Tiempo:
17 horas, día 21, del quinto mes, del año 4032
Lugar:
Hogar de Norberto, Dominio de los pozos, Continente Vanlión, Universo Háleran
Markus levantó la cabeza cuando logró oír lo que había dicho el niño.
¿Qué fue lo que dijo? ¿Qué iban a ejecutar a un humano? Pensó Markus. No podía ser, para empezar… ¿Qué horribles Apariciones hacía en una Aldea del Dominio de Pozos? Todas las dudas acerca de ese tal lord Vilurian desparecieron. Se levantó y pudo ver que Norberto ya se estaba poniendo su chaleco negro para salir a la calle. Markus le dedicó una débil sonrisa. Ambos salieron de la casa del lagartropodo, corriendo por una de las calles principales para llegar a la plaza cuanto antes.
—¿Qué hace un humano aquí? —preguntó Markus mientras los dos se abrían paso entre la muchedumbre.
—No tengo ni idea chico —dijo Norberto—, pero recuerda…
—Toda vida es valiosa, aunque sea un humano —dijeron los dos al mismo tiempo.
Llegaron hasta la plaza y gracias a la corpulencia de Norberto (era más grande que los otros lagartropodos promedio) lograron llegar hasta una posición bastante cerca donde tendría lugar el acontecimiento. La plaza era inmensa de varios metros de distancia. Iluminada por unas cadenas que contaban con una esfera de metal del tamaño de la palma de un cruzado o humano con pequeños huecos que destellaban una luz azul. En el interior contenían una piedra de aquel color.
En medio de la plaza había un gran escenario, allí era donde tendría lugar dicha ejecución. Norberto le tendió su gran mano verde oscura, llena de escamas y garras, Markus tomó la mano y el lagartropodo lo levantó sobre sobre su hombro. Por Narelah, sí que es un buen asiento. Pero no para presenciar la ejecución de un humano, espero que alguien lo detenga, pensó apretando sus dos manos con fuerza.
Estaba claro que nadie iba a ayudar al humano, más que él y Norberto, su amigo era uno de los únicos lagartropodos que conocía, al cual, le caían bien los humanos. Markus no podía entender por qué les tenían tanto odio. Pudo ver como algunos lagartropodos tiraban basura contra el escenario gritando para que se apuraran en sacar al humano. Tal vez había sido porque su madre siempre le había inculcado que debía de respetar a todos. Tal vez fuera por qué, él, su madre y Alex Priczem eran cruzados.
—No vamos a poder hacer nada muchacho —se lamentó Norberto entre susurros—, ¿Estás seguro de que quieres quedarte?
Markus suspiró mirando a su alrededor. ¿Nadie lo iba a parar? Si él o Norberto alzaban la voz, probablemente terminarían en algún calabozo por apoyar a los humanos.
De pronto, pudo ver algo que le llamó la atención. Cuatro cruzados se iban abriendo paso entre los lagartropodos, estos, tenían túnicas negras que cubrían todo su cuerpo y rostro. Markus agudizó su vista y se fijó en el cruzado de más pequeña estatura. Abrió sus ojos rosa como platos al darse cuenta de que no se trataba de un cruzado. Sino…
Es un humano, pensó Markus. No podría haberse confundido, sabía lo que estaba viendo. Aunque pocas veces había visto humanos en su vida, sabía lo esencial. No tenían la piel verde agua como él o verde oscuro como Norberto. Tenían la piel blanca y pálida como si estuvieran enfermos de jafasterlicos constantemente. Markus agarró con sus dedos el chaleco de Norberto, el lagartropodo alzó la vista y Markus hizo una seña con su cabeza muy disimulada. Los ojos negros del gran lagartropodo quedaron en completa evidencia cuando pudo ver a los humanos de túnicas negras.
—Vamos con ellos —susurró Markus moviéndose repetidas veces hacia el lado por donde iban caminando aquellos humanos. Norberto negó con su cabeza y su cuello casi inexistente.
—No Markus —contestó con un hilo de voz apenas audible para el adolescente—, vamos a terminar metiéndonos en líos. Vamos a quedarnos viendo desde acá. Le vamos a rezar al Dios Narelah que pueda proteger a esos humanos. Nada más.
Markus se cruzó de brazos en total desacuerdo con su amigo. Soltó un bufido y volvió a concentrar su mirada en los humanos de túnica negra.
Dos soldados de nunqui salieron de las oficinas que se encontraban al costado del escenario. Subieron y sacaron sus dos alabardas. Los vítores, aplausos y gritos de los lagartropodos estallaron en la plaza.
—Quemen a ese sucio humano —gritó uno de los lagartropodos que Markus tenía cerca.
—Sí. Córtenle sus genitales si es humano, y sus pechos si es humana —vociferó otro lagartropodo.
—Claro —coincidió un niño lagartropodo, no podía tener más edad que el propio Markus—. Es una completa falta de respeto que los humanos se dividan en dos sexos. Solamente existe uno para los lagartropodos y esa es la única verdad que acepta nuestro dios Narelah.
Todos los lagartropodos cercanos aplaudieron y gritaron positivamente al niño.
Markus solo apretaba su quijada con fuerza.
Por fin el humano salió de la oficina, y haciendo sonar los grilletes de sus piernas y brazos subió hasta el escenario, su rostro estaba cubierto y tras ser empujado por un soldado lagartropodo, el humano cayó arrodillado las dos alabardas apuntaron sus puntas hacia los dos hombros del humano. Llevaba unos pantalones negros y gastados (hasta donde podía ver Markus) y en su pecho tenía un guardapolvo blanco. ¿A caso ese humano era profesor o algo así? Jamás había sabido de un humano que vistiera tan bien.