Liliya, Solli y Masha se giraron bruscamente. Detrás de ellas, emergiendo como si hubiera brotado de la sombra nocturna, estaban Pasha y Leon.
Leon sonreía con descaro, apoyado contra un árbol, mientras que Pasha tenía una expresión más seria, aunque en sus ojos también se reflejaba la curiosidad.
— Eres valiente, Leon, — murmuró Solli, su voz se volvió baja y aterciopelada. Dio unos pasos lentos hacia él, como si estuviera danzando. Sus ojos turquesa destellaban bajo la luz que caía desde la terraza, reflejando un brillo travieso. — ¿Brujas, dices? ¿No tienes miedo de que hagamos algo contigo?
— Oh, en realidad no me molestaría, — le guiñó un ojo Leon, jugando a ese peligroso juego.
— Ten cuidado, porque tengo una imaginación muy… flexible, — añadió Liliya, acercándose más. Sus movimientos eran gráciles, y su mirada resbalaba sobre Leon como una ola tibia. Se detuvo junto a Solli, apoyándose en la barandilla de la terraza. Sus labios se curvaron en una sonrisa astuta.
— Algo me dice que tu imaginación está más enfocada en maldiciones que en otro tipo de… hechizos, — soltó Leon, intentando no perder terreno.
— Ni te imaginas lo polifacética que soy, — Solli pasó la mano por su cabello, que brilló con un leve resplandor blanco. Su sonrisa era casi seductora, pero en ella aún quedaba un matiz de peligro.
— Chicas, ¿ya basta? — dijo Masha en voz baja pero con firmeza, interrumpiendo su juego. Miró a Pasha, quien, a diferencia de Leon, mantenía su seriedad.
— Vamos, Masha, — intercedió Leon, echándole un vistazo rápido antes de volver a enfocarse en Solli y Liliya. — Me gusta esta compañía "de brujas". ¿Acaso saben lanzar algún hechizo?
— Los hechizos son solo palabras, — respondió Liliya, echando hacia atrás un mechón de cabello con un gesto casual, aunque su mirada seguía siendo firme y afilada. — Yo trabajo más con… energía.
— Y con emociones, — agregó Solli, inclinándose más cerca de Leon. Su voz bajó aún más, hasta volverse casi un susurro. — Y tú, Leon, ¿estarías dispuesto a confiarme tus emociones?
Leon tragó saliva, pero no retrocedió.
— Chicas, — intervino Pasha, su voz sonó calmada, pero con un tono de orden implícito. — No vinimos aquí para hablar de magia.
Solli y Liliya suspiraron al mismo tiempo, como si lamentaran que su juego fuera interrumpido.
— Está bien, — Solli hizo una reverencia juguetona, pero con una elegancia imposible de ignorar. — Si están aquí para salvar el mundo, no los detendremos.
— Pero que sepas, — Liliya sonrió con picardía, su mirada se clavó en Leon, — si alguna vez sientes miedo, siempre estaré cerca para… apoyarte.
Leon le devolvió la sonrisa, pero en sus ojos brilló un destello de desconcierto. Pasha solo lo miró de reojo, murmuró algo ininteligible y avanzó sin prestar atención al juego de las chicas.
Masha observó en silencio a ambas mujeres, que ahora parecían completamente despreocupadas. Sabía que sus bromas eran solo la superficie de algo más profundo, pero lo hacían tan convincente que por un momento incluso ella creyó en esa ligereza.
Cuando todos se sentaron a la mesa, la atmósfera en la habitación cambió, pero la tensión entre algunos de los presentes permaneció. Pasha tomó su lugar junto a Masha sin dudarlo, extendiendo casi instintivamente una mano hacia su hombro, como si quisiera asegurarse de que ella estuviera cómoda. Su atención era evidente, pero su cuidado no resultaba invasivo, sino más bien algo natural.
A Leon, en cambio, parecían haberlo colocado deliberadamente entre Solli y Liliya, y aquello resultó un error para él. Ambas chicas, como dos depredadoras, intercambiaban bromas con doble sentido, ligeros toques y sonrisas encantadoras sin descanso. Su juego era tan hábil que, al principio, Leon intentó responder con sus propios chistes, pero en menos de media hora ya parecía estar sentado sobre brasas ardientes.
— ¿No tienes calor, Leon? — preguntó Solli con fingida preocupación, inclinándose un poco más cerca y colocando su fría mano sobre su muñeca. Su voz era baja y juguetona.
— No... todo bien, — respondió Leon, aunque en su tono ya se percibía un matiz de incomodidad.
— ¿Seguro? Porque pareces a punto de arder, — añadió Liliya, rozando levemente su hombro. Sus dedos dejaron un calor ligero, casi imperceptible, pero suficiente para aumentar su inquietud.
Desde su lado, Pasha esbozó una leve sonrisa al notar cómo Leon intentaba mantener la compostura en aquella situación. Pero no estaba para bromas. Se centró en Masha, que parecía pensativa y algo tensa.
— ¿Te sientes bien? — preguntó en voz baja, inclinándose lo suficiente para que solo ella pudiera escucharlo.
Masha asintió, pero sus ojos seguían reflejando cierta distancia.
— Solo estoy un poco cansada... y todo esto... — hizo un gesto con la cabeza hacia Solli y Liliya, quienes claramente no le daban tregua a Leon.
— No te preocupes, — su voz era serena y cálida, como un susurro junto al fuego. Colocó su mano sobre la de ella, ejerciendo una ligera presión para que sintiera su apoyo. — Si necesitas algo, aquí estoy.
Masha se relajó un poco al sentir su cercanía. Se permitió sonreír levemente y susurró:
— Gracias.
En ese momento, Leon saltó en su asiento como si hubiera tocado carbón encendido, y todos se volvieron hacia él.
— Chicas, ¿pueden darme un poco de espacio? — soltó por fin, al borde de su resistencia.
Solli y Liliya rompieron en carcajadas, pero su risa era ligera y sin malicia.
— Perdón, Leon, — dijo Solli con una pequeña sonrisa aún en los labios. — Solo me gusta poner a prueba la resistencia de los demás.
— Aguantaste más de lo que esperaba, — agregó Liliya con una mirada pícara.
Pasha solo suspiró, moviendo la cabeza levemente, pero enseguida volvió a centrar su atención en Masha, quien ahora apenas podía contener la risa. Su ligera sonrisa y tranquila confianza seguían intactas, al igual que su promesa de apoyo.