La loba

33

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— Esto no te detendrá, — la voz de la loba sonaba baja, pero en ella resonaba el acero. — Pero te debilitará. Y el golpe final lo daré yo.

El silencio matutino fue desgarrado por disparos.

Pasha se movía rápido, como una sombra deslizándose entre los ataques. Pero ni siquiera él era infalible. Algunas embestidas enemigas lograron alcanzarlo, dejando rastros de sangre en su cuerpo. Sin embargo, no se detuvo.

La loba se quedó inmóvil. Su silueta, distorsionada por la luz del amanecer, avanzaba de manera inevitable. No solo irradiaba furia, sino un frío que calaba hasta los huesos.

— ¿Dónde está Masha? — la voz de Pasha sonó baja y profunda, haciendo que el aire pareciera más pesado.

Ella retrocedió, instintivamente llevándose la mano al vientre.

— No te atreverás… A una loba embarazada… — su voz tembló, aunque intentó sonar firme.

Pasha se detuvo. Solo por unos segundos, pero fue suficiente para que una tenue esperanza titilara en su pecho.

— Hay otras formas, — inclinó la cabeza. — Además, no lucho contra mujeres.

Entonces, ella vio sus ojos.

No era solo determinación. No era solo fuerza. Algo más profundo, inquebrantable, llenó el espacio entre ellos, haciéndole contener la respiración. Su cuerpo se tensó, sus piernas temblaron.

Él no hizo nada. Solo la miró. Pero eso fue suficiente para que sus rodillas flaquearan y cayera al suelo, clavando la vista en el polvo frío.

Pasha de pronto comprendió que había ido demasiado lejos. Al verla temblar, al notar cómo sus dedos se aferraban instintivamente a su vientre, sintió algo parecido al remordimiento. No había venido a torturar. Había venido por respuestas.

Exhaló, domando el fuego que ardía en su interior, y dio un paso atrás.

— ¿Dónde está Masha? — repitió, esta vez con un tono más suave, pero con la misma firmeza.

La loba tragó aire con dificultad, como si emergiera de las profundidades.

De repente, su bolsillo vibró. En ese instante, el sonido pareció irreal. Sacó el dispositivo sin apartar la mirada de Pasha y aceptó la llamada.

— Plan "B", — resonó en el auricular. Una voz… familiar, demasiado familiar.

Sus ojos se llenaron de terror. Sus labios temblaron, las lágrimas rodaron por sus mejillas.

— Plan… "B"… — susurró.

Todo dentro de Pasha se tensó como un resorte a punto de estallar.

— ¡¿Qué significa eso?! — su paciencia pendía de un hilo.

La loba alzó los ojos lentamente hacia él.

— Significa… que él la mató, — su voz se quebró, y en esas palabras había todo: desesperanza, desolación, condena.

El silencio se extendió entre ellos como agua helada, mezclándose con la primera luz del alba.

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Anatoly Vsevolodovich salió decididamente de la casa, dejando a Masha a solas con el guardia.

La puerta se cerró tras él, y en la habitación reinó un silencio pesado e inmóvil, como una cuerda tensa a punto de romperse.

Masha apenas respiraba. El guardia, alto y robusto, la sujetaba con firmeza, y su contacto le transmitía un frío escalofriante de miedo.

— Vida por vida. — Su voz era tranquila, pero en ella vibraba la amenaza.

Se inclinó lentamente hacia su cuello, y ella se tensó como una cuerda a punto de estallar.

— ¿Qué significa eso? — su voz tembló, pero en sus ojos ardía el desafío. — ¡Quiero saberlo!

El guardia ladeó la cabeza, como si la evaluara, y luego, inesperadamente, la soltó.

— ¿Quieres conocer mi prisión?

Su mirada se ensombreció, reflejando el agotamiento de alguien que ya no tiene nada que perder.

— Sí, tenías razón.

Suspiró y pasó la mano por su rostro.

— Bueno… Tenemos tiempo. Un minuto antes, un minuto después… De todos modos, morirás.

Lo dijo como si ya hubiera aceptado su propio destino, como si su suerte estuviera decidida mucho antes de esa conversación.

Masha de repente sintió que lo que más temía no era a él, sino esa resignación en su voz.

— Me enamoré.

Masha se estremeció ligeramente. Por la sorpresa. Por lo silencioso y sincero que lo dijo.

— Fue un amor verdadero. Ella era mi eco. Me pertenecía, así como yo le pertenecía a ella.

Su voz se suavizó, pero al mismo tiempo, en ella resonaba el dolor.

— Pero ella era una esclava.

Masha apretó los dedos con tensión, sintiendo cómo algo se comprimía en su pecho.

— Sí, la esclavitud aún existe en el mundo de Ultramundo. Y si una esclava da a luz, el hijo también pertenece a su amo.

Sus labios se torcieron con desprecio.

— Cometí un error. Le permití quedarse embarazada. Nos encontrábamos en secreto, creíamos que nadie nos veía… Pero su amo lo descubrió.

Cerró los puños con fuerza, y sus nudillos se pusieron blancos.

— No podía hacerme nada a mí. Pero ella… Ella seguía siendo su propiedad.

Su voz sonó como si cada palabra fuera una herida abierta.

Masha no podía hablar. Tenía un nudo en la garganta. No conocía a este hombre. Le tenía miedo. Pero ahora… ahora no veía a un guardia, ni a un verdugo. Veía a un hombre que lo había perdido todo.

Su corazón se encogió.

— Y entonces recurrí a Anatoly Vsevolodovich.

Su nombre resonó como una hoja cortando la oscuridad.

— Supliqué. Negocié. Le ofrecí oro, sangre… lo que fuera.

Masha quiso decir algo, pero las palabras no llegaban.

— Dije: "Quiero sacarla".

Él sonrió. Sin alegría.

— Y él respondió que cuando se convirtiera en alfa, la liberaría. Pero hasta entonces… yo debía hacer todo para que él obtuviera el poder.

La miró directamente a los ojos.

— Ahora lo sabes. Y ahora lo entiendes.

El silencio entre ellos era denso, como la niebla antes de una tormenta.

Masha tragó el nudo que se le había formado en la garganta.

El guardia levantó la cabeza y la miró fijamente.

— Ahora lo sabes. Y ahora lo entiendes.

El silencio entre ellos se espesó.



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En el texto hay: bruja, loba alfa

Editado: 02.03.2025

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