Capítulo 12.1 - La rueda de la fortuna
Tiempo:
8:38 am, 26 de abril de 1913.
Lugar:
Pueblo de Raheljaw, Condado de Alzeka, Continente Ranmer.
Megan se desperezó levantándose de su cama, sus apenas visibles pecas dejaban en evidencia su sonrisa forzada. Hoy se cumple un año, pensó la niña levantando su triste mirada hacia un poster enormes que estaba pegado en la pared de su habitación. La niña soltó un suspiro y se acercó al poster, era el rostro en grande una adolescente, aunque la foto estaba dibujada dejaba en evidencia sus rizos rojos y su mirada seria, había un par de títulos por encima del rostro de la chica y un par por debajo. El más grande decía: "Los aviadores del mañana" y en un título más pequeño decía "Volaran sobre el Continente Delrich". En los dos más pequeños de abajo decían: "Una de las cuatro pilotos será la joven Rizos de Fuego, conocida como Melody Flanagan".
Buscó un pequeño cuaderno y lo abrió, pudo ver varios recortes de periódicos que ella misma había buscado durante muchos meses, eran de diferentes semanas que databan de hacía algunos años, todos ellos destacaban las grandes hazañas de la piloto Melody Flanagan. Todavía me falta uno, espero que el tío de Agardu tenga el último recorte de periódico, pensaba la niña ojeando las páginas de su libro. Miró hacia arriba y pudo ver la caja musical de color rosa claro, casi blanca. Con una perilla de color dorada a un costado e hizo girar la pequeña perilla hasta que pudo sentir un "crack" en la caja musical, en ese momento se empezó a abrir en tres, una solapa hacia la izquierda otra hacia la derecha y la última hacia atrás. En el interior apareció una figura de una diminuta bailarina de ballet de color dorada, el interior de la caja era roja y acolchada, la bailarina empezó a girar su propio eje y al mismo tiempo que sonaba una agradable y pegajosa melodía. La niña comenzó a tararear y empezó a escribir en su pequeño diario. Hoy se cumple un año desde que Melody, Adamun, Erla y Rumar se perdieron en el Continente. Nadie ha podido encontrar el avión, todo es un increíble misterio, pero yo quiero saber que ha pasado contigo Melody, y juro por Narelam que voy a hacer cualquier cosa que este a mi alcance para poder averiguarlo, pensaba Megan mientras escribía con rapidez al compás de la dulce melodía que sonaba gracias a la caja musical. El sonido se detuvo y alguien abrió la puerta de su cuarto, como si fuera una respuesta automática cerró rápidamente su diario.
—Megan —expresó su madre con una sonrisa, la mujer tenía un color de pelo casi blanco, ya le quedaban pocos de color negro. Tenía un ojo de cada color—. ¿Puedes ir ver al mercado del señor Samprey? Busca un par de carnes secas y algunos aderezos.
—Sal de mi cuarto, estoy escribiendo en mi diario —exigió Megan tapando lo más que podía el pequeño cuaderno.
—Está bien Megan —dijo su madre—, ¿Puedes hacer eso por mí?
—Ya voy a hacer muchas cosas por ti —expresó Megan con enfado. Su madre soltó un suspiro.
—¿Hasta cuando vas a estar enojada conmigo? —preguntó su madre.
—¡Hasta que sea grande y pueda volver a donde me mandas! —vociferó Megan.
—Por Narelam, Megan. Ya hemos tenido esta conversación un millón de veces —expresó su madre—. Yo ya soy muy grande para ir, así que mi sucesora tiene que ir en mi lugar. Algún día sabrás los sacrificios que he tenido que hacer para que te dejen ir con tan poca edad.
—¡No me hables! —contestó Megan—, iré al mercado del señor Samprey pero solamente porque quiero ver si me trajo mi recorte de periódico y por qué papá también va a comer. Ahora sal.
—Está bien. Lo siento mucho Megan —expresó su madre cerrando la puerta.
La puso sus brazos sobre el escritorio y puso su rostro en el interior del marco que formaban sus brazos. Comenzó a llorar soltando pocas pero dañinas lagrimas que recorrían sus pestañas y caían sobre el cuaderno, el calor de su asfixiante ambiente hizo que se levantase con su rostro demacrado de tanto llanto, secó sus lágrimas y peino su cabello un poco poniéndose un par de prensas violetas. Tomó los ijefs de la mesa del comedor de su casa y salió sin decir nada, cerrando la puerta con furia.
Caminó por algunas cuadras, hasta llegar a una curiosa casa de color azul oscura. Otra niña abrió la puerta y salió por camino, abriendo la cerca blanca que separaba el patio delantero de la casa de la vereda. La niña abrazó a Megan.
—¿Ya estás lista para ir esta noche Megan? —preguntó la niña.
—No lo sé Nancy —contestó Megan con rostro triste—, lo que pasa es que tengo que cenar con mis padres —mintió la niña.
—¿Qué tiene de especial? —preguntó Nancy—, el parque no va a regresar hasta el próximo año... Además, la semana de festividad es cada un año. Diles que te dejen ir —pidió Nancy juntando sus manos en una súplica hacia su amiga. Megan le entregó una sonrisa a su amiga Nancy.
—De acuerdo, voy a ver qué puedo hacer. ¿Me vas a acompañar o no? —preguntó Megan al ver que Nancy no se levantaba del helado suelo, la chica se paró de un salto y juntas continuaron su camino. Las dos llevaban unos vestidos verdes oscuros, los cuales casi que iban a juego con los ojos verde claros de Megan. Eran tan claros que casi parecían agua cristalina. Llegaron en pocos minutos hasta el mercado del señor Samprey y Megan abrió la puerta descubrieron que el chico Agardu era uno de los que estaba atendiendo, Megan no podía explicarlo con palabras, pero cada vez que lo veía su propio corazón comenzaba a retumbar como si fuera un tambor y allí, en su interior estuviera sonando la melodía más dulce de todo el mundo entero.