Parte 1
Tiempo:
3:50 pm, 1 de marzo de 2002.
Lugar:
Prisión, pueblo de Engiter, Condado de Alzeka, Continente Ranmer.
—¿Qué quiere decir esto? —preguntó Zoey aún más confusa—. ¿Quién les dió esto? —Zoey volvió a repasar la letra con su mirada. No parece ser la misma que escribió en casa hace algunos meses, pensó.
—No tenemos idea niña —contestó Rojo.
—Pero... ¿Cómo espíritus no tienen idea? —maldijo la chica. No estaba acostumbrada a ir maldiciendo por ahí, se tenía que enojar mucho para insultar de esa forma.
—Cálmate niña —contestó Rojo—, no lo hago a proposito. Realmente ninguno recuerda que pasó en los últimos diez minutos. Es algo muy extraño, de verdad intento recordar que pasó, pero es como si de un segundo al otro nos hubiésemos dormido en el lugar, como si fuera un parpadeo conjunto. Parpadeé y ya tenía la pequeña hoja en mis manos, la leímos y comenzamos a preguntarnos si alguno conocía a esa tal Zoey. Nadie tenía a ningún familiar allegado de nombre Zoey Viquery —Ardoz ladraba con violencia. Ladeó su cabeza (estaba mirando hacia una de las celdas del costado) y se bajó de allí, caminando hacia la celda.
—¿Y eso hace cuanto fue? —preguntó Zoey.
—Hace unos diez minutos tal vez —contestó Rojo.
—Capaz que menos —interrumpió otro de los que estaban en la celda, tenía su brazo escondido debajo de su ropa.
Una de las celdas se abrió de repente y todos se giraron, Ardoz saltó hacia los brazos de uno de los convictos y este lo agarró. Apenas Zoey tuvo tiempo de darse cuenta de quién era, estaba cubierto por una capa y capucha negra, era el asesino de su madre y ahora tenía a Ardoz.
—¡Suéltalo! —gritó Zoey, de alguna forma se las arreglaba para que el perro tapase su rostro. Propició una patada y Zoey cayó al suelo apenas pudiendo respirar. El asesino de capa negra soltó a Ardoz y antes de que los otros convictos los atacaran, este ya se había movido velozmente hasta la salida del pasillo. Tres convictos ayudaron a Zoey a ponerse de pie, la chica se agarraba su pecho con una dificultad increíble para respirar, se estaba esforzando demasiado—. No... No... lo dejen ir.... —expresó Zoey.
—¡No! —pidió Rojo—, cuiden de la niña, puede volver —los convictos acataron la orden de Rojo y se quedaron allí con Zoey, la chica casi no tenía fuerzas para protestar. Aguardaron unos veinte minutos hasta que Zoey se recuperó por completo—, ahora quiero que ustedes tres vuelvan a su celda.
—Pero... señor Rojo —dijo uno de ellos, el inmenso hombre solamente tuvo que lanzar otra mirada para se callase. Los tres regresaron a su celda y la cerraron.
—Pero... ¿Qué espíritus están haciendo? —susurró Zoey mirando a Rojo. ¿No se supone que son prisioneros y pueden escapar? o ¿Aquí pasó algo más y me lo perdí? Pensó Zoey. Rojo sonrió.
—Veo que estás un poco confundida Zoey Viquery —expresó Rojo.
—Totalmente confundida señor Rojo —dijo la chica de ojos verdes oscuros.
—Por alguna razón me haces acordar alguien —dijo Rojo—, dime Zoey... ¿Cómo llegaste aquí?
—Fue por mi perro Ardoz —los dos miraron al canino blanco que estaba rascando su oreja—, olfateó algo que lo hizo enojar y ahora sé que fue... El asesino de la capa negra.
—¿Era aquel tipo? —preguntó Rojo.
—Sí, ¿Estaba aquí con ustedes?
—A decir verdad... Es la primera vez que lo vemos —contestó Rojo pensativamente.
—¿Por qué no lo atacaste Ardoz? —preguntó Zoey, el perro evidetemente no contestó y continuó moviendo su cola de felicidad como si nada estuviera pasando.
—¿Qué fue lo que te hizo? —preguntó Rojo—, si es que quieres contarlo.
—Esa persona, me quitó a alguien especial —dijo con sus ojos brillosos y su vista nublada por las lágrimas. Rojo bufó.
—Creo que te comprendo —expresó Rojo—, yo también perdí a alguien, en manos una horrible persona. Quiero que hagamos un trato Zoey Viquery.
—¿Sí? —preguntó la niña.
—Sí tú quieres puedes liberarnos. Si nos liberas serviremos a ti Zoey Viquery. Te prometo que yo mismo pondré mano dura si alguno de los cuarenta prisioneros intenta revelarse —Rojo susurró—, pero eso es imposible. Son todos muy buenos.
—En un principio iba a la oficina de los serotianos con la intención de liberar a los prisioneros —dijo Zoey—, el hecho de que hayan hecho cosas malas, por peores o menores que sean. No es motivo para dejarlos morir de hambre, gracias al destino que me trajo hasta aquí.
—Zoey Viquery —expresó Rojo arrodillándose (aun así, seguía siendo más alto o al menos del mismo tamaño que la niña) todos los otros cuarenta prisioneros lo imitaron al mismo tiempo, Zoey empezó a ver como en todas las celdas se arrodillaban con su cabeza mirando al suelo—, te juro que te protegeré con mi vida y hasta el día en que muera seré un sirviente tuyo, gracias Narelam por darme otra oportunidad.
—Gracias Narelam por darme otra oportunidad —vociferaron los otros cuarenta prisioneros al mismo tiempo. Zoey buscó un pequeño armario que se hallaba a un costado del pasillo al lado de la puerta de entrada, allí estaban todas las llaves necesarias para abrir cada una de las celdas, con sus respectivos números. Poco a poco los prisioneros comenzaron a ser liberados, algunos tenían un aspecto terrible. Otros se mantenían en buena forma como Rojo. En el interior de la caja de madera solamente había tres máscaras de gas. Zoey le explicó la situación que había afuera.