Parte 1
Tiempo:
7:02 pm, 13 de diciembre de 2003
Lugar:
Credo de los inquisidores, nación de Cord, continente Apsurer
Aboran Mardiver y Otidas Uyadul se bajaron del tren subterráneo junto con Lorko y Rusi.
Ya habían pasado unas horas desde que Aboran había terminado de hablar con Zoey y Lanss. No había querido ser tan cariñosa con Lanss (como le molestaba no haberlo sido), después de todo Otidas seguramente se reiría de ella durante el siguiente mes.
¿Esa decisión había sido inmadura? ¿Tendría que haberle dicho a Lanss que lo amaba? Bueno, Otidas ya era un hombre mayor. No creo que se hubiera reído por eso, pensó Aboran.
Los guardias de la entrada del credo los dejaron pasar. Ya habían repasado unas veinte veces el “plan”. Si alguien preguntaba quién era ella… Aboran y Otidas tenían una especie de coartada. Aboran era familiar de lady Curuneu (líder de la nación de Arafelia y madre de Graud a quién Otidas estaba suplantando) y su primo “Graud” solamente le estaba mostrando el lugar. A Aboran no le alcanzaban los ojos o el tiempo para ir viendo todos los niveles del credo de los inquisidores, quedó fascinada con los puentes y miraba dando vueltas sobre sí misma, casi como si estuviera bailando.
—Deja de mirar todo como si fueras un niño que entra en una tienda de dulces —susurró Otidas con una leve sonrisa nostálgica por su parte—, nos van a descubrir.
—Lo siento, de verdad… —contestó Aboran bajo un susurro—. Es que es todo tan lindo —los ojos de la adolescente se iban en todas las direcciones posibles.
Los cuatro atravesaron el largo y ancho puente del credo llegaron hasta la gran columna principal. Dónde la vista de Aboran se centraba en la parte superior, el ascensor llegó y Aboran subió con Otidas. Llegaron hasta las habitaciones de los capitanes del credo y Otidas dejó a Aboran allí a un costado sentada en sola en una silla con Lorko en su falda, parecía que Aboran estaba esperando la consulta a un médico.
—Ya regreso —dijo Otidas caminando hacia una puerta donde tenía el nombre de “Capitana del primer cuerpo del credo: Shakelim Fed”, pero Otidas le recordó—, ya sabes…
—Sí —expresó Aboran con voz cansada.
—Si alguien te pregunta eres pariente mía y prima de Graud Baggerty o de la líder de la nación de Arafelia —dijeron los dos al mismo tiempo, inclusive Aboran revolvió sus pupilas.
Shakelim Fed abrió la puerta de su despacho, Otidas ingresó.
—¿Encontraste lo que buscabas capitán? —preguntó la anciana.
—Claro, mi prima se encuentra fuera. Quería avisar que haré un viaje hasta el condado de Tyrkub. Debo llevar unos informes a la emperatriz Meyen Bogur.
—¿Qué clase de informe señor Graud? —preguntó Shakelim.
—Es respecto a la guerra del puerto que tuvo lugar hace quince años, la subcomandante de los serotianos me dijo que requería dar un informe. A pesar de los inminentes desastres creo que será un gran aliciente para mantener un estrecho vínculo con dicho condado —en realidad Otidas ni siquiera sabía si Marci Amolie había llegado tan lejos en los serotianos, eso era lo último que le había dicho. Qué cuando se volvieran a ver sería una subcomandante o por lo menos comandante. Era una excusa para comenzar a reunir fuerzas para el asalto al condado que Taran y Rojo estarían organizando.
—Está bien. Mientras sea bajo mi mandado y no tenga nada que ver con lord Rag estará todo correcto joven Graud. Puedes ir con suma libertad —la capitana Shakelim Fed revisó detenidamente el tratado y lo firmo sin hacer ninguna otra pregunta. Otidas salió de allí y pudo ver que Aboran seguía en exactamente la misma posición en que se había quedado. Bajaron por el ascensor hasta el Nivel Cinco y Aboran se quedó en el cuarto previo a la morgue del credo. Otidas pasó su tarjeta autorizada y pudo ver que su amigo Varitto tan alto como siempre se encontraba sacando sangre de una probeta. Varitto ni siquiera levantó su vista, ya sabía que se trataba de su amigo Otidas. El capitán kabary abrió su boca, pero Varitto lo interrumpió.
—Déjame terminar esto, ya hablamos —expresó con calma totalmente centrado en su trabajo. Por fin dejó la muestra de sangre en el interior de un cajón y Varitto se sacó sus gafas y saludó a Otidas—, ¿Qué tal te fue con la niña?
—Bastante bien —contestó Otidas—, se encuentra fuera —él señaló hacia la puerta que se hallaba cerrada—. Pudimos rescatar a unas cuantas personas en la propia nación, espero que el revuelo no haya hecho tanto ruido.
—¿Qué fue lo que hiciste Otis? —preguntó en voz muy baja.
—Solamente hicimos colapsar unas fábricas de prostitución en la nación. Nada muy grave —Varitto contestó con un suspiro de decepción. Otidas se encogió de hombros con una leve sonrisa.
—¿Enwol te ha mandado algo? —consultó el capitán kabary.
—Solamente que ya están cerca de terminar —expresó Varitto—. Tienen cubierto un ochenta por ciento del lugar, según los cálculos pueden terminar en un mes o menos. Así que después de eso traerán los dos cuerpos e intentaremos lo que esté en nuestras manos para que podamos saber si se trata de la kabary que buscan.
—Muchas gracias viejo amigo —contestó Otidas—, tengo que irme.