La llave de la verdad | Crónicaz Multiversales 1

Capítulo 22 - La puerta que abre la llave

Parte 1 

 

Tiempo: 

3:20 pm, 1 de junio de 2002 

Lugar: 

Afueras de del pueblo FelTan, Condado de Zixtán, Continente Ranmer

 

Cuarenta y dos días habían pasado desde que Lanss había dejado la isla de los Kabarys, con dificultades, logró llegar hasta la costa de uno de los Condados en tan solo diez días, el problema no había surgido frente a las horribles condiciones atmosféricas que estaban azotando al mundo. De hecho, la madre naturaleza lo había tratado muy bien al chico de ojos negros como la noche. Pero su nula experiencia con las lanchas lo habían hecho tardar, todavía no tenía muy bien en claro si terminar yendo hacia la montaña en la que se encontraba Taran Dokitroy. 

Tal y como le había dicho Deymon, Lanss terminó vendiendo la lancha. Intentó que el dinero estuviese bien repartido en las diferentes monedas de los siete condados por las dudas, no le habían dado tanto como esperaba. Efectivamente era menor a la cantidad que le había mencionado Deymon. Pero seguramente los serotianos del condado de Alzeka buscarían aquella lancha, sería mejor deshacerse de ella por el precio que fuere. Había logrado regatear una moto a las afueras del condado de Zixtán. Tomó una de las rutas principales para llegar al condado de Alzeka, que era en donde tenía que entrar para llegar hasta las montañas, aunque no eran jurisdicción del emperador Bao Futtso, para entrar se necesitaba pasar por los registros de los condados y eso, desgraciadamente, se traducía a más serotianos. Seguramente la cara de Lanss, Aboran y Zoey estarían por todo el condado. ¿En qué espíritus estaba pensando? ¿A caso quería volver a prisión? Negó con su cabeza y continuó su viaje, no llevaba muchas cosas, un par de frazadas, ropa y una tienda. Pero todo lo que se encontraba fuera del condado de Alzeka, parecía que estaba totalmente aislado de los problemas del emperador Futtso. Seguramente los demás emperadores ya estaba más que enterados, pero, desgraciadamente solo se hacían cargo de sus propios problemas.  

Lanss llegó hasta una estación de servicio para cargar un poco de combustible y poder comprar algo de comer. Se bajó de la moto y mientras esperaba sacó su mapa del continente Ranmer y lo dobló de modo que solamente se pudieran ver Zixtán y Alzeka. Ya estaba a las afueras del último pueblo antes de entrar en el condado del emperador Futtso. A unos cien kilómetros del primer pueblo en el condado de Alzeka y todavía le faltaban unos cuatro mil kilómetros para llegar hasta la montaña Laikar, que era donde se encontraba Taran. Por Narelam, pensó Lanss golpeando suavemente su cabeza contra el asiento de su moto. ¿No sería mejor ir así nomás con Rojo y los demás? Pensó por un momento, pero en aquel instante unos horribles recuerdos se le presentaron, la última vez que habían estado en un palacio había… Él había… Matado a alguien. No, no había matado a nadie, pero ni siquiera él estaba seguro. Ulumer se lo había dejado muy en claro lo que había hecho.  

Se rodeó con sus brazos y fue rápidamente hasta la mochila donde se encontraban las cintas de video que había sacado del palacio del Emperador, el día que habían logrado escapar. Las miró a todas nuevamente, detenidamente, sabiendo que allí seguramente, no. Que allí, efectivamente estaban las respuestas que buscaba, en la isla de los Kabarys no había forma de ponerlas a andar. En uno de los pueblos del condado de Zixtán se había detenido en un video club, hacía un par de semanas, para poner alguna de las cintas, le pidió un televisor a uno de los trabajadores y encendió la video casetera, seguido del televisor que se puso sin sintonía para captar el video. Sacó uno de los casete y los puso en la video casetera. El corazón de Lanss se comenzó a acelerar con el ruido de la casetera leyendo la maldita cinta. El sudor del chico no se hizo esperar, parecía que todo cuerpo gritaba en el interior de su ropa y piel por el calor y los nervios que estaba subiendo y bajando al mismo tiempo por cada rincón de sus extremidades, antes de que si quiera pudiera aparecer algo en pantalla, el chico sacó el casete rápidamente y se retiró sin decir una sola palabra. Pagó con lo que tenía en mano, y sin esperar el cambio se marchó lo más rápido que pudo de aquel establecimiento con el corazón aún agitado.  

¿Por qué no puedo ponerla? En algún momento voy a tener que verlo, pero todavía no puedo, pensó. ¿Por qué no puedo por todos y cada uno de los malditos espíritus? Se preguntó mientras volvía de sus recuerdos y cerraba rápides y fuerza el cierre de mochila donde se encontraban los videos.  

Compró un poco un par de botellas y agua y unos cuantos falecis, que eran como unos conos de masa con la principal comida del condado de Zixtán, los pescados Felzi. Parecía como una especie de pasta, bastante rica o tal vez Lanss tuviera mucha hambre, los devoró en menos de tres minutos y tras grandes tragos de agua, continuó camino hacia el condado de Alzeka.  

  

Pasadas dos horas el chico de ojos negros llegó hasta la entrada al primero de los pueblos, una pequeña barrera dividía aquella línea imaginaria que tenían los mapas entre condado y condado. Se detuvo a una distancia bastante prudente, al costado de la carretera. Eran bastantes autos los que circulaban aquella tarde, pero la mayoría eran desviados hacia otra ruta para poder rodear el condado por otros pueblos, muy pocos autos ingresaban. Seguramente con algún pedido especial. 

Lanss puso candados y alarmas a su moto mientras miraba detenidamente si eran serotianos quienes se encontraban en la entrada. Con paso decidido tomó camino por el costado de la carretera para ver si podía pasar, el frío jugaba a su favor, se tapó su delatador cabello con un gorro y una bufanda, con un abrigo que cubría mayor parte de su cuerpo, no eran el mejor disfraz para ocultarse, pero peor era ir sin ninguno.  




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