La loba

34

El claro respiraba.

Las hierbas se mecían con la brisa ligera, como si escucharan atentamente al mundo que despertaba. El sol emergía lentamente tras las colinas, derramando un resplandor dorado que se fundía en la niebla matinal. El aire estaba impregnado del aroma del rocío, de la tierra húmeda y de algo más, apenas perceptible, como un eco de voces antiguas.

Ella lo recordaba todo. Los cachorros juguetones que correteaban por sus laderas, aún ajenos a la pérdida. Las lágrimas amargas de los solitarios que venían aquí para despedirse del mundo. Los abrazos ardientes de los enamorados que se juraban amor bajo la luz de la luna llena. El último aliento de los lobos ancianos que encontraban aquí su descanso. Y el rugido furioso de aquellos que desafiaban al destino.

Hoy, una vez más, sería testigo de una elección.

Los primeros rayos del sol rozaron la tierra y la manada empezó a reunirse. Llegaban en silencio, como si temieran perturbar la calma del claro. Se saludaban con inclinaciones de cabeza, formando pequeños grupos. Susurros, frases entrecortadas, miradas inquietas.

El encuentro estaba previsto para más tarde. Todos lo sabían. Pero había sido convocado por una razón.

Esta primavera el alfa había muerto. Su muerte fue rápida. La manada lo lloró como correspondía y la vida parecía continuar... Pero ayer llegó una invitación de él.

El lobo que había partido a la sombra los llamaba a reunirse nuevamente.

¿Cómo era eso posible?

El silencio en el claro se hizo más denso, como si la misma tierra contuviera la respiración, esperando a que alguien se atreviera a formular la primera pregunta.

Anatoly Vasilyevich pisó el claro y la tierra bajo sus pies le pareció firme, como si ya tuviera derecho a ella. No era el alfa, pero ya se sentía como tal; enderezó los hombros y caminó con confianza, aunque en su interior albergaba inquietud.

Esperaba ver a unos cuantos lobos, tal vez a los más leales, pero ante él se extendía un verdadero ejército. Los ojos de los lobos brillaban bajo el amanecer, y eran muchos más de los que había imaginado. Por un instante, su corazón se encogió: algo no iba bien.

Los aduladores se acercaron de inmediato. Uno de ellos, inclinándose, le susurró:

— ¿Tú también recibiste ese mensaje?

Anatoly Vasilyevich se detuvo en seco. No había recibido nada. Un escalofrío le recorrió la piel. Algo estaba ocurriendo fuera de su control.

De repente, el viento cambió y el bosque, que hasta entonces murmuraba en su habitual quietud, pareció contener el aliento. Entonces, él pisó el claro.

El del Norte.

Anatoly sintió cómo una ola de asombro recorrió la multitud, transformándose en un shock inmediato. Algunos retrocedieron, otros bajaron la cabeza, y otros se quedaron inmóviles, como si no pudieran creer lo que veían.

— El alfa está vivo... — el susurro escapó de unos labios, helando el aire a su paso.

El del Norte se detuvo al borde del claro. Su figura, bañada por la luz matutina, parecía fantasmal. Sus ojos brillaban afilados, como si pudieran ver a través de cada uno de los presentes. Observó a la manada durante largo tiempo sin pronunciar palabra alguna.

La tensión en el aire se volvía insoportable.

— El alfa está vivo… — repitió alguien en voz baja, como si temiera que, al decirlo más fuerte, la visión se desvaneciera.

— ¡Sí, estoy vivo! — la voz del del Norte retumbó sobre el claro, como una tormenta que finalmente alcanzaba el horizonte. — ¡Pero hay un traidor entre nosotros!

La tensión en el aire se volvió densa.

— ¡Por tu culpa me "vi obligado a morir"! — sus ojos, fríos como el cielo invernal, se clavaron en Anatoly. — ¡Tus intrigas!

Los miembros de la manada, humanos y lobos, se miraron confundidos, pero nadie se atrevió a romper el silencio.

Anatoly, en lugar de negarlo, enderezó los hombros y torció los labios en una sonrisa despectiva.

— Las intrigas no son un crimen, — su voz era firme, aunque en su mirada ya ardía una chispa peligrosa.

— Pero lo es vender a tu alfa a otro.

El silencio estalló en susurros.

Algunos se estremecieron, otros apretaron los puños y algunos ya mostraban los colmillos, sintiendo que esas palabras ocultaban mucho más que una simple acusación.

— Sí, me traicionaste. — El del Norte avanzó un paso. — ¡Te aliabas con Leon!

El murmullo en la multitud se convirtió en un rumor sordo. El nombre de Leon resonaba entre los lobos, avivando un oscuro presentimiento.

— Pero eso no es lo que más me preocupa… — su voz descendió a un tono más bajo, aún más peligroso. — Si querías poder, podrías haberme desafiado en combate. Un duelo justo.

El del Norte se detuvo justo frente a Anatoly, su respiración era tranquila, su postura inquebrantable, pero en sus ojos ardía un hielo cortante.

— Pero elegiste la mentira y la adulación.

Anatoly apretó los puños. En sus ojos ya no quedaba arrogancia. Solo ira.

— ¡Te desafío! — rugió, y sus pupilas resplandecieron con un fuego dorado.

El aire pareció estremecerse.

El del Norte no parpadeó. No se movió.

Solo levantó levemente la cabeza.

— ¿Ahora?

— Ahora.

En el claro destellaron ojos amarillos y rojos.

La tierra se preparaba para recibir sangre.

El del Norte sonrió.

Apenas perceptible, con la comisura de los labios. Pero fue suficiente para que en el pecho de Anatoly ardiera algo parecido a la furia.

— ¿Una batalla por el poder? — dijo el del Norte. Su voz era serena, pero en ella vibraba algo… peligroso.

— Así es, — respondió Anatoly con firmeza, dando un paso más hacia adelante. Intentaba parecer seguro, aunque su corazón latía más rápido de lo que debería. — La manada necesita un líder fuerte. Y tú... — su mirada se detuvo en él por un instante, — eres débil.

El del Norte guardó silencio. Pero la multitud se agitó, intercambiando miradas. Realmente se veía diferente. Aunque su espalda permanecía recta y su postura firme, su cuerpo parecía agotado. Los que estaban más cerca podían notar una leve sombra de fatiga en sus ojos, como si cada movimiento le costara más de lo que debería.



#2543 en Fantasía
#485 en Magia
#6838 en Novela romántica

En el texto hay: bruja, loba alfa

Editado: 02.03.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.