Tiempo:
4 horas, día 36, del sexto mes de 4032.
Lugar:
Central de comercio, continente Gotogarami
A pesar de que no estaban tan en el centro como en el Consejo de Piratas o al menos eso le había informado Tim, Zoey Viquery se colocó su campera las leves brisas comenzaban a poner su piel de gallina. Empuñó a Luz Nocturna, por tercera vez en el día e intentó atisbar algún leve reflejo de la luz del sol e invocar la magia de los kabarys a través de su ojo violeta. Movió la espada negra para captar el reflejo, pero le fue imposible, parecía que mientras más intentaba concertarse, menos ganas de cooperar tenía su arma.
Tal vez no sería lo mejor intentar ver un reflejo después de todo… ¿Qué sería lo que cortaría si lo lograba? Bueno, estaba claro que no iba a poder, pero ¿Y si, ¿sí? Cortar parte de la madera sería algo cruel para el lasmer de Tabittha, después de todo las ramas del árbol formaban parte del cuerpo de Az. No sabía si le dolería, pero por las dudas no lo haría, después de todo Tabittha no había sido tan mala con ella durante los últimos días. ¿Podría cortar el cielo? Ella negó con su cabeza una vez dejó de mirar hacia el horizonte. Estaba claro que no se podía cortar la anda misma, siempre se tenía que cortar alguno de los tres estados de la materia para poder transformarlo, aunque…
—¡Fizante! —gritó Zoey bajando a Luz Nocturna, su maestro se asomó cubriendo su frente con la palma de su mano para protegerse de la luz del sol—. ¿Sabes si es posible cortar el cielo con la magia de los kabarys?
—¿Cortar el cielo? —repitió el anciano con su mechón violeta aleteando por el viento—, creo que no es posible. Siempre debemos tener algo que cortar. Aunque hay algún que otro rezo de Narelam, muy antiguo en el que se dice que se puede. No lo tomes tan literal, seguro es alguna mala traducción. En mis setenta y cinco años de vida jamás he visto a nadie cortar el cielo.
—Comprendo —contestó la adolescente kabary.
Entonces ¿Por qué me estás haciendo practicar sobre el lasmer? Se preguntó en su mente intentando no darle más vueltas y continuó provocando estocadas a la nada misma.
Algunos minutos más tarde Tim, Markus y Zoey dejaron de hacer sus actividades y centraron su vista en la princesa. Tabittha se levantó de su silla de montar y señaló hacia delante. Los tres miraron en aquella dirección advirtiendo siete columnas increíblemente altas (se hallaban a unos ochenta metros del suelo) algunas eran más bajas otra más altas, pero tenía la circunferencia de un mástil de barco inmenso. Az comenzó a descender por órdenes de Tabittha.
—Parece que ya llegamos —expresó la princesa besando la cabeza de su amigo Az—, muy bien hecho chico.
Az terminó a las afueras del pueblo principal, de Las Segundas Minas. El otro lasmer aterrizó a los pocos segundos.
—Vuela por ahí —expresó Tabittha con voz tranquila hacia su lasmer una vez todos bajaron, seguramente a los humanos no les caería bien el lasmer de la princesa. Con claros y justiciados motivos, pensó Zoey. Pero el hecho de que los humanos fuéramos discriminados, no les da motivos a dañar a un ser vivo, para nada. Az se elevó y el otro lasmer lo siguió.
El grupo comenzó a caminar por el suelo empedrado, parecían grandes piedras con montículos y otras zonas totalmente deformadas. Había muy pocos árboles alrededor y solamente una planta que parecía un arbusto a punto de marchitarse, se repetía el mismo árbol cada diez metros o tal vez quince. Alrededor del mismo, un poco de pasto quemado se dejaba ver. Aquella era toda la vegetación. Comenzaron a pasar por las casas que eran dos planchas de piedra una contra la otra como si fuera un triángulo. Por Narelam, sí que los humanos viven mal, pero ¿Dónde espíritus están todos?, pensó Zoey.
Varias antorchas se encontraban a varios metros.
Corrieron con cierta cautela. Los siete corrieron hasta donde se encontraba la multitud. Se escondieron detrás de un par de casas. Zoey oyó lo que estaban diciendo, obviamente en idioma de los humanos:
—Los años siguen y siguen —dijo el hombre—, estamos bajo el servicio de Shailusol. Oh dios brillante que nos has dado tantos años de buena fortuna.
—Humanesca —susurró Tabittha mirando a Zoey con una mirada de enfado—, ¿Qué es lo que están diciendo? —Zoey la hizo callar chasqueando su lengua. ¿Ahora si me hablas porque no entiendes el idioma? Pensó Zoey.
—Dentro de algunas horas llegaran nuestros hermanos por lo túneles subfluviales y podremos hacer que nuestra fortuna siga prosperando por otros cincuenta años. Las ofrendas al dios Shailusol han sido impuestas. Al acabar el día, tendremos un nuevo amanecer.
Todos los humanos que estaban alrededor comenzaron a hacer sonidos extraños como si estuvieran cantando una melodía aterradora. O al menos aquella era la sensación que le daba a Zoey.
—Por todas las apariciones —exclamó Markus—, ¿Dónde se supone que están los lagartropodos que supervisan?
—Creí que estabas en contra de esto —dijo Zoey con algo de enfado en sus palabras.
—Prefiero que el lagartropodo no maltrate más gente, pero obviamente no es bueno que los humanos abusen de su poder.
—¿Por qué no? Han sufrido mucho.
—No les da derecho a hacer lo que quieran —contestó Markus.