La Llegada De Freyja

16. La diosa del amor se enamoró.

La Melodía rompió el silencio del atardecer, que gustoso recibía el anochecer, el índigo del cielo raso daba sus últimos suspiros. La paz y la tranquilidad habían desaparecido, un canto entonado por una voz femenina arrullaba a las criaturas de la noche, el canto era tan etéreo que ningún mortal sería capaz de apreciar su magnificencia, con exepción de una, de Amär.

La bruja sonreía y movía su cabeza al ritmo de la canción, era tan suave y delicada, tan bella aquella melodía, simplemente era increíble que tanta belleza fuera entonada con tanta pasión. Pero de repente la melodía cesó, el ambiente pacífico y armonioso se destruyó por completo, Amär observó a sus alrededores extrañada, no recordaba con claridad el haber escuchado esa melodía empezar pero con la desaparición de aquella canción todo a su alrededor le parecía ajeno, era como si esa canción la complementará, como si fuera parte de ella.
Amär se levantó de su improvisado campamento y deambuló por el bosque, en busca de la dueña de tan preciosa voz.

Pesé a la eterna oscuridad, Amär se sentía cómoda, ya que recientemente había dejado su pueblo natal, un conjunto de viejas y olvidadas chozas llenas de restos de barro y con cadáveres de animales colgando de los techos, demasiado lúgubre para su gusto, de hecho Amär estaba casi segura de que toda su vida había habitado el mismísimo Helheim, de no ser así el reino de Hela le parecería de lo más acogedor aquel reino de muerte a comparación de su lugar de origen.
Amär anduvo por un rato, pero se detuvo en seco al escuchar nuevamente un cántico, pero este estaba acompañado por diversas voces femeninas, Amär notó al instante que la belleza del cántico había disminuido, aún así era fácil de apreciar la pasión y devoción de los coristas, y cantores que lo entonaban. Con suma urgencia Amär siguió las entonaciones que cada vez eran más y más fuertes, haciendo que el cántico lírico fuese aún más bello, al llegar Amär se ocultó tras un árbol quedando completamente atónita por lo que sus ojos presenciaban: era un grupo de mujeres, que cantaban y danzaban alrededor de una fogata, las mujeres llevaban tatuado distintos símbolos rúnicos en la piel y Amär pudo notar que invocaban la presencia de Freyja, la diosa de la belleza y el amor, patrona de la guerra y las Valquirias, dueña de los secretos de la magia y protectora de todas las mujeres.

— Första gåvan hon av styvmodern fick
Nio år ska du gå med fostret ditt — cantaban las mujeres, al son de tambores, cuando el ritmo empezó a aumentar las mujeres tiraron sus prendas y empezaron a correr alrededor de la fogata, golpeándose y cortándose.

Amär estaba a punto de gritar, puesto que jamás había presenciado alguna hazaña de un aquelarre, pesé hacer una bruja sus conocimientos en la magia eran limitados, mientras que sus conocimientos en la alquimia y símbolos rúnicos era más elevada. Sus hechizos se constituían en: hechizos de protección y medicinales, pero nada más. "Al menos no soy tan oscura como ellas", pensó con cierto humor. Aún así el alma de Amär no estaba tranquila, puesto que podía apostar por las barbas de Odín que ninguna de esas voces era tan gloriosa como la que había escuchado.

— Tal vez fue mí imaginación...— susurro decepcionada.

Amär se dispuso a regresar a su improvisado campamento, empacar y largarse lo antes posible de allí, no fuera que las fanáticas de Freyja la encontrarán y tomaran como sacrificio para la reina, pero cuando se dispuso a irse el sonido tan glorioso e indescriptible regresó, era esa voz...llena de amor y pasión, tan bella que Amär casi se puso a llorar; las mujeres pararon de danzar y se tiraron al suelo de rodillas diciendo algo indescifrable, frente a ellas, sobre la fogata se alzó una llama, más grande que el resto y en un parpadeó absorbió a las demás, el fuego danzo por los cielos hasta que Freyja se materializó por completo: llevaba un vestido de oro y plata, con una corona de flores cristalizadas, su belleza era tal que Amär no la supo identificar, no sabía si era blanca o negra, alta o baja, no siquiera el color de sus ojos, su apariencia cambiaba de forma constante, pero su belleza, su gloriosa belleza era simplemente indescriptible.

Amär ocultó su rostro tras el trono del árbol, sabía que estaba roja a más no poder, su pecho latía a mil y parecía que el mismo gigante de fuego, Surt, se había adueñado de su corazón y lo hacía calentar de tal manera que era doloroso. Amär respiró con dificultad y a su mente llegaron diversas imágenes de ella junto a una mujer, de melena corta y negra, ojos azules, labios rojos y piel tan pálida como la nieve que caía en los dominios de Kali, ¿Era acaso ello una visión? Amär se tranquilizó y respiró hondo, deseaba seguir viendo, pero al regresar la vista se encontró completamente sola: ni las mujeres desnudas, ni la fogata, ni la entidad de Freyja se encontraba allí, no había ni una sola alma aparte de la suya.
Amär salió de su improvisado escondite y camino hacia donde hace segundos habían estado las adoradoras de la patrona de todas las féminas del mundo, pero ni un solo rastro había de ellas.

— ¿Acaso fue todo mi imaginación?

Amär suspiró rendida, no debió de haberse tomado aquella cerveza que ese enano le había ofrecido. La muchacha suspiró rendida y empezó a caminar por donde sus pasos ya habían pasado, Amär miraba desilusionada el suelo, no creía ser capaz de imaginar tal cosa, entonces...¿Qué había pasado? No lo sabía, tal vez su entendimiento fuera nulo en esos temas, Amär pateó una roca sin despegar la mirada del pasto del suelo, la roca chico y se detuvo justo en un vestido hecho de oro y plata, Amär alzó la vista encontrándose con la mujer más bella de la tierra.
Freyja se inclinó suavemente sobre Amär, como si temiera dañarla o asustarla, Amär olvidó como respirar y se quedó tiesa, Freyja sonrió, una cálida sonrisa que Amär ya conocía.




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