La Llegada De Freyja

Prólogo

Advertencia: está historia es una fusión entre el famoso mito de "Apolo y Jacinto" y los diversos mitos nórdicos. Por lo tanto la pareja principal esta conformada por dos mujeres (una diosa y una mortal), por ello se pide una mente abierta para la lectura.

¡Gracias a Jael Vasquez Zabala por ser mi editora haber hecho los edits de mi historia! Además de ser la que me dio esta idea.

El fuego azul ondeaba tenuemente a la vez que consumía la madera en la cual reposaba, aunque no era un problema la irregularidad con la que ardía aquella llama, al contrario, el hombre observaba con curiosidad la llama, ignorando por completo el a...

El fuego azul ondeaba tenuemente a la vez que consumía la madera en la cual reposaba, aunque no era un problema la irregularidad con la que ardía aquella llama, al contrario, el hombre observaba con curiosidad la llama, ignorando por completo el atroz frío de aquel infierno helado.

El hombre permaneció inmóvil observando aquel singular fuego,  el cual danzaba con elegancia y delicadeza, Ollmhór se deslizó hacía el frente a la vez que las gotas de lluvia de la humedad de aquella cueva seguía amenazando la vida del fuego. Era difícil ser un exiliado, más cuando se quedaba atrapado en un reino tan mortífero como lo era jotunheim, sin ninguna clase de salida, el hombre corría el peligro de ser capturado y cazado por los de su propia especie, ¿La razón? Había demostrado no ser como los demás, ser sanguinario y cruel, pero aún más importante: era cambiaformas jamás antes visto; Ollmhór no solo podía controlar su estatura y fuerza, no, también poseía el control de las artes oscuras y sin sentido que podía encontrar, además de ser un temerario guerrero que destruía todo a su alrededor sin tener muestras de piedad alguna. No había mucho que explicar en aquel poderoso y extraño ser, salvo una cosa.

El sin sentido era demasiado para él.

La guerra era algo que no tenía lógica, eso estaba claro, pero pronto esas mismas cosas le estaban pasando factura, esas cosas que amaba dejaron de hacerlo feliz, ya no podía sentir.

Era un precio a pagar por semejante poder.

Misma habilidad que le permitía acabar a todo aquel que se pusiera en su camino, todos, todos caerían bajo sus pies, ¿No era acaso eso divertido? ¿Tener poder sin límites? No, eso hacía que todo perdiera el sentido y sin sentido no hay razón y en ausencia de la razón llegaba la locura a ocupar su lugar. O eso le había dicho su maestro antes de matarlo, al igual que lo hizo con toda su familia y comunidad, no los necesitaba, no eran más que simples y banales seres que tarde o temprano caerían a sus pies, fuera por voluntad propia o por el puño de hierro que Ollmhór impondría a los de su raza, pero...¿Qué haría después? Imaginaba a la perfección el plan de la conquista y como lo lograría, a la vez se imaginaba dicha satisfacción, pero después venía el gran dilema de qué hacer después.

Tanto poder y no tener límite hacía que todo fuera aburrido, demasiado y para Ollmhór — que ya había vivido sientos de experiencias y sensaciones — ya todo se había vuelto tediosamente aburrido, tanto que sólo anhelaba un digno desafío o al menos que la locura lo consumiera por completo y de esta forma acabar con su eterno aburrimiento.
La fuerte tormenta azotó el helado témpano que cubría a Ollmhór de su crueldad, los rayos plateados impactaron con ferocidad el suelo provocando que el fuego temblará al igual que la tierra, pero Ollmhór no se inmutó.

Había tanta sangre en sus manos que ya todo le daba igual.

Pero fue entonces que lo vio: unas luces surcaron el cielo y allí, junto a las luces, estaba un carruaje glorioso, uno el cual portaba al ser más bello de la tierra: Freyja; la diosa condujo ingenuamente su carruaje sobre el cielo oscuro, restándole importancia a un par de ojos que observaban su dorado ser, mismos ojos cuya intención era dudosa hasta para el propio portador. Pero antes que si quiera pudiera recuperar el aliento que el majestuoso ser le había arrebatado con la misma facilidad con la que apareció, Freyja desapareció.

— ¿Una diosa?

Debía ser, era imposible que un ser tan bello fuera un simple mortal o hechicera, debía ser alguna extraña divinidad. Ollmhór volvió a las entrañas de la cueva, fijando su vista en el fuego: ahora la conquista de jotunheim no le parecía tan aburrida, quizás así podría captar el interés del bello ser; el fuego se movió con velocidad cuando el aliento putrefacto de Ollmhór sopló sobre el, haciendo que de la nada la figura de aquella mujer se manifestará en la llama, Ollmhór se apresuró a intentar sujetarla, pero está reaccionó quemandole las manos. El gigante retrocedió, observando la danza involuntaria que aquella mujer de fuego le regalaba, el gigante acercó sus dedos sin tocarla, decidido que esa era una señal del destinó, así podría acabar su eterno aburrimiento.

Tomando su hacha y su lanza, Ollmhór camino con firmeza hacía la capital de jotunheim, listo para matar y doblegar a cualquiera que se atreviera a ponerse en su camino, porque de algo estaba seguro:

Freyja sería suya, toda suya, aunque tuviera que quemar los nueve reinos, Freyja sería suya.

 




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