La Llegada De Freyja

11. El castillo de Loki

Los árboles rugían ante el viento, como una feroz bestia salvaje

Los árboles rugían ante el viento, como una feroz bestia salvaje.
El viento soplaba con tanta fuerza que por un momento Freyja creyó que Amär y Aren saldrían volando, pero no lo hicieron. Rápidamente se apresuraron a entrar al pastizal que rodeaba el castillo, con Amär al frente lista para matar y de ser necesario, morir. Sería un honor morir bajo el mandato de Freyja.

Los altos pastos cubrían su cabeza, haciendo que una bruma verde los cubriera, Amär estaba en posición de alerta, miraba a todas las direcciones posibles con tal de asegurarse que nada malo sucediera o que algo antinatural estuviera pasando, lo cual era una tarea extraordinariamente difícil, ya que al estar en los dominios de Loki cualquier cosa podría pasar.

Aren observó la herida de su mano cicatrizar poco a poco, calmando las molestias que le provocaba, el brujo sentía una extraña paz, una que lo mantenía en alerta. Puede que estuviera ayudando a un diosa, pero...¿Qué pasaría después? Freyja no de había declarado abiertamente enemiga de Einar, por ende existía la posiblidad de que no le importará e hiciera caso omiso a sus problemas, después de todo ella no les debía nada, al contrario, ellos le debían mucho al haberle revelado el secreto de la magia y sus maravillas, no les alcanzaría la vida para poder pagarle.

Cuando Aren había conocido a Einar este tan sólo era un chiquillo, que había sido devorado por la catástrofe de la guerra, tan fuerte como un león, tan veloz como un águila y tan inocente como cualquier niño, un niño cuya infancia había sido arrebatada, era simplemente injusto que hubieran sometido a semejante criaturita a un sufrimiento de tal magnitud, claro que a ellos eso les importaba un comino, para los bárbaros como Einar lo único que valía era el poder y las conquistas, por eso había sentido compasión por ese niño, quizás él podría romper el ciclo, convertirse el alguien bueno, un líder nato que velará por el bien de su nación, pero eso no funcionaba, no con él, al final Einar resultó ser peor de lo que alguna vez Aren pensó.

Aún así se sentía responsable, si hubiera dejado que sus guerreros lo mataran quizás nada malo habría sucedido, aunque en el fondo Aren sabía que no era verdad, jamás permitiría que dañarán de tal manera a un niño, sin importar su procedencia o crímenes, jamás. Pero...¿Y sí él lo hubiera criado? Jamás se le pasó por la cabeza tener un hijo, con Amär sentía que era más que suficiente, la muchacha a veces podía ser una auténtico dolor de cabeza, en lo personal Aren jamás habría tenido hijos, no es que no quisiera a los niños, los niños siempre serían el enfoque principal de la vida, sólo que no se sentía capaz de poder cuidar de un bebé solo, después de la muerte de su esposa no tuvo más opción que criarla sólo.

Aunque eso no era de todo cierto, ya que Amär había sido secuestrada junto al resto de su pueblo cuando tan sólo tenía 12 años.

Aren enterró sus dedos en la herida, volviendo a abrir el corte, dejando la sangre fluir nuevamente, se sentía culpable, su tribu, su hija, incluso su diosa padecían por su culpa, si tan sólo lo hubiera matado, lo hubiera dejado morir, nada de esto habría pasado. Aren recordó a Einar: el frondoso follaje que era su barba, las cicatrices ásperas que conformaban su piel, sus labios tan curvos como un riachuelo, sus ojos tan azules como el océano, pero tan misteriosos y a la vez peligrosos como el mar, las magulladas y maltratadas manos que siempre sostenían una espada, un arma filosa hecha con el mismo material destructivo con el que fue hecho la Luna, tan destructivo y peligroso como ella, tan letal, tan mortal.

Ya no quedaba nada del niño inocente que fue una vez.

— ¡Alto! — Aren observó hacía el frente, notando que algo se movía por el rabillo del ojo.

Sin dudarlo Amär se abalanzó contra la sombra tras Aren, clavando su espada en la nuca de la sombra, revelando a un extraño y gran lagarto, el animal grito dejando salir de su boca chorros de veneno, un veneno negro que hizo a la tierra desintegrar, el animal se retorció y Amär aprovecho para saltar sobre la criatura, para jalar de la espada y utilizando su propio peso partirle la columna, el lagarto cayó al suelo muerto.

— No sabía que eras tan buena luchando. — recalcó Freyja asombrada — Quizás decida reclutarte para mis valquirias, ¿Qué opinas?

Amär se inclinó con magnificencia.

— ¡Sería un honor!

En ese momento más sombras se pasearon velozmente por el pastizal, dejando en claro que estaban en una zona de riesgo. Aren y Freyja corrían mientras Amär destruía a los lagartos. La muchacha blandió su espada decapitado a dos lagartos de un solo golpe, pero con cada lagarto que mataba, diez más aparecían.
Sin más opción corrieron através de las frondosas hojas que les cortaban la piel, hasta finalmente llegar a él castillo de roca frente a ellos. Sin dudarlo entraron cerrando las pesadas puertas tras de ellos, observando con cautela a su alrededor. Al instante el sin sentido del castillo: escaleras imposibles que iban a ningún lado, ventanas que revelaba algunas el día, otras la noche y otras el azul del océano, pero lo que más los extraño fueron las múltiples bocas en las paredes, que parecían susurrar cosas sin emitir sonido alguno.

— ¿Quién osa invadir mí morada?

La voz grave y masculina hizo eco por todo el castillo, haciendo la estructura temblar. Freyja acomodó su melena tras la cintura y sin dudarlo contesto:

— ¡La misma diosa a la cual dejaste en midgard abandonada!




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