La llave de la verdad | Crónicaz Multiversales 1

Capítulo 9 - Aliados y viejos conocidos

Parte 1 

Tiempo: 

9:35 am, 26 de marzo de 2002. 

Lugar: 

Escuela Futtso, pueblo de Medio Caracol, Condado de Alzeka, Continente Ranmer. 

 

—Es el día sesenta y ocho o setenta de mi estancia aquí, desde que ocurrió el atentado de la neblina. Todavía estoy intentando descifrar si es algo de verdad y ¿A dónde se lleva a la gente? Todos mis compañeros de clase han desparecido. Mis maestros al único que no se han llevado al pequeño señor Botas. Efraín Kranguel, por Narelam contesta —expresaba un joven de unos veinte años. Tenía ojos azules claros y cabello negro, su nombre era Atlatt se encontraba hablando con una pequeña grabadora, estaba sentado sobre una silla lo más cómodo que le permitía su cuerpo (estaba con su espalda sobre la silla y sus pies sobre un escritorio) en el escritorio se hallaba el señor Botas, era un pequeño hámster que tenían de mascotas en una de las aulas más infantiles. A las pocas horas del incidente ya se había establecido en el sótano de la escuela, salía muy poco del sótano, solamente para buscar comida y agua. Afortunadamente nadie había ido a molestarlo, ningún saqueador, o serotiano. A veces se preguntaba donde estaban los serotianos en aquella ocasión se suponía que el pueblo de Medio Caracol era el más cercano al Condado y debían de tener a las fuerzas de los serotianos allí ese mismo día para calamar los problemas. Algo había sucedido. Tal vez a los serotianos también los había alcanzado la neblina. Los primeros días se había encargado de buscar agua en todos los lugares posibles de la escuela, por más poco que hubiera en la cantimplora del niño o en la botella del adolescente, Atlatt la tomaba. Todo era necesario en aquella situación. Parte del sótano eran las calderas de la escuela así que no pasaba mucho frío por las noches. El primer mes se había mantenido positivo de encontrar a algún serotiano que lo rescataría, el día treinta y uno se comenzó a cuestionar si de verdad viniese alguien y el día treinta y dos perdió toda esperanza.  

El día treinta y tres se puso manos a la obra, había llegado a la conclusión de que, si quería salir de allí tendría que hacerlo por sus propios métodos, pero ¿Qué haría solo allí afuera en medio de una neblina desconocida? ¿Qué cosas habrían cambiado allí afuera con el pasar de los días, aunque solamente hubieran sido treinta días? Si el señor Botas estaba a salvo eso quería decir que a los animales no les afectaba la neblina azul. Eso se expresaba a modo de que cualquier animal asecharía en el pueblo. Con su suerte seguramente no pasaba de los diez metros antes de que una jauría de perros hambrientos lo agarrase. Toda clase de escenarios totalmente imposibles pasaban por su mente, pero tenía que estar preparado para todo si en algún momento quería salir... además de eso ya comenzaba a quedarse sin agua, había logrado racionar bien las cosas, pero eso se acabaría pronto. Cada día tomaba solamente un litro de agua o una botella, un pedazo de pan o un solo paquete de galleta. Comida tenía para rato, si es que eso se le podía llamar comida. Pero el agua comenzaría a escasear en cualquier momento. Si quiero salir voy a tener que hacer un poco de ejercicio, pensó mirando sus pequeños brazos. Probablemente solo duraría un par de cuadras corriendo con mucha suerte y necesitaría correr más de dos cuadras si quería encontrar más agua y víveres necesarios para su supervivencia y la del señor Botas.  

Lo aterraba de una forma inimaginable el hecho de salir de su lugar de confort, era muy extraño que ahora la escuela fuera su lugar de confort. Desde el día treinta y cuatro por fin comenzó con su arduo entrenamiento había recogido algunas de las pasas del gimnasio y se podía a entrenar, ya fuera corriendo en el mismo lugar (aunque el salón era grande, no era opción correr alrededor de la caldera terminaría desmayado por el calor) otra veces solo se ponía jugar al futbol contra él mismo, a cada rato se preguntaba si realmente se había vuelto loco de soledad, al menos podía hablar con el señor Botas aunque no le contestara el hacía de cuenta que sí. Iba anotando tantos para un equipo como para el otro tenía dos remeras y se las cambiaba dependiendo de que "equipo" tocara la pelota. En el día treinta y siete se decidió salir por fin de su escuela, había encontrado una vieja radio la conecto, pero no se podía oír nada. solamente un sonido molesto como si estuviera buscando una señal. Por alguna razón no hallaba ninguna. El manual de aquella inmensa radio se había mojado justo en la parte de su idioma. Solamente si lograba reconocer los siete idiomas antiguos con más de trescientos años de antigüedad podría repararla, Atlott se golpeó la cabeza contra el escritorio cuando se dio cuenta que debería haber prestado un poco más de atención a las clases de historia de su profesora. Logró pasa por la puerta de entrada de la escuela solamente llevaba un bolso y una mochila totalmente vacía.  

No tenía por qué llevar agua solamente vería a los alrededores de la escuela no se alejaría más de dos cuadras pero cuando salió se dio cuenta de que la neblina azul no se había disipado en todos esos días, algo que si podía hacer bien era ubicarse en el interior de la escuela sin problema alguno después de todo no eran tan grande pero allí afuera era otro tema, ya no recordaba cómo eran las calles o que casas había tampoco podía descifrar si en los próximos pasos se encontraría con un auto o una camioneta o peor aún con espinas que podrían dejar su pierna con huecos, ahora mismo me haría falta un pequeño curso de primeros auxilios, pensó cuando aquella voraz imaginación le hizo presente aquellos rarísimos escenarios totalmente imposibles.  

Caminaba con total precaución mucha más que dentro de la escuela, alumbraba con una linterna, no sabía hasta qué punto era bueno. Tal vez sería un llamado para los feroces animales diciendo "Miren aquí hay carne fresca pueden comer" pero se le hacía un poco más llevadero aquella neblina, llegó hasta una casa y tras romper uno de los vidrios, lo intentó suavemente pero aun así el estruendo resonó fuertemente. Halló un par de botellas y las cargo también un poco de miel. Un par de libros sobre supervivencia entró en la siguiente casa y allí encontró un rifle y un mapa del pueblo. Estaba con algunas mancha y marcas con los principales lugares. Eso le serviría de mucho. Tal vez no supiera disparar, pero al menos serviría para ahuyentar a personas no deseadas. Gracias al mapa llegó hasta una de las cuadras más concurridas del pueblo era una cuadra donde había innumerables tiendas, de todo tipo. Lo que a uno podía ocurrírsele, seguramente estaba allí. Caminó por aquella cuadra encontrando toda clase de alimentos, fideos, comida chatarra, carnes echadas a perder. No todo lo podía poner en la mochila y el bolso así que solamente levantaba lo esencial. Encontró una casa de empeño donde comenzó a buscar entre todos los objetos, había una habitación enormes pilas de cajas llenas de artefactos de los más extraños y comunes, encontró dos manuales de la máquina de radio. También otras dos más pequeñas que venían con unos cuantos manuales de armados y un pequeño libro, si algo estaba roto en la maquina más grande de la escuela seguramente podría repararla, salió de la tienda y tomó de la decisión de volver a la escuela pues el sol ya comenzaba a esconderse. Llegó antes de que el sol entregase sus últimos rayos de luz al joven Atlott. Comenzó a ordenar todo en diferentes secciones de acuerdo a lo que había encontrado, haciendo una lista de las cosas que había encontrado. A veces se preguntaba si podía seguir hablando, no había abierto la boca en cuatro días y empezaba a sonar raro que pudiera hablar.  




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