La Lluvia Azul

La lluvia azul.

Es verano. Aburrida, Lara mira por la ventana del dormitorio la lluvia que desde hace 3 días cae sin parar; Enzo y Sofía duermen pacíficamente mientras que ella está por completo desvelada en esa calurosa noche de verano.

La luna llena hace atrapar las gotas atrapadas en las grandes hojas que al deslizarse al suelo parecen perlas de plata.

Todo el jardín está empapado y la lluvia comienza a parar; pero no es así, lo que sucede es que el agua cae más y más lenta hasta casi detenerse por completo, entonces, por la derecha, la lluvia se pone azul, como un chorro que se mueve hacia la izquierda hasta llegar al sendero de entrada.

Lara salta de la cama, baja la escalera y sale tras el chorro de agua azul, lo sigue hasta la esquina, dobla, cruza la calle y se detiene frente a una casa en ruinas; ahí, el chorro se para y desaparece.

Entonces, la lluvia, que estaba suspendida formando un paisaje primitivo pero muy hermoso, cae sobre Lara empapándola.

"Guau!" -dice Lara, y regresa a su casa.

"Lo que pasó ahí -dice el Profe- fue hace como 200 años, mucho antes de que se construyera esa casa que viste en ruinas, en realidad esa era la casita de los caseros y la propiedad abarcaba varias manzanas, los dueños venían de Europa una vez al año porque tenían muchas propiedades en Argentina; pero un año apareció un hermano del dueño buscándolo, solo que acá nadie sabía que no había regresado a Europa, donde tenía esposa y dos hijos pequeños.

Luego el casero fue vendiendo por lotes y finalmente se fue, por eso la casa está abandonada. Si querés me fijo en catastro donde estaba la casa principal".

"Claro Profe -dice Lara- por favor".

"Bueno -dice el Profe días después- la encontré y te lo marqué en este mapa, está a tres cuadras de la tuya y por supuesto sigue existiendo, es una casona italiana, una villa, el que la construyó fue el yerno del antiguo casero, seguramente con el dinero de la venta de los terrenos, eran varias hectáreas así que abarca 

dos barrios y medio.

La propiedad ocupa toda una manzana y la casa está en elmedio, es complétamente cuadrada.

Lara, si mataron al europeo, es ahí donde está el cuerpo, la pequeña casita en ruinas fue abandonada enseguida.

El hermano del dueño inició una búsqueda, vino varias veces, pero a la larga el poder político le ganó. 

Qué querés hacer?"

"Primero quiero averiguar lo que pueda en la casita en ruinas, debe haber muchos recuerdos ahí y es donde me llevó 

el chorro azul" -dijo Lara.

"Sí -dijo Fede- conseguiré un permiso para entrar, y ante el asombro de los dos, agregó: la donaron a la Iglesia, seguro para aliviar conciencias".

Dos días después un Federico triunfal enarbolando un papel llegó a la hora del almuerzo, la abuela lo agarró enseguida y le puso un plato delante.

Ni bien terminaron de comer fueron a la casita, al querer abrir el portón de madera, literalmente se desintegró; avanzan por el camino de pedregullo y llegan a la puerta, el Profe ya se adelantaba para abrirla cuando Lara dice:
"Espero Profe! Nos van a abrir, mejor quedémonos acá; 

la casa cambió".

"Está nueva otra vez?" -pregunta el Profe.

"No -dice Lara, es un rancho de madera muy precario".

"Debe ser el primer refugio que hicieron" -dice el Profe.

Lara entra sola con la cámara de la vincha mirando al hombre que abrió la puerta hecha de tablas, en el auto de Fede, éste y el Profe miran la pantalla de la computadora.

En el interior hay un camastro, una mesa, dos sillas y sobre una cocina a leña una estantería colgada en la pared con platos y tarros; al lado, en el suelo, una bolsa con calabazas y choclos y junto a ella un cajón con corteza y ramitas. 

Una lamparita a kerosene desarmada esperaba que la limpien.

En la pared del fondo una fiambrera vacía colgaba con la puertita rota y en un rincón, un tacho reluciente estaba repleto de papas y algo parecido a la mandioca, y unos nabos.

El hombre volvió con un envoltorio de papel gris del que sacó dos pescados, los limpió y los enrolló en otro papel que previamente engrasó, luego los metió en un pozo al costado de la choza, lo llenó con barro, puso arriba una chapa y encendió leña.

Lara, intrigada, decidió esperar a ver qué hacía; como 3 horas después había quitado la chapa y volcado las brazas que quedaban en el barro ya seco.

Mas tarde mete un palito entre las brazas atraviesa el barro y lo saca limpio, entonces cava, extrae los pescados, raspa el papel con escamas y se los come.

"Era un horno de barro bajo tierra -dice Lara. tenemos que probar con pollos, tenía un olor exquisito".

"Bueno -dice el Profe- a ver donde conseguís pollos vivos, porque mi abuela también lo hacía y se ponen con todas las plumas".

Y se fue dejándolos boquiabiertos.

"No te preocupes Larita -dice Fede- él no conoce el papel de aluminio".

Días después Nico llama:
"Encontré algo, es un documento de sesión de los terrenos a nombre de un chacarero pampeano llamado llamado Adolfo García, creo que el muerto no es el europeo sino el pampeano, Lara".

"Ahá - dice Lara, como no está el Profe yo voy a decir que es un enredo, ahora tengo que conseguir un fantasma".

 Pero Lara tenía otro problema, en el terreno abandonado aparecía la choza y no podía ver la primera casita de material, y si el cuerpo estaba en la casa principal como pensaba el Profe, el fantasma también estaba allá y Lara no tenía cómo entrar ya que no habían sido contratados y los herederos no iban a permitirle husmear.

Fede la acomañó de nuevo, conectó la cámara a su compu y Lara entró. Con un pie en el interior y otro afuera Lara dijo:
"Adolfo, si está aquí deje que lo vea, necesito que me muestre lo que pasó, no puedo hacer nada sin saber la fecha y el lugar; si entro, veo la choza de madera, pero desde afuera veo la casita en ruinas y en verdad...", Lara oye un roce a su izquierda y un sonido como de goteo, se da vuelta despacio hacia afuera y ve la tierra mojada junto a un árbol, se acerca lentamente llamando a Adolfo




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