Me encontraba en mi habitación: la academia se había quedado totalmente en silencio aquella noche. Llovía. Me quedé mirando hacia las cosas que tenía sobre mi escritorio, acto seguido vinieron una gran cantidad de recuerdos a mi cabeza de una forma bastante acelerada. Tenía tantas cosas con tantos significados en mi habitación... De todos los objetos que descansaban sobre mi mesa, el que más captaba mi atención era una foto donde aparecía uno de mis antiguos compañeros de clase.
A pesar de haber yo movido muchos hilos, sin duda él fue el protagonista de la historia que todos los alumnos de la academia vivimos, incluso me atrevería a afirmar que fue el protagonista de mi propia vida...
En la historia que involucró a todos los estudiantes, él fue el primero que se encontró con la llave maldita; en la historia de mi vida, él fue el último. Por cierto, esa desgraciada, tenía la osadía de estar aun delante mía, en mi habitación, en la academia, sin ningún reparo.
Volviendo a este chico, a este amigo, a esta pareja: él se encontró una noche con ese maldito objeto, poco después lo haría también con una puerta que se encontraría radiando luz en mitad de la oscuridad. Lisandro abrió esa malaventurada puerta con esa asquerosa llave... Ahí fue cuando la academia entera caería completamente rendida ante una maraña de maltratos por parte de un caótico ente.
Ese destructor... Todas las furias que desató sobre nosotros fue haciendo uso de magia oscura. Nada era más poderoso que eso. Varios de los estudiantes comenzamos a sufrir muchísimo, algunos incluso murieron en el camino. Y entre esas deprimentes cifras de personas que no habían tenido suerte en la vida, se encontraba Lisandro.
De lo que me queda de él están los recuerdos. Ellos, por suerte, ahora no solo viven en mi cabeza sino también en mi escritorio. Y es que no solo tenía una imagen de todo el cuerpo de Lisandro, también tenía sus palabras. Él me había dado un poema durante esa vivencia traumatizante en la que estuvimos todos involucrados.
Tras estar un rato contemplando la foto, me puse en pie, salí de mi cama y comencé a leer su contenido, no sin soltar lágrimas. Lágrimas de felicidad. Porque Lisandro no estaba solo en el pasado, Lisandro también se encontraba en el futuro. Y en algún momento, volvería al presente.
Al lado de sus palabras, se encontraba su mano: la suya de verdad. Y al lado de su mano, se hallaba su brazo; no el de verdad, si no el de mi prototipo. Todo mi escritorio estaba lleno de recuerdos pero, aún mejor, estaba plagado de imaginaciones. En el corcho que tenía sobre la mesa, había muchos planos de cómo iba a recrear a Lisandro. Muchos papeles donde había anotado todo sobre como lo resucitaría, basándome en la información escrita en los cuadernos sobre como era anteriormente su cuerpo, su corazón, su mente y su espíritu...
Me quedé mirando la llave maldita, por algo yo era la que la guardaba de todas las personas que habían estado involucradas en la desgracia. Seguro que si esta vez le daba un buen uso, definitivamente este chico de abrir esa puerta hacía la muerte, sería el último.