La llave de la verdad | Crónicaz Multiversales 1

Capítulo 12 - Cuestión de treinta segundos

Tiempo: 

12:01 pm, 10 de abril de 2002. 

Lugar: 

Calle The Nightgale, Condado de Alzeka, Continente Ranmer. 

 

Zoey tocó la puerta de la casa que había buscado durante meses.  

Esperó y esperó, pero nadie la atendió los segundos continuaron pasando sin obtener respuesta alguna, Efraín se asomó por una de las ventanas, mientras que Aboran se asomó por la otra. Estaban tapadas con cortinas, Zoey insistió nuevamente, esta vez tocando un poco más fuerte. Lanss se sentó en medio de la calle empedrada. 

—Tal vez la dirección está mal —expresó Aboran intentando ver por el costado del vidrio por el orificio que se producía entre el marco de la ventana y la cortina. Zoey negó con su cabeza.  

—Estoy segura de que la dirección está bien —al decir eso el sonido de varias trabas comenzó a sonar del otro lado, rápidamente Efraín y Aboran se apartaron en un segundo volviendo a levantar a Lanss. La puerta se abrió y tras ella se encontraba un hombre, tenía cabello blanco como la nieve con rulos totalmente ondulados, una barba de algunos días y unas gafas cuadradas de color marrón tenía unos pantalones azules, zapatos negros al igual que sus asustados ojos que miraban para todos lados como los niños no estuvieran allí. Por fin bajó su mirada para posarla en las cuatro caras y los dos animales. Se acomodó sus lentes y dijo: 

—¿Qué están buscando niños? —la voz era grave, o al menos intentaba serlo—, ¿Están perdidos? ¿No lograron llegar a tiempo con su familia para ir a primer nivel del Condado de Alzeka? 

—Vengo a buscar algunas respuestas —dijo Zoey dando un paso al frente—, ¿El nombre de Regina Samprey le suena? 

—¿Regina? ¿Regina? —dijo pensativo el hombre—, ¡Oh claro que sí! ¡Soy amigo de ella hace bastante tiempo! —expresó entusiasmado—, ¿Y tú eres? 

—Soy Zoey Viquery, su hija —expresó la niña.  

—¿De verdad? —preguntó abriendo sus ojos bien grandes, lo cual los hacia parece aún más grandes por los cristales de los lentes—, ¡Mucho gusto Zoey Viquery! —expresó algo alarmado, estrechando su mano rápidamente—, por favor pasen. ¿Dónde están mis modales? Por Narelam. 

Los cuatro chicos pasaron al interior de la casa, entraron en una gran habitación, de un lado. Un mueble con un montón de libros apilados, junto con dos sillones y una mesa en medio. Todos los objetos de aquella casa estaban cubiertos por pilas y pilas de hojas, como la propia empresa encargada de dejar los diarios del Condado se hubieran dejado todos los ejemplares de todas las semanas de un año completo, allí en la casa del señor de bata blanca. Los chicos apenas podían pisar el suelo alfombrado, había cierto sendero para poder evadir aquellas torres de papeles, pero parecía que mientras menos se adentrasen en las habitaciones, menos caos causarían en aquella casa (más del evidente problema de desorden) el hombre se paseó de izquierda a derecha en la sala durante un par de segundos, casi parecía que iba corriendo de un extremo al otro fijándose reiteradas veces en su pequeño reloj de mano.  

—Así que tú eres hija de Regina —dijo el hombre—, ¿Y cómo está ella?  

Zoey bajó su mirada sin poder contestar. El hombre volvió a abrir sus ojos como platos, comprendiendo el pesar de la niña en su mirada perdida.  

—Lo siento mucho Zoey —dijo atragantándose con su propia saliva—, mi nombre es Deymon Jator —expresó el anciano apoyando una mano en el hombro de la niña—. Yo fui muy amigo de tu familia, inclusive me crie con tu abuela Megan, aunque claro yo era mucho más pequeño ella. Creo que debo tener una foto en todo el desorden —expresó el anciano mirando a todas las pilas de hojas que se encontraban allí. Miró hacia la habitación de atrás y parecía tener muchos más libros que ahí. Caminó con cierta rapidez, mientras sacaba una lapicera que tenía detrás de su oreja (extrañamente tenía dos detrás de cada una) el anciano comenzó a rayarse los brazos, pero no parecía algo aleatorio, realmente se estaba escribiendo los brazos mientras susurraba palabras sin mucho sentido para los chicos—, creo que voy a tener que anotarlo lo antes posible, ¿Se los digo o no se los digo? ¿Está niña será realmente la hija de Regina? ¿Y si es su hija...? ¿Por qué no tiene...? —el anciano ya se había perdido entre el pasillo y el agua ya estaba hirviendo escasos segundos después de que la había puesto, o ¿Tal vez había puesto la pava antes de que Zoey y lo demás llegasen? A los pocos segundos el hombre apareció nuevamente con una sola taza mirándola atentamente, sin fijar la mirada en los chicos. Deymon alzó la vista y susto hizo que tirase su taza—, por Narelam... ¿Quiénes son? ¿Y qué espíritus están haciendo en mi hogar? ¿Quién los dejó pasar? —el hombre sacó un bastón del costado de la pared y levantó como si fuera una espada apuntando a los cuatro chicos.  

—¿Qué le pasa señor Deymon? —preguntó Aboran levantando sus manos.  

—¿Quién les dijo mi nombre? —preguntó el anciano—, por Narelam, si son serotianos. No me lleven con el Emperador, yo no sé nada de nada —rogó Deymon arrodillándose a duras penas entre sus pilas de libros y hojas, mientras juntaba sus manos en una plegaria de salvación para aquella situación.  

—Por Narelam, creo que al viejo ya se le zafó un tornillo —exclamó Efraín levantando también sus manos.  

—Señor Deymon —dijo Zoey—, acabamos de entrar... Usted mismo nos ha abierto la puerta... 




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