La Llegada De Freyja

15. El amor también puede morir

Amär cayó con fuerza contra el rocoso suelo, cortando su piel en diversas partes, causando un ardor furioso contra su piel a la vez que la tierra y demás partículas del suelo se habría paso entre sus heridas, aferrándose a su carne expuesta, de la misma forma en que ella se aferraba a la vida durante la mortífera batalla de la cual acababa de ser salvada. Rápidamente la joven vikinga giro para ver el portal desaparecer, la muchacha se sintió sumamente frustrada, había perdido la oportunidad de luchar en honor de su diosa, no solo eso, sino que había visto a la poderosas valquirias perecer de formas horripilantes frente a ella, Amär sujetó su estómago sintiendo las arcadas mientras vomitaba recordando la imagen de las poderosas mujeres muriendo: los órganos flotando por los aires, la sangre salpicando las espadas de hierro, los rostros llenos de éxtasis de los gigantes al matar a alguien y el feroz sonido de la guerra.

Amär no pudo evitar llorar, no al recordar los múltiples cuerpos en el suelo, gigantes, asgardianos y valquirias por igual, nadie tenía escapatoria de la mirada de Hela, más bien, su dolor e impotencia se debía al vivo recuerdo del cuerpo de Helga ser partida por la mitad y arrojado como si fuera cualquier trozo de basura, para después ser pisoteado por los demás gigantes y valquirias que ignoraban su cuerpo en el suelo, pero sin duda a quien le había ido peor fue a Brunilda: Amär la vio morir mientras se alejaba en el carruaje de Freyja y vio claramente como era sujetada del cuello por el gigante, a la vez que intentaba herirlo con su lanza, el gigante tomó su espada y con fuerza empalo a Brunilda por la boca, haciendo que el otro extremo de la lanza saliera por su espalda, junto a su espina dorsal. Lo peor de todo es que la feroz guerrera no murió al instante, Amär la vio moverse unos minutos más mientras la sangre se deslizaba por la lanza que la mantenia elevada del suelo; Amär vio sus brazos moverse a la vez que movía su cabeza clavada en su ahora hueco cráneo.

Pero ahora estaba a salvo, lejos de la muerte y la guerra.

En midgard el sol se estaba ocultando tras las montañas, dando una hermosa vista de la ciudad, pero desafortunadamente los ojos de Amär - que estaban a punto de explotar gracias a las presuntuosas lágrimas que se negaban a salir por orgullo y ocultarse por timidez - le negaban aquel gallardo paisaje, sin aguantar más y negándose a seguir manteniendo su orgullo Amär se desistió y liberó sus sentimientos, obligando al agua acomulada en sus ojos a caer. Era simplemente patética, demasiado patética, creía ser una guerrera cuando en realidad ni siquiera soportaba los horrores de la guerra, ese dia Amär descubrio lo exiguo de su existencia y lo efímero de su valor, las propias valquirias con las que brevemente había convivido lo sabían.

"- ¿Dices que nuestra diosa te envío con nosotras para unirte a su ejército? -cuestiono Sigrdrífa, apuntando a Amär con una espada.

Si - alego Amär ante la mirada de dubitación de las mujeres.

Cruzo por un portal de Freyja, debe ser verdad.

Imposible, - replicó Þrúðr - ¡Ni siquiera debe saber usar una espada! ¡Mirenla! ¡Es una debilucha!

Si nuestra diosa la trajo debe ser por una razón, - Amär advirtió el comportamiento hostil, pero no se opuso, después de todo en el campo de batalla les daria una leccion"

Pero lamentablemente eso nunca paso, era una cobarde, sino fuera por Helga y Brunilda seguramente ya habria perecido en batalla, a lo mejor Freyja solo la había llevado con la intención de agradecerle su cuidado o...

- ¡No puede ser! - Amär se llevó los dedos a los labios, recordando la calidez de la diosa sobre ellos.

¿Acaso eso realmente había sucedido? ¿Era por eso que la diosa la había llevado a su lado? Fuera cual fuera la razón Amär sentía el ellipsism del porvenir junto a la diosa, su corazón se estremecía de tan solo recordarlo, la seguridad que sentía cuando estaba junto a la diosa era increible, pero lo mas importante: Amär la amaba, de eso estaba segura. Nada ni nadie se comparaba ante el incesante placer que sentía al estar junto a Freyja, la encarnación de la belleza era todo aquello que alguna vez habría podido querer o desear.

En ese momento perecer por amor no le parecía una idea tan radical.

Allí, parada en la montaña que daba directamente al valle en donde se ubicaba aquel mayestático reino Amär pudo escuchar la repercusión de la danza homicida que las espadas provocan al chocar entre sí, la petulante imagen de una batalla se instaló en su mente y sin más opción materializó nuevamente su espada en sus manos, descendiendo por la montaña, para unirse al derramamiento de sangre.

#####

Aren invoco un campo de aire a su alrededor, evitando que los látigos rúnicos lo tocaran y por consecuencia le quitaran temporalmente su mágica potestad.

- ¡Corran! - ordenó Aren manteniendo a los bárbaros a raya.

Los miembros de su extinta tribu obedecieron, a la vez que la barbarie de Einar se abría paso entre sus demás guerreros, Einar apretó con fuerza la punta de su ballesta antes de liberar la flecha que habilidosamente consiguió penetrar aquel campo de fuerza, Aren levantó un muro de fuego frente a el que logró desviar la flecha, pero no lo suficientemente rápido como para evitar que esta le cortara la frente, Aren se desplomó en el suelo sintiendo como la visión de su ojo izquierdo se veía empapado por la sangre. Einar se bajó a su altura en el suelo, acariciando su cabello negro, Aren sollozo al sentir las manos del hombre sobre su cabeza, mientras aún cubría su ojo con su mano.

- Por Favor...- rogó mirando al suelo, con Einar auen profanando su cuerpo con su mirada y tocando su cabellera negra - Para, ambos sabemos que esto terminara con uno de los dos muriendo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.