La Llegada De Freyja

10. La ayuda de los enanos

— ¡AREN!

Amär intentó correr hacia ellos con la intención de defender a su padre pero justo cuando estaba arriba de ambos lista para saltar y derribar a esa sombra Freyja la detuvo.

— ¡Vaya! Eitri, ¿Por qué no me sorprende?

El enano forjador le sonrió a Freyja inclinando suavemente su cabeza.

— ¡Pero si es la bellísima Freyja! ¿Qué la trae a los dominios del dios de las travesuras? Y con — Eitri miró sonriente a Aren, que lo observaba confundido, aún apretando su mano herida contra su pecho — este ser tan singularmente bello.

— Es uno de mis brujos, a estas alturas es imposible que no sepas qué es lo que hago aquí.

Eitri se rasco su frondosa barba, fingiendo como si meditara algo.

— ¿Hablas de que te encarnaste en contra de tú voluntad y perdiste la mayoría de tus poderes?

Freyja rodó los ojos.

— ¿Y qué más va hacer? Mejor no me hagas perder el tiempo y dime: ¿De qué forma podemos salir de este laberinto sin sentido?

Eitri avanzó un poco hasta llegar frente a un muro, justo en ese momento alzó su vista hacía a Amär y sin dejar de frotarse la barba se giró nuevamente para encarar a la orgullosa diosa.

— He venido muchísimas veces, ahora mismo acabo de tomar el laberinto como un atajó para poder ir de un mundo a otro, como herrero principal que soy debo viajar mucho, por eso conozco a la perfección cada rincón de este laberinto, con gusto te daré la respuesta que necesitas, pero no será grátis querida Freyja mía.

Freyja bufó molesta antes de alzar la falda de su vestido, sacando de su cintura un cinturón cubierto de joyas y oro, siempre y cuando el enano no le pidiera su collar, el Brisingamen, estaría dispuesta a darle lo que quisiera, aunque eso incluyera regalarle a Amär, inconscientemente Freyja se llevo las manos al cuello, llevándose la desagradable sorpresa de encontrarlo vacío, ya había olvidado que Ollmhor se lo había robado, aunque pronto iba a recuperarlo.

El enano sonrió aceptando el cinturón con mucho gusto.

— Con esto bastará.

Eitri tomó el cinturón dorado y lo guardo entre su frondosa barba para posteriormente sacar de su misma barba una antorcha cuya llama azul se asemejaba mucho al fuego que Aren había forjado.

— Con está antorcha verán el caminó correcto, es fuego sin sentido, por eso el laberinto no lo notará. La antorcha únicamente brillará si está en el camino correcto.

Amär tomó la antorcha todavía desde la cima del muro, liberando por fin la luz del sol, Freyja inclinó levemente la cabeza en señal de agradecimiento y Eitri imitó su acción.

— Cuando la antorcha cambie de color es porque ya han llegado a su destino.

Freyja le sonrió dulcemente, parecía auténticamente aliviada por su presencia y ayuda.

— Has sido de mucha ayuda, Eitri.

— Cualquier cosa para mí diosa.

— Eres muy cordial.

Eitri se le quedó viendo embobado y sin avisar nuevamente la apariencia de Freyja volvió a cambiar: ahora era morena, de ojos avellanas y un bellísimo cabello oscuro ondulado, el vestido cremoso de Freyja hizo aumentar la belleza de aquella piel morena. El enano abrió su boca encantado por la mujer que veía, Freyja sonrió algo cansada, había recibido esa clase de miradas demasiadas veces, tantas que ya le daba igual, ya no sentía nada al respecto, Eitri notó la mirada de Freyja y alejándose un poco dijo:

— Ahora si me disculpan, debo irme y continuar mí viaje, ojalá que recuperé su poder, señora mía

 Eitri desapareció entre las sombras del pasillo, sin dejar algún indicio de su existencia siquiera.

Freyja miró a Amär y con una seña le indicó que ya era seguro bajar.

— Vamos Amär, usted nos guiará.

Amär alzó la barbilla orgullosa, no iba a deshonrar a Freyja. Los tres caminaron en silencio por los pasillos de piedra, ignorantes de las sombras que les seguían y que no eran suyas. 

Amär caminaba en frente de ellos con la antorcha en alto, sin mirar atrás. Freyja siguió ciegamente a la muchacha, confiaba en ella, Amär era de corazón noble y su único deseo era servir, de cierto modo eso era triste, pues le daba un sentido a su vida limitado, únicamente recayendo en que el sentido de su vida dependía de alguien más, de la voluntad de alguien ajeno a la voluntad de ella, por alguna extraña razón eso le gustaba a Freyja: la diosa ya se había imaginado lo que haría a penas recuperará su forma, primero que todo eliminaría de la faz de la tierra a Einar, después llevaría a Amär con sus valquirias para que estás la entrenarán y se uniera a sus filas en la batalla, para que le sirviera eternamente; a Aren lo haría más poderoso y le daría cuanto pidiera, después de todo ambos la había ayudado.

A veces Freyja se preguntaba cómo sería Amär con ella sino fuera una diosa, aún sin saber que no era una diosa Amär la arrojó al portal con la intención de salvarla, eso solo reflejaba la bondad en su corazón.

Aunque Amär no fuese hermosa su corazón lo compensaba, su alma no era pura, pero tampoco algo horripilante de apreciar, al contrario, estaba a un nivel más que aceptable para entrar en el codiciado Valhalla, ya que en sí, Amär era una luchadora nata, una guerrera vikinga, solo le faltaba entrenar un poco más.

— ¿Qué es eso? — Aren retrocedió asustado.

Amär empujó suavemente a Freyja hacía atrás de ella, con la intención de protegerla, sin mucha esperanza Amär movió sus dedos invocando la presencia de su espada y para su sorpresa está apareció, todo indicaba que la antorcha anulaba la ley de la magia unigénita de Loki, permitiendo que otras clases de magia de proyectarán en las entrañas del laberinto.

— ¡Atrás! — ordenó Amär entregando la antorcha a Freyja.

Allí en los muros de piedra se veían proyectadas sus sombras, aunque parecían solo eso, sombras, la sensación de peligro aún moraba en el corazón de la guerrera, la diosa y el brujo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.