La Llave Del Alba Olvidada

EL LUGAR DONDE LAS ESTRELLAS CRECEN

CAPITULO 10
Cinco años habían pasado desde que Elara y Kael habían salvado el universo en el Corazón del Universo. Aethermoor había cambiado —era más brillante, más vibrante, llena de gente de todos los mundos que habían venido a vivir en paz. El prado de flores azules se había convertido en un lugar sagrado, donde parejas venían a hacer votos de amor y amigos se reunían para celebrar.
Elara se despertó con la luz del sol en la cara, acostada en la cama que compartía con Kael. En su vientre, sentía el latido de su hijo —iban a ser padres en unos meses. Kael estaba aún dormido, con la mano sobre su vientre, como si estuviera protegiendo al bebé incluso en sus sueños.
"Despierta, mi amor," dijo Elara, acariciando su pelo. "Tenemos una reunión con la alianza hoy."
Kael se despertó con una sonrisa, abrazándola. "¿Ya?" preguntó. "Quería quedarme aquí un rato más, contigo y con él."
Elara sonrió. "También yo, pero la alianza necesita nosotros. Los guardianes de los otros mundos han llegado para la reunión anual."
Se levantaron y se vistieron. Elara llevaba una túnica de seda azul claro que resaltaba su vientre, y la llave del Alba colgaba de su cuello, brillando con luz dorada tenue. Kael llevaba su armadura con detalles de dorado y verde, pero ahora era más ligera, adaptada a su papel de líder de los guardianes.
Bajaron a la cocina, donde Luna y Torvin ya estaban esperando con desayuno. Luna llevaba una túnica de púrpura y tenía un bebé en sus brazos —su hija, Lyra, llamada en honor a la Reina del Frío que habían ayudado. Torvin estaba al lado de ella, acariciando el cabello de la niña.
"Buenos días," dijo Luna, con una sonrisa. "Lyra se despertó temprano hoy, está emocionada con la reunión."
Elara se acercó y besó la frente de la niña. "Es tan bonita como su madre," dijo.
Torvin sonrió. "Y tan fuerte como su padre," dijo. "Ya está empezando a mostrar magia de sombra y luz —un equilibrio perfecto."
Mientras desayunaban, hablaron de la reunión. Los guardianes de los mundos de Lucerna, el desierto y los hielos helados habían llegado a Aethermoor, junto con representantes de otros mundos que habían empezado a formar su propia guardia de equilibrio.
"La alianza ha crecido mucho en estos cinco años," dijo Kael. "Ahora, todos los mundos trabajan juntos para proteger el equilibrio. Eso es lo que siempre quisimos."
Después del desayuno, se dirigieron a la escuela de los Cielos, donde la reunión se celebraba en el patio central. El patio estaba lleno de gente de todos los colores y formas —habitantes de Lucerna con pelo dorado, de los hielos helados con ojos azules helados, del desierto con piel gris. Aldric y Valerius estaban allí, ahora reyes juntos de Lucerna, con su propia familia. Lyra, la Reina del Frío, estaba con Borin, el líder del mundo de los hielos helados.
"Elara! Kael!" gritó Aldric, acercándose a ellos con Valerius. "Qué alegría verlos! Hemos oído la noticia —felicidades por el bebé!"
Elara sonrió y tocó su vientre. "Gracias," dijo. "Espero que sea un buen guardian, como vosotros."
Valerius sonrió. "Seguramente lo será," dijo. "Con padres como vosotros, no puede ser de otra manera."
La reunión empezó con un discurso del director de la escuela de los Cielos, que habló de la importancia de la alianza y el equilibrio. Luego, cada guardián habló de los progresos de su mundo —cómo habían reconstruido, cómo habían enseñado a los jóvenes a usar su magia con responsabilidad, cómo habían mantenido la paz.
Cuando llegó el turno de Elara, se acercó al centro del patio y miró a todos los presentes. "Cinco años atrás, Kael y yo fuimos llamados a ser guardianes," dijo. "No sabíamos lo que nos esperaba —teníamos miedo, dudas, pero también teníamos amor y amistad. Eso es lo que nos ayudó a salvar el universo."
Miró a Kael, luego a Luna y Torvin. "El equilibrio no se mantiene solo con magia," dijo. "Se mantiene con amor, con amistad, con el deseo de ayudar a los demás. Cada uno de vosotros es un guardian —porque cada uno de vosotros tiene el poder del corazón."
La gente aplaudió, y Elara sacó la llave del Alba. La llave empezó a brillar con luz dorada intensa, y los hilos del destino se extendieron por todo el patio, conectando a todos los presentes en un tejido de luz. "Hoy, quiero hacer algo especial," dijo. "Quiero abrir un nuevo portal —un portal que conecte todos los mundos en un solo lugar, donde podamos reunirnos, aprender, celebrar. Un lugar donde las estrellas crezcan."
Levantó la llave, y un portal de luz arcoíris se abrió en el cielo sobre el patio. El portal era diferente a los demás —no llevaba a un mundo específico, sino que conectaba a todos los mundos a la vez. Desde el portal bajaron flores de todos los colores, luz mágica y el aroma de flores silvestres y néctar.
"Este es el Portal de las Estrellas Crecidas," dijo Elara. "Un lugar de paz y unidad para todos los mundos. Que siempre esté abierto, para que nunca nos olvidemos de que estamos juntos."
La gente celebró con alegría, abrazándose y riendo. Los niños corrieron por el patio, cogiendo las flores que bajaban del portal. Aldric y Valerius se acercaron a Elara y le dieron un regalo —un cristal de Lucerna que brillaba con luz de todos los colores, para colocar en el centro del portal.
"Para que la luz de Lucerna siempre acompañe a todos los mundos," dijo Aldric.
Lyra, la Reina del Frío, le dio otro regalo —un cristal de hielo que se derretía y volvía a formarse, simbolizando el equilibrio entre el calor y la frío. "Para que nunca olvidemos la importancia de la balanza," dijo.
Elara colocó los cristales en el centro del portal, y la luz arcoíris se hizo más intensa. El portal se convirtió en un lugar de belleza indescriptible, donde las estrellas parecían crecer de la luz misma.
Más tarde, cuando la reunión terminó, Elara y Kael se dirigieron al prado de flores azules, acompañados de Luna, Torvin y sus hijos. Lyra, la hija de Luna y Torvin, corrió por el prado, cogiendo flores azules y riendo. Elara se sentó en el suelo, con Kael al lado suyo, y tocó su vientre.
"¿Crees que él verá este lugar cuando nazca?" preguntó Kael.
"Claro que sí," dijo Elara. "Y le contaremos la historia —la historia de cómo los guardianes salvaron el universo, de cómo el amor venció a la oscuridad, de cómo se creó un lugar donde las estrellas crecen."
Luna se sentó junto a ellas, con Lyra en sus brazos. "Los niños de hoy serán los guardianes de mañana," dijo. "Y tendrán nuestra historia para guiarles."
Torvin asintió. "Y tendrán el portal para conectarlos con todos los mundos," dijo. "Nunca estarán solos."
En ese momento, el ser de luz del Corazón del Universo apareció en el prado, envuelto en luz blanca. "Elara, Kael," dijo, con una voz suave. "He venido para darle mi bendición al bebé."
Se acercó y colocó su mano sobre el vientre de Elara. La luz blanca se extendió hacia ella, y Elara sintió un calor suave en su cuerpo. "Este bebé llevará el poder del equilibrio en su corazón," dijo el ser de luz. "Será un puente entre los mundos, un guardian de la paz. Que su vida sea llena de amor y alegría."
Con esas palabras, el ser de luz se desvaneció, pero su luz quedó en el prado, haciendo que las flores azules brillaran con más intensidad.
El sol empezó a ponerse, pintando el cielo de colores rojos, naranjas y púrpuras. El portal de las estrellas crecidas seguía brillando en el cielo, conectando todos los mundos. Elara se recostó en el pecho de Kael, escuchando el latido de su corazón y el de su hijo.
"¿Estás feliz?" preguntó Kael.
Elara sonrió. "Más que nunca," dijo. "Tenemos a nuestra familia, a nuestros amigos, a todos los mundos en paz. Tenemos un lugar donde las estrellas crecen. ¿Qué más podríamos desear?"
Kael le besó la cabeza. "Nada," dijo. "Esto es perfecto."
Mientras se quedaban allí, en el prado de flores azules, con la luz del sol poniente y el portal de las estrellas crecidas brillando en el cielo, Elara pensó en todo el camino que habían recorrido. Habían empezado como dos extraños, con recuerdos fragmentados de un amor pasado, y habían llegado a ser los guardianes del universo, con una familia y un futuro lleno de esperanza.
Los hilos del destino se extendían por todo el universo, conectando a todos los seres en un tejido de amor y amistad. La llave del Alba brillaba en su cuello, el cristal de Lucerna y el de hielo brillaban en el portal, y la luz del ser de luz llenaba el prado.
El mundo estaba en paz. Los mundos estaban conectados. El amor había vencido.
Y en el prado de flores azules, donde todo había empezado, las estrellas crecían cada día más brillantes, iluminando el camino para las generaciones venideras.




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