Parte 1
Tiempo:
5:32 pm, 14 de marzo de 2003
Lugar:
Base de operaciones de Rojo, afueras del condado Alzeka, continente Ranmer, universo Maleran
Rojo terminó de repasar y acomodar la última caja de armas y la dejó sobre el camión, caminó hasta el lado del acompañante mirando hacia atrás el total de otros quince camiones que lo seguirían, pudo ver a lo lejos una figura que se iba alejando de su base, la antigua comandante Niv no había querido participar por obvias razones, al mando del volante se encontraba el joven Lodrus y en los otros estaban uno de los capitanes de cada pequeño ejército de al menos cuarenta personas (los habían vuelto a dividir) seiscientos soldados cuarenta por compañía, Rojo lideraba la primera. Probó su radio y por fin habló:
—Aquí Rojo, ¿Las cargas están listas? —cada uno de los otros catorce líderes le contestó positivamente. Los quince camiones comenzaron su corto pero movido trayecto—, muy bien… Vamos a seguir marchando todo acorde al plan. Buena suerte y nos vemos en el interior del condado —la transmisión se cortó.
Imawer se asomó desde la parte trasera del camión abriendo la cortina.
—Señor Rojo —expresó el joven—. Ya se han desmayado dos soldados y otros tres están con algo de vómitos —el ex prisionero suspiró y cerró sus ojos con fuerza, no sabía por qué los cerraba. Tal vez por una forma de calmar sus propios nervios, era algo que salía inconscientemente. Imawer se hizo para atrás y Rojo sacó su cabeza, no se había afeitado en semanas y su barba ya estaba tan larga que le cubría gran parte del cuello entre pelos negros y blancos. Los camiones eran bastante grandes, quince asientos de cada lado, y diez en el centro en una fila de cinco, respaldar contra respaldar, los soldados se quedaron callados en aquel instante mirando al líder del ejército.
—Haber, señoritas —dijo Rojo—, con todo respeto a las mujeres de la compañía —Rojo hizo un rápido vistazo por los rostros femeninos, eran cerca de doce—. Desde hace más de dos meses estamos planificando esto, sabían lo que nos aguarda en el interior de la muralla —el hombre señaló hacia el gran condado que con sus cinco pisos de veinte metros cada se comenzaba a cernir frente a ellos—. En ningún momento los obligue a participar, ustedes mismos se metieron porque saben las verdaderas intenciones de Futtso o han pasado por algún mal momento gracias a ese despreciable emperador, por eso, les voy a decir que dejen sus dolores de lado para que todos podamos estar lo más calmados posibles.
Rojo se retiró hacia la parte delantera del auto dejando en silencio a todos detrás, pudo ver como ya se estaban acercando al punto. Lo habían marcado y repasado en el mapa, cuando el contador de kilómetros llegase a cuatro los camiones deberían tomar otras rutas, Rojo continuó en la misma línea, mientras los de atrás se iban dispersando por diferentes caminos sin marcar por el medio de las planicies al costado de la carretera, solamente dos camiones siguieron detrás de Rojo, el octavo y décimo ejército. Rojo volvió a descolgar su radio:
—Ya hay que ir preparando todo —expresó a los dos camiones marchaban a toda velocidad a sus dos costados (claramente los otros doce camiones no lo escucharían por la clara distancia) los dos líderes de aquellos ejércitos recibieron la orden. Rojo colgó y se colocó sus binoculares, en los extremos superiores de la muralla ya estaban algunos serotianos reunidos sería cuestión de tiempo para comenzaran su ataque, Rojo se volvió hacia atrás y dos de los costados ya estaban saliendo por una escotilla superior que habían adapatado al camión, el gran Imawer tenía un lanzacohetes en su hombre el chico se lo pasó al par de soldados que solamente se veía su cintura y piernas. Rojo miró al camión del costado como otros dos soldados hacia la misma maniobra para poner en alto otro lanzacohetes y seguramente en compañía ocho estarían haciendo lo mismo. Rojo volvió a sus binoculares y pudo ver sobre la muralla como los serotianos dejaban aquellos cañones que probablemente destrozarían los camiones de un solo impacto.
No, señores. Ahora venimos preparados, no va a ser como el ataque pasado, tres estruendos ensordecieron sus oídos en un segundo tres caminos de humos marcaron el cielo por encima de él y el estruendo destruyó cañones, ladrillos tirando escombros sobre la entrada, dejando la fina lamina de balkhar que al parecer seguía resistiendo después de una explosión, no había problema. Mientras destruyeran los cañones de la parte superior, su objetivo era otro. Ya estaban a pocos metros de la entrada. Los tres conductores, Rojo pudo ver a su izquierda al líder del octavo ejército, era su amigo Metalino, quién le dedicó una sonrisa y su brazo de metal en alto en tono de aprobación ya que no podía doblarlo por el codo. Los tres camiones se encontraban a menos de diez metros. Los dos soldados que habían disparado anteriormente, volvieron a cargar otro lanzacohetes. Las tres armas estaban listas sobre el techo de los tres camiones, unos veinte serotianos se hallaban frente a la gran entrada de la muralla, al parecer la había reparado en pocos meses, ¿O la que habían destruido era la del otro lado? Los serotianos cargaron sus armas: pistolas, rifles y ametralladoras.
Los lanzacohetes se dispararon sin aguardar un segundo y los serotianos tuvieron que correr sin oportunidad de disparar, algunos fueron alcanzados por la explosión otros lograron huir.
—¡Ahora! —ordenó Rojo a través del comunicador, los tres camiones salieron a toda marcha hacia la entrada las rejas se bajaron de un segundo al otro. No había problema, Metalino y Lodrus le habían explicado el sistema hacía meses… Ya estaban listos. Los tres camiones derraparon dejando su cola frente a la gran puerta de metal, no era de balkhar, (afortunadamente para ellos) pero si de acero, bastante resistente. No caería con los lanzacohetes, Imawer tiró varias granadas de humo que estallaron envolviendo en una nube densa las murallas en escasos segundos. El joven saltó del camión y espero a otro soldado, los dos cargaron la dinamita hasta la entrada y una vez colocada regresaron al camión. Rojo estaba en el interior esperando la confirmación de los otros dos líderes si todo salía bien tendrían que… Vamos contesten, pensó el hombre apretando sus ojos con fuerza.