La Llave Del Alba Olvidada

EL REGRESO DEL HEREDERO

CAPITULO 7
El sol de Aethermoor se alzó sobre los ríos de aether, que brillaban con un color verde esmeralda —un signo de paz que no se había visto desde antes del primer ataque del Abismo. Elara se despertó con la cabeza sobre el pecho de Kael, escuchando el latido de su corazón. Era un sonido tranquilo y seguro, que le recordaba que todo lo que había pasado en el mundo de los sueños era solo una ilusión.
"¿Despierta?" preguntó Kael, acariciando su pelo con su mano.
Elara sonrió y levantó la cabeza. "Sí," dijo. "He tenido un sueño bueno esta vez. Estábamos en el prado de flores azules, y el sol brillaba, y no había ninguna oscuridad."
Kael le besó la frente. "Ese sueño se hará realidad algún día," dijo. "Lo prometo."
En ese momento, escucharon el timbre de la puerta. Elara se levantó y se vistió rápidamente, mientras Kael sacaba su espada —aunque después de lo que había pasado, ya no estaban tan alertas como antes. Al abrir la puerta, encontraron a un hombre que nunca habían visto: era alto, con pelo rubio como el sol y ojos de color dorado. Llevaba una túnica de seda blanca, con bordados de oro que brillaban en la luz del sol.
"Disculpen la molestia," dijo el hombre, con una voz suave y educada. "Soy Aldric, heredero del reino de Lucerna —un mundo que está conectado a Aethermoor por el portal de las estrellas. He venido a buscar a los guardianes del equilibrio."
Elara miró a Kael, luego a Aldric. "Soy Elara, y este es Kael," dijo. "Somos los guardianes. ¿Qué pasa con tu mundo?"
Aldric entró en el apartamento y se sentó en el sofá. "El reino de Lucerna está en peligro," dijo. "Un ser llamado el Príncipe de la Noche ha tomado el trono, y está usando su magia de oscuridad para convertir a los habitantes en seres de sombra. He escuchado la leyenda de la llave del Alba y los guardianes que salvaron Aethermoor y el mundo desierto. Necesito su ayuda."
Elara sacó la llave del cajón del sofá, y el hilo de luz que se dirigía hacia las estrellas se conectó directamente a Aldric. "La llave nos confirma que tu mensaje es verdadero," dijo. "Tenemos que ir."
"Yo también voy," dijo una voz desde la puerta. Era Luna, que había llegado con Torvin. "Habíamos venido a desayunar, pero parece que tenemos un nuevo viaje."
Aldric sonrió. "Gracias," dijo. "Necesito toda la ayuda que pueda conseguir."
Se prepararon rápidamente. Luna cogió sus hechizos de luz y curación. Torvin cogió sus armas y amuletos de sombra. Kael se puso su armadura con detalles de dorado. Elara guardó la llave en su bolsillo interior y cogió su mochila con víveres.
Aldric llevó a los cuatro a la escuela de los Cielos, donde el portal de las estrellas aún estaba abierto —ahora con un brillo dorado que recordaba a Lucerna. "El viaje a mi mundo dura unas horas," dijo. "Es un mundo de luz y flores, de montañas de cristal y ríos de luz. Pero ahora... ahora está cubierto de sombras."
Los cinco entraron en el portal, y el viaje comenzó. Esta vez, no volaron por el espacio vacío —sino por un camino de luz que pasaba por bosques de estrellas y océanos de néctar mágico. Elara miró a su alrededor con admiración —había visto muchos mundos, pero ninguno tan hermoso como el camino hacia Lucerna.
Finalmente, aterrizaron en el reino de Lucerna. El cielo era de color azul claro, y el sol brillaba con un brillo dorado. Pero a lo lejos, se veía la capital del reino —una ciudad de cristal que ahora estaba cubierta de nubes negras. Las flores que crecían en el campo estaban marchitas, y los ríos de luz habían disminuido a un pequeño arroyo.
"Así es," dijo Aldric, con tristeza en su voz. "El Príncipe de la Noche llegó hace un mes. Tomó el trono después de matar a mi padre, el rey. Ahora, todos los que se le oponen son convertidos en seres de sombra."
Empezaron a caminar hacia la capital. Mientras avanzaban, encontraron a algunos habitantes del reino —seres de piel clara con ojos de color verde, que caminaban con expresiones vacías. Sus cuerpos estaban envueltos en sombras, y sus ojos brillaban con un brillo rojo.
"Los convertidos," dijo Aldric. "No pueden pensar por sí mismos. Solo siguen las órdenes del Príncipe de la Noche."
Elara cerró los ojos y se concentró. Los hilos del destino aparecieron, conectando a los convertidos a la capital y al Príncipe de la Noche. Sentía su dolor, su deseo de libertad. "Podemos curarlos," dijo. "Con la luz de la llave y el poder de nuestro amor."
Levantó la llave, y la luz dorada se extendió hacia los convertidos. Cuando la luz los tocó, sus sombras se desvanecieron, y sus ojos volvieron a ser de color verde. "Gracias," dijo uno de ellos, con una voz suave. "Habíamos perdido la esperanza."
Aldric sonrió con alegría. "Vamos," dijo. "La capital está cerca. Tenemos que llegar al trono antes de que el Príncipe de la Noche convierta a todos los habitantes."
Llegaron a la capital y entraron por una puerta pequeña que Aldric conocía. Dentro, la ciudad de cristal estaba oscura y silenciosa. Los edificios estaban cubiertos de sombras, y los ríos de luz estaban secos. Mientras caminaban por las calles, encontraron más convertidos, a los que curaron con la luz de la llave.
Finalmente, llegaron al castillo del rey —un edificio de cristal que se alzaba hasta el cielo. La puerta del castillo estaba abierta, y una luz negra salía de dentro. Aldric se adelantó y los llevó por un pasillo estrecho que llevaba al salón del trono.
Allí, en el trono de cristal, estaba el Príncipe de la Noche. Era un hombre alto y delgado, con pelo negro como la noche y ojos de color violeta oscuro. Llevaba una túnica de seda negra, con bordados de plata que brillaban en la luz negra. Alrededor de él, estaban sus guardias —seres de sombra con ojos rojos.
"Aldric," dijo el Príncipe de la Noche, con una voz suave pero maléfica. "Había pensado que te habías fugado para siempre. Y has traído amigos —los guardianes de Aethermoor. Eso es un error."
"Deja de esto, Valerius," dijo Aldric, con la voz firme. "Tu magia de oscuridad está destruyendo el reino. Devuelve el trono y pide perdón."
Valerius rio. "El trono me pertenece," dijo. "Tu padre no era un buen rey —era débil, y permitió que la magia de la luz se desvaneciera. Yo estoy devolviendo el poder al reino."
Alzó sus manos y envió una ola de sombras hacia los cinco. Torvin se adelantó y creó un escudo de sombra que detuvo las sombras. Luna envió un hechizo de luz hacia los guardias de sombra, que se desvanecieron cuando la luz los tocó.
"Elara, usa la llave!" gritó Kael, atacando a Valerius con su espada.
Elara levantó la llave, y la luz dorada se extendió por todo el salón del trono. La luz empezó a envolver a Valerius, empujando la oscuridad hacia fuera. Valerius gritó de rabia y atacó a Kael, pero Kael lo detuvo con su espada.
"Mira tu pasado, Valerius!" gritó Elara, mirando al Príncipe de la Noche. "Recuerda quién eres realmente."
Los hilos del destino se extendieron hacia Valerius, y Elara vio su pasado —era el hermano menor de Aldric, que había sido abandonado cuando era niño porque su magia era de oscuridad. Había crecido en la oscuridad, lleno de odio hacia su padre y su hermano.
"Eres mi hermano," dijo Aldric, acercándose a Valerius. "Yo nunca te olvidé. Padre también no te olvidó —era solo miedo. Miedo a tu magia, miedo a lo que podrías hacer."
Valerius se quedó inmóvil, sus ojos violeta mirando a Aldric. "Es cierto?" preguntó, con la voz temblorosa. "Padre no me odiaba?"
"No," dijo Aldric, cogiendo la mano de Valerius. "Lo amaba. Y yo también te amo, hermano. Siempre lo he hecho."
La luz de la llave se hizo más intensa, y la oscuridad que envolvía a Valerius se desvaneció. Su túnica negra se convirtió en blanca, y sus ojos violeta brillaron con luz dorada. "Perdóname," dijo, con lágrimas en los ojos. "He cometido demasiados errores. He matado a padre, he destruido el reino..."
"Padre te habría perdonado," dijo Aldric, abrazándolo. "Y yo también te perdono. Ahora, tenemos que reconstruir el reino juntos."
Mientras tanto, la luz de la llave se extendió por toda la capital, curando a los últimos convertidos y devolviendo la luz a los ríos y los edificios. Los habitantes del reino salieron a las calles, celebrando su libertad y su curación.
El salón del trono se llenó de luz dorada, y la voz del ser de luz que había sido el Señor del Abismo se escuchó en el aire:
"Habéis cumplido vuestra misión. El reino de Lucerna está a salvo. El amor y la hermandad han vencido a la oscuridad. Esto es el verdadero poder de los guardianes."
Los cinco se miraron, sonriendo. Aldric soltó a Valerius y se acercó a Elara y Kael. "Gracias," dijo. "Sin vosotros, el reino habría sido destruido. Quiero ofreceros un regalo —un trozo de cristal de Lucerna que nunca pierde su luz. Te ayudará a encontrar el camino en los momentos oscuros."
Le dio a Elara un trozo de cristal de color dorado, que brillaba con luz propia. Elara se lo guardó en su bolsillo, agradecida. "Gracias," dijo. "Lo cuidaré."
"Es hora de volver a Aethermoor," dijo Kael. "No sabemos qué nos espera allí."
Aldric asintió. "Te llevaré al portal," dijo. "Y si necesitáis ayuda en el futuro, el reino de Lucerna estará siempre a vuestra disposición."
Los cinco se dirigieron al portal de las estrellas, que estaba en el centro de la capital. Los habitantes del reino les acompañaron, saludándolos y agradeciéndoles. Cuando llegaron al portal, Aldric y Valerius les dieron un último abrazo.
"Cuídense," dijo Aldric. "Y que la luz de Lucerna les acompañe siempre."
Los cuatro entraron en el portal, y el viaje de regreso a Aethermoor comenzó. Esta vez, el camino estaba lleno de luz dorada y flores silvestres, y sentían como si su energía se hubiera renovado.
Aterrizaron en el patio de la escuela de los Cielos, donde la gente de Aethermoor les esperaba con aplausos y abrazos. Mikel se acercó a Elara y le dio un abrazo. "¡Bienvenidos de vuelta!" dijo. "Habíamos escuchado que habíais salvado otro mundo. Eres una heroína, niña."
Elara sonrió. "No fui yo sola," dijo. "Fueron todos —Kael, Luna, Torvin y Aldric."
Los días siguientes fueron de alegría y celebración. La alianza entre los Sombres Vigilantes y las escuelas de hechicería se fortaleció aún más, y empezaron a recibir mensajes de agradecimiento de otros mundos que habían escuchado la leyenda de los guardianes del equilibrio.
Un día, Elara y Kael volvieron al prado de flores azules. El trozo de cristal de Lucerna que Aldric le había dado brillaba en su bolsillo, y la llave en su mano brillaba con luz dorada. Se sentaron junto a las flores, agarrados de la mano.
"¿Crees que algún día todos los mundos estarán a salvo?" preguntó Elara.
Kael le cogió la cara con su mano. "Sí," dijo. "Porque hay gente como nosotros, que lucha por el amor y la luz. Y no nos rendiremos nunca."
Elara le besó en los labios, un beso suave y lleno de amor. "Siempre juntos," dijo.
"Juntos," repitió Kael.
En ese momento, la llave empezó a vibrar, y un nuevo hilo de luz se extendió hacia el cielo —un hilo más brillante que los demás. Elara miró el hilo, luego a Kael. "El próximo mundo es el más peligroso," dijo. "Lo siento."
Kael apretó su mano. "No importa," dijo. "Estamos juntos. Y eso es lo único que importa."
Mientras tanto, en el centro del universo, el verdadero Abismo se movía con furia. Había sentido la victoria de los guardianes en Lucerna, y su odio había crecido. "Los guardianes," gruñó. "Vosotros me habéis robado dos mundos. Pero el próximo será mío. Y entonces, todo el universo conocerá la oscuridad."
Pero en Aethermoor, en el prado de flores azules, Elara y Kael se quedaron mirando el cielo, listos para enfrentar el próximo desafío. Sabían que el camino sería difícil, pero también sabían que tenían el poder del amor, la amistad y la luz de Lucerna con ellos. Y eso era suficiente para enfrentar cualquier oscuridad.




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