La Llave Del Alba Olvidada

EL GRITO DEL ABISMO

CAPITULO 4
El Señor del Abismo emitió un grito que hizo temblar las murallas de la fortaleza y heló la sangre en las venas de todos. Desde el centro del portal negro, se alzó una figura colosal —un ser de piel negra como la noche, con ojos rojos que brillaban como brasas y cuernos que se erguían hacia el cielo. Sus manos tenían garras afiladas como cuchillas, y su cuerpo estaba envuelto en una nube de sombras que devoraba la luz.
"¡LA LLAVE ES MÍA!" rugió su voz, que sonaba como piedra desgastándose y fuego crepitando. "Y CON ELLA, TODO EL MUNDO SERÁ MIYO!"
Elara agarró más fuerte la llave, sentiendo su poder aumentar con cada instante. Los hilos del destino se hicieron más gruesos y brillantes, conectando a cada guerrero, cada hechicero y cada ser vivo en el campo en un solo tejido de energía. Kael se quedó a su lado, su espada verde brillando con magia de sombra que ahora no era destructiva, sino protectora —una barrera contra la oscuridad.
"¡No te rendirás!" gritó Kael al Señor del Abismo. "El amor es más fuerte que tu odio!"
El ser de sombras rio, una risa que se escuchó como un trueno. "¡AMOR! ESE ES EL PODER MÁS DÉBIL DEL MUNDO! TE MOSTRARÉ!"
Alzó una mano y envió una ola de sombras hacia el ejército de Sombres Vigilantes y hechiceros. Las sombras envolvieron a algunos guerreros, y ellos gritaron de dolor al sentir cómo se desvanecía su energía. Torvin se adelantó, sacando su espada y activando un hechizo de protección negra que se extendió por el frente del ejército.
"¡AGUANTEN!" gritó Torvin. "LA LUZ DE LA LLAVE NOS AYUDARÁ!"
Elara cerró los ojos y se concentró. Los hilos del destino le mostraban las conexiones entre todos —los amigos, los familiares, los amantes que luchaban juntos. Sentía su amor, su miedo, su valentía, y todo ese sentimiento se convirtió en energía que fluía hacia la llave. La luz dorada se hizo tan intensa que nadie podía mirarla directamente, y empezó a envolver el portal negro.
Las criaturas de sombra que salían del portal gritaron y se desvanecieron cuando la luz las tocó. El Señor del Abismo gruñó de rabia y alzó ambas manos, enviando una lluvia de rayos negros hacia Elara y Kael. Luna se colocó al frente de ellos, levantando sus manos y creando un escudo de luz púrpura que detuvo los rayos.
"¡Mantén la concentración, Elara!" gritó Luna, su rostro tensado por el esfuerzo. "No lo dejes romper tu energía!"
Elara asintió sin abrir los ojos. Sentía la mano de Kael a su lado, y el vínculo entre ellos se hizo más fuerte. Recordó el prado de flores azules de su vida anterior, la sensación de su mano en la suya, el juramento que habían hecho de protegerse el uno al otro. Todos esos recuerdos se mezclaron con el presente —con la gente que luchaba por ellos, con la ciudad de Aethermoor que estaban defendiendo— y la llave emitió un brillo aún más fuerte.
De repente, el portal empezó a temblar. La luz dorada se estaba introduciendo en él, empujando la oscuridad hacia adentro. El Señor del Abismo gritó de dolor y se arrodilló, su cuerpo empezando a desvanecerse.
"¡NO! ¡NO PUEDE SER!" rugió. "YO SOY INVENCIBLE!"
Pero la energía de Elara y Kael era demasiado fuerte. Los hilos del destino se extendieron hasta el propio cuerpo del Señor del Abismo, y Elara vio algo que no esperaba: en su pasado, había un hilo dorado que se conectaba a un ser de luz —un dios que había sido traicionado y desterrado, convirtiéndose en el Abismo. Había sido un ser de amor y poder, pero la traición lo había vuelto maléfico.
"¡Todavía hay esperanza para ti!" gritó Elara, abriendo los ojos y mirando al ser colosal. "El amor puede curar tu dolor!"
El Señor del Abismo se quedó inmóvil, sus ojos rojos mirando a Elara. Por un instante, la furia en ellos desapareció, reemplazada por una tristeza profunda. "¡Es demasiado tarde!" dijo, su voz más suave ahora. "He cometido demasiados errores. He matado demasiada gente."
"Pero puedes cambiarlo," dijo Kael, bajando su espada un poco. "El pasado no define el futuro. Solo lo que hacemos ahora."
El ser de sombra suspiró, y una lágrima de fuego rodó por su mejilla. "Tal vez tengas razón," dijo. "Tal vez el amor es el único camino."
De repente, su cuerpo empezó a brillar con una luz blanca. La oscuridad que lo envolvía se desvaneció, y se convirtió en un ser de luz, con ojos azules y alas blancas que se extendían por sus espaldas. Era el dios que había sido antes de la traición —un ser de belleza y poder.
"Gracias," dijo, con una voz suave como el viento. "Por mostrarme el camino. Ahora, debo pagar por mis errores."
Alzó sus manos y envió una energía blanca hacia el portal. La luz se mezcló con la dorada de la llave, y el portal empezó a cerrarse rápidamente. Las últimas criaturas de sombra se desvanecieron, y el campo al pie de las montañas quedó en silencio.
El ser de luz sonrió a Elara y Kael. "El mundo está a salvo," dijo. "Pero la llave debe quedarse con vosotros. Vosotros sois los guardianes del equilibrio. Cuidadla, y cuidad vuestro amor —es el único escudo contra la oscuridad que podría volver."
Con esas palabras, el ser de luz se desvaneció en una nube de luz blanca, que se dispersó por el cielo. El portal se cerró completamente, y la luz de la llave se apagó, dejando a Elara y Kael exhaustos.
Se miraron, y Kael le cogió la cara con sus manos. "Lo hicimos," dijo, con lágrimas en los ojos. "Juntos, lo hicimos."
Elara sonrió, sus propios ojos llenos de lágrimas. "Siempre juntos," dijo.
Los Sombres Vigilantes y hechiceros empezaron a aplaudir, gritando de alegría. Torvin se acercó a ellos, su rostro mostrando una expresión de arrepentimiento y gratitud.
"Kael," dijo, colocando una mano en su hombro. "Te pido disculpas. He estado equivocado durante todos estos años. Tu amor por Elara no es una debilidad —es la fuerza que salvó el mundo."
"Está bien," dijo Kael. "El pasado ya pasó. Ahora tenemos que pensar en el futuro."
Torvin asintió. "La orden de los Sombres Vigilantes va a cambiar," dijo. "No más odio a la magia. No más negación del amor. Vamos a trabajar con las escuelas de hechicería, para proteger el mundo juntos."
Luna se acercó a ellos, abrazando a Elara. "¡Qué momento!" dijo, con una sonrisa grande. "Nunca pensé que vería al Señor del Abismo convertirse en un ser de luz."
"El amor puede curar cualquier cosa," dijo Elara, mirando a Kael.
Mientras tanto, en la ciudad de Aethermoor, la gente salía a las calles, celebrando la victoria. Los ríos de aether brillaban con un color dorado intenso, y las estrellas en el cielo parecían brillar más que nunca. Todo el mundo sabía que habían sido salvados, aunque no sabían los detalles de lo que había pasado en las montañas.
Los cuatro —Elara, Kael, Luna y Torvin— emprendieron el camino de regreso a la ciudad. El camino era más fácil ahora, llena de esperanza y alegría. Kael caminaba junto a Elara, nunca soltando su mano. Elara llevaba la llave en su bolsillo, sabiendo que era su responsabilidad protegerla, pero también sabiendo que no estaba sola.
Llegaron a Aethermoor al amanecer. El sol se alzó sobre la ciudad, pintando el cielo de colores rojos y naranjas. La gente les recibió con aplausos y abrazos, y el director del museo, Mikel, se acercó a Elara con una sonrisa.
"Elara," dijo, colocando una mano en su hombro. "Sabía que eras especial. Ese mensaje que te envié —era yo el 'M'."
"Gracias," dijo Elara. "Por advertirme."
Mikel asintió. "El museo necesita a su archivista de vuelta," dijo. "Pero también necesita un nuevo expositor —uno sobre la llave del Alba y los guardianes del equilibrio."
Elara sonrió. "Me encantaría ayudarte con eso."
Los días siguientes fueron ocupados. La orden de los Sombres Vigilantes se reunió con las escuelas de hechicería para crear una nueva alianza, dirigida por Torvin y el director de la escuela de los Cielos. Luna volvió a sus clases, pero también ayudó a Elara a controlar su poder de ver los hilos del destino. Kael se quedó en Aethermoor, trabajando con la alianza para proteger la ciudad y el mundo.
Un día, Elara y Kael volvieron al campo donde se había cerrado el primer portal. La flor azul seguía allí, brillando con luz dorada. Se sentaron junto a ella, agarrados de la mano.
"Recuerdas cuando nos encontramos en el museo?" preguntó Elara. "Yo tenía miedo de ti."
Kael sonrió. "Yo también tenía miedo de ti —miedo de lo que sentía contigo. Miedo de que mi misión se convirtiera en nada."
"Pero tu misión no se convirtió en nada," dijo Elara. "Se volvió más importante. Porque ahora no solo estás protegiendo el mundo —estás protegiendo nuestro amor."
Kael le besó la frente. "Siempre lo haré," dijo. "Hasta el fin de los tiempos."
De repente, la llave en el bolsillo de Elara empezó a vibrar. Sacó la llave y vio que brillaba con luz dorada, y que un nuevo hilo se extendía hacia el cielo, hacia las estrellas.
"Qué significa?" preguntó Kael.
Elara miró el hilo, luego a Kael. "Creo que significa que nuestra misión no ha terminado," dijo. "Hay más mundos que proteger, más equilibrios que mantener. Pero juntos, podemos hacerlo."
Kael le cogió la mano. "Juntos," repitió.
Mientras tanto, en un mundo lejano, en un lugar donde las estrellas brillaban con colores diferentes, un portal pequeño se estaba abriendo. Pero esta vez, no era un portal de oscuridad —era un portal de luz. Y a través de él, se veía la figura de un ser que esperaba la llegada de los guardianes del equilibrio.
Elara y Kael se levantaron, agarrados de la mano y con la llave en la mano de Elara. Miraron al cielo, listos para enfrentar cualquier desafío que viniera. Sabían que el futuro era incierto, pero también sabían que tenían el poder del amor y la amistad de su lado. Y eso era suficiente.
La ciudad de Aethermoor seguía brillando en el sol, llena de vida y esperanza. Los ríos de aether fluían por las calles, alimentando la magia y la felicidad de la gente. Y en el centro de la ciudad, en el Museo de Memorias Olvidadas, un nuevo expositor estaba siendo preparado —uno que contaba la historia de la llave del Alba, de los dos amantes reencarnados y de cómo el amor había salvado el mundo.
Elara entró en el museo al día siguiente, lista para trabajar. Mikel le esperaba en el salón principal, con una sonrisa en la cara.
"Elara," dijo, señalando el expositor. "Está listo. Quieres ser la primera en verlo?"
Elara asintió y se acercó. El expositor tenía una estatua de dos personas agarradas de la mano, con una llave en la mano de la mujer. Encima, había una placa con las palabras:
"EL AMOR ES EL EQUILIBRIO. Y EL EQUILIBRIO ES LA LUZ QUE GUARDA EL MUNDO."
Elara sonrió, pensando en Kael. Sabía que habían hecho lo correcto, que su amor había sido la clave para salvar todo lo que amaban. Y sabía que, sin importar lo que viniera, estarían juntos, protegiendo el mundo y su amor durante todos los siglos que vinieran.
Mientras tanto, Kael entraba en el museo, buscando a Elara. Cuando la vio frente al expositor, se acercó y le cogió la mano.
"Te quiero," dijo, con una voz suave.
Elara miró a sus ojos verdes y sonrió. "Yo también te quiero," dijo.
Juntos, se quedaron mirando el expositor, pensando en el camino que habían recorrido y en el futuro que les esperaba. Y en el bolsillo de Elara, la llave del Alba brilló con un brillo suave, como si estuviera felíz de haber encontrado a sus guardianes.




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