En el segundo piso, como siempre, reinaba un ambiente acogedor. La terraza de verano, sumergida en la suave luz de los faroles, ofrecía una vista impresionante de la ciudad, que se perdía entre las luces nocturnas. Un camarero, silencioso y amable, los condujo hasta una mesa libre junto a la barandilla de hierro forjado. El aire era fresco, y desde abajo llegaban los sonidos de la música y el murmullo sordo de la vida urbana.
Masha sintió una inquietud que la carcomía por dentro. Su mirada se deslizaba por los tejados de los edificios, pero la vista de la ciudad no era más que un fondo borroso para sus pensamientos. ¿Quién era ese hombre extraño? ¿Por qué le interesaba tanto? ¿Y qué tenía que ver con su madre? Las respuestas emergían en su mente como fragmentos difusos, pero solo oscurecían aún más sus dudas. Intentó recordar cada palabra que había oído de él, pero todo era demasiado confuso. Estaba buscando a alguien... ¿Pero a quién? ¿Y qué secretos compartía con Pasha?
Masha se inclinó hacia Liliya y Solli, tratando de no atraer demasiada atención:
— ¿Quién es el hombre que nos invitó? — preguntó en voz baja, intentando disimular su inquietud.
Liliya sonrió enigmáticamente, cruzó los brazos sobre la mesa y, como si se sumergiera en un sueño, comenzó a hablar:
— Es Leon. La figura más enigmática de la actualidad. — Su voz sonaba como si hablara de un semidiós. — Es muy poderoso, aunque pocos lo sospechan. Personas como él permanecen en las sombras. Se les llama "cardenales grises".
Masha se quedó inmóvil.
— ¿Cardenal gris? — repitió, como si aquellas palabras escondieran algo peligroso.
Liliya asintió, enfatizando su seriedad.
— Exactamente. Se dice que detrás de los eventos más importantes en Europa está él. Leon resuelve los asuntos más complicados, controla diplomáticos, gobiernos, incluso corporaciones. No es solo el Alfa de los occidentales. Tiene a toda Europa en sus manos. ¿Y sabes qué es lo más interesante? — Liliya se inclinó más cerca, con los ojos brillantes. — ¡No está casado!
Las últimas palabras las susurró casi en secreto, pero ese susurro resonó en la tranquilidad de la terraza.
Solli resopló y sacudió la cabeza:
— ¿Así que quieres convertirte en su…? — su tono era sarcástico, casi despectivo.
— ¡Sí! — Liliya sonrió, como si fuera su más grande sueño.
— Pero eres una bruja, — respondió Solli con dureza. — No eres una loba. Ni siquiera te mirará.
Liliya se recostó en la silla sin ocultar su satisfacción:
— Según mis fuentes, una vez estuvo enamorado de una bruja. Y eso significa que hay una oportunidad.
— ¿Y qué es lo que busca aquí? — la interrumpió Masha, intentando llevar la conversación por el camino correcto.
Liliya sonrió enigmáticamente, como si supiera algo que los demás ignoraban.
— Es obvio. — Su voz sonó ligera, como si hablara del clima. — Está buscando a la Loba Blanca.
Masha sintió de repente cómo su corazón latía con más fuerza. Se giró bruscamente hacia Solli, tratando de ver en su rostro al menos un indicio de comprensión. Pero Solli, como siempre, era impenetrable. Su expresión no mostraba ninguna emoción, solo una profunda calma.
— ¿Y te da igual? — preguntó Masha en voz baja, apenas conteniendo el temblor en su voz.
Solli suspiró y desvió la mirada hacia el cielo nocturno.
— ¿Me da igual? — respondió con frialdad. — ¿Por qué debería importarme?
— ¿Y para qué quiere a la Loba Blanca? — preguntó Masha con aparente indiferencia, aunque por dentro sentía cómo su corazón se encogía de ansiedad.
Liliya, que ya se había recostado en la silla, de repente se enderezó y agitó la mano con irritación.
— ¡Qué más da! — exclamó, pero en su voz empezaba a notarse un matiz de sospecha. — Aunque… — De repente, se inclinó hacia adelante, entrecerrando los ojos como si intentara discernir algo en lo más profundo de sus pensamientos. — ¿Y si esa Loba Blanca es mi rival?
Liliya se quedó en silencio, clavando la mirada en sus propios dedos, que jugaban nerviosos con el borde de la servilleta.
— No lo creo, — dijo Solli. Su voz sonó como si supiera más de lo que estaba dispuesta a revelar.
Masha la miró con tensión, pero contuvo sus preguntas. Liliya, sin embargo, dejó de lado sus dudas y de repente dirigió una mirada intensa a Solli.
— ¡Tú sabes algo! — Sus ojos se estrecharon, como si ya se estuviera preparando para atacar. — ¡Soy vidente, no puedes ocultarme la verdad!
Las palabras de Liliya estallaron como un trueno en un cielo despejado. De ella pareció emanar un frío gélido. Sus ojos brillaban con destellos helados, y el aire a su alrededor se volvió denso. Por un momento, incluso pareció que la luz de los faroles sobre la mesa se atenuaba.
Solli levantó la cabeza. Su calma seguía siendo inquebrantable, pero ahora había en ella algo amenazante.
— Quizás olvidaste que yo también soy una bruja, — su voz fue baja, pero cada palabra cortaba como un cuchillo.
Liliya no apartó la mirada de Solli, como si intentara leer sus pensamientos. Sus dedos temblaron levemente, pero rápidamente cerró el puño, ocultando cualquier signo de debilidad. Sus ojos se entrecerraron y sus finas cejas se fruncieron, proyectando una sombra de ira.
— ¡Entonces dilo de una vez! — siseó, con una mezcla de miedo, curiosidad y un leve matiz de pánico en la voz. — ¿Qué es lo que sabes?
Solli apenas esbozó una sonrisa apenas perceptible, casi desdeñosa. Su sonrisa era a la vez tranquila y fría, como un desafío lanzado directamente al rostro. Sus ojos turquesa brillaron en la penumbra, como piedras preciosas reflejando el fuego del cielo. Se inclinó más cerca, emanando una calma helada que parecía congelar el aire a su alrededor.
— ¿Estás segura de que estás lista para escuchar la respuesta? — susurró, pero su susurro se disolvió en el espacio, expandiéndose como una onda mágica que tocaba cada nervio.