada brillaba con una luz propia, y su rostro mostraba la gravedad de un deber milenario.

—Lamento interrumpir esta reunión no autorizada —dijo sin rodeos—, pero es oportuna para comunicarles que hemos observado que ustedes mantienen una relación.

David y Diana se miraron. El silencio se hizo denso.

—Debo recordarles que las relaciones entre seres de diferentes planetas están prohibidas —continuó Marina—. Ustedes lo saben. Las conexiones emocionales de este tipo alteran el equilibrio vibratorio entre mundos. Ya hemos visto antes las consecuencias. Esto… debe terminar. Es una decisión del Consejo.

Dicho eso, Marina desapareció de la misma manera como había llegado: un remolino de energía, un destello de luz, una estela… y luego nada.

David bajó la cabeza. Diana apretó los labios. El silencio que quedó fue aún más violento que las palabras de Marina. No había opción.

—Sabíamos que podía pasar —dijo él, con un hilo de voz.

—Yo no sabía que podía pasar esto. No puedo entender cómo el amor puede ser un peligro, un riesgo, una forma de poner a otros en problemas —respondió ella, sintiendo cómo la garganta le ardía.

David la miró. Sus ojos eran un océano contenido.

—No quería esto para ti, Diana. No quería ser un obstáculo en tu camino. Pero te amo. Y no lo voy a negar.

Diana sostuvo su mirada, con el corazón en un puño y el alma pendiendo de un hilo.Buscó en lo más profundo de su ser las fuerzas para continuar.

—Yo también te amo. Desde el primer encuentro. Desde antes, quizás. Pero… también soy una embajadora. Tengo una misión. No quiero poner en peligro nada de lo que debo hacer.




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