La llave de la verdad | Crónicaz Multiversales 1

Capítulo 30 - Lecciones

Parte 1

Tiempo:

6:14 am, 8 de diciembre de 2002

Lugar:

Montaña Laikar, condado de Hijilifi, continente Ranmer, Universo Maleran

Lanss Colter agradeció a un par de turistas que lo habían llevado hasta el inicio de la montaña Laikar, el camino de tierra se había convertido en arenas movedizas por el barro. Cuesta abajo pudo ver el pueblo donde había dormido la semana previa. Los lugareños le habían dicho que sin el equipo necesario no llegaría hasta el escalón cincuenta. Si bien la montaña parecía imponente, el camino estaba marcado por las escaleras. Frente a él, un arco de color rojo le indicaba que estaba por pisar el primer escalón.

Se fijó en otro arco con la misma forma y color que se encontraba más arriba y un tercero que apenas se apreciaba como un punto rojo en medio de unas escaleras que eran de color gris claro, entre unas empinadas cuestas que eran de color verde por las malezas. Los lugareños le habían dicho que muy pocas personas se atrevían a ascender con aquellos climas tan impredecibles del mes de diciembre. Donde un día podía haber una cruel tormenta y al otro un día tan soleado que rozaba los cincuenta grados. Lanss repasó una vez más su mochila, cuerdas, varios litros de agua y una bolsa para dormir.

De verdad no tenía mucha idea como iba a hacer para dormir en aquellas condiciones. Subió al primer escalón y soltó un suspiro. ¿Qué estarían haciendo Aboran y Zoey? Se preguntó en el interior de su mente mientras intentaba no pensar en los escalones. ¿Por qué Aboran no se ha contactado más con nosotros? Bueno está segura bajo el tutelaje de Otidas, no le va a pasar nada. Tal vez había necesitaba darle sus polvillos negros a Otidas para que hablase más tiempo con su madre. Lanss había tenido la oportunidad de ver los videos de grabación otra vez, durante aquellos días. Pero había vuelto a fracasar, ni siquiera había podido encender el televisor, durante la noche no solamente pesadillas invadieron su mente, sino, que continuos gritos de Efraín lo acosaron sin dejarlo dormir por días.

Su pasó era lento pero seguro, el clima estaba siendo el ideal aquella mañana. Unos veinte grados, ni tan fresco, ni tan caluroso, pero, sabía por relatos de los mismos lugareños que durante ciertos horarios podía hacer un calor o frío extremo. Dependiendo del día. Llegó hasta el segundo arco rojo que estaba sobre una de las escalinatas para darse cuenta de que tenía un número cincuenta en medio de aquel arco.

Tal parecía que indicaba el número de escaleras, ¿Quién se habría tomado el trabajo de contarlas por Narelam? Las escaleras no las habían hecho hacía veinte o treinta años, aquellas escaleras databan de antes de que existieran los Alidarios. Antes de los Sectores, incluso antes de que se levantarán las seis murallas del continente. Algunos escalones más arriba no habían aguantado el paso de los siglos y estaban totalmente destruidos. Al menos los arcos estaban bastante sanos, con la clara restauración de los lugareños.

Las horas pasaron y Lanss ya podía empezar a sentir porque la gente que quería subir la montaña Laikar, lo abandonaba a las pocas horas. Los músculos de sus piernas ya estaban molestando por demás haciendo que el chico parase para estirar un poco. Por lo usual si se decidía que tardaban veinte horas sin descanso. Muy pocos se habían arriesgado a hacer tal cosa. Claro, Lanss tenía que llegar a cima, espero que Carwuel y el viejo Taran estén allá arriba, sino juro por Narelam y todos los espíritus que voy a bajar y a buscarlos hasta el fin del mundo.

Lanss tuvo que apoyar la palma de su mano en su rodilla para pasar al siguiente escalón miró hacia el arco que se encontraba a un par de escalinatas por encima y pudo ver el número trescientos. Gracias a Narelam el calor no había sido tan extremo durante las horas de la siesta. Pero la tarde ya estaba llegando a su fin. El sol se estaba escondiendo, ¿Qué sería lo mejor? ¿Descansar? ¿O seguir? Lanss miró hacia arriba pudiendo divisar como la escalera se iba convirtiendo en una línea fina que se perdía entre los grandes árboles y pastos de la montaña, metros más arriba.

Creo que voy a parar aquí, pensó. Si el viejo me está esperando hace meses, no creo que ahora vaya a tener que apurarme. Lanss se sentó sacando su gran mochila. Se colocó una campera y sacó una botella de agua que tumbo sobre su boca para beberla, seguido sacó una caja de madera con varios compartimentos como los de un mueble, uno de esos “cajones” tenía comida, la sacó y degustó. No había comido nada en todo el día debería de racionar todo lo que pudiera, quien sabía cuánto le llevaría subir aquellas mil escaleras. Tal vez eran más, tal vez menos.

Se recostó mirando hacia la otra montaña Lairat y se durmió en el acto.

Lanss se desperezó y acomodó todo rápidamente comiendo un poco más y tomando un par mililitros más de agua. Los primeros diez escalones fueron los más tranquilos, luego de eso. El dolor de día anterior apareció por arte de magia, comenzó a subir más lento con mayor dificultad y más dolor que se traspasó de las piernas hasta la planta de los pies. Aquella mañana pasó rápidamente, pero pudo darse cuenta de que estaba subiendo mucho más lento. No era el mismo ritmo que había llevado el día anterior. El calor y la humedad no dieron tregua, eso sería traducido a más botellas de agua, pasadas las tres de la tarde comenzó a hacer una cuenta rápida de tomar pocos sorbos proporcionales a las escaleras que iba subiendo, el clima llegó hasta los horrorosos sesenta grados.




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