La Loca Esa (novela Cristiana)

10. Familia perfecta

"El hombre deja a su padre y a su madre para unirse a su esposa, y los dos llegan a ser como una sola persona"
Génesis, 2.24

El delicado olor de pastel horneado se impregnaba por la casa

Genevieve rodo los ojos y apretó los dientes mientras veía a sus hijos mayores discutir, ¿La razón? Al parecer ninguno de los dos estaba dispuesto a ceder una tonta medalla de oro que habían ganado, Genevieve estaba segura que esta no era la razón más tonta por la cual sus hijos peleaban, pero si parecía la más violenta, sobretodo porque en ámbitos de deporte sus hijos eran unas pequeñas bestias rabiosas, sobre todo cuando debían competir el uno con el otro. Aunque el patinaje de velocidad era solo un pasatiempo el hecho de que fuera una de las pocas cosas que sus hijos hacían juntos resultaba ser sumamente agotador para la pobre madre, al principio pensó que sería como en la televisión, cuando dos protagonistas ganan el primer puesto y lo celebran porque su amistad es más importante que la competitividad, pero no, no fue así, Genevieve tuvo que sacarlos a ambos a punta de amenazas y pellizcos del coliseo en donde se presentaba el evento.

Ahora, con correa de cuero en una mano y una copa de jugo de limón en la otra miraba a sus hijos con rabia contenida, a veces le parecía asombroso como ambos niños podían amargarse la vida con tanta facilidad, lo único bueno del asunto es que podía poner en práctica el castigo de ponerlos a cocinar para ella, en sí Genevieve era enemiga número uno de la cocina y nunca dejaba pasar la oportunidad de poner a alguien más en aquél fatídico lugar. Genevieve inhalo el delicado olor de la comida antes de darle un sorbo a la copa de jugo de limón para relajar su estropeada garganta, en su trabajo debía estar constantemente gritándoles a un pelotón militar y no era fácil, la rubia se cruzó de piernas observando atenta a sus hijos que permanecían concentrados en la cocina, aunque sonará infantil, Genevieve aún se tomaba el tiempo para asegurarse de que no hubieran problemas, en especial cuando la histórica rivalidad de Joshua y Dafne se hacía presente, por ahora todo parecía ir bien y ya que la pequeña pelea entre ambos cuando tocaron la hermosísima "Turkish March" de Beethoven acabó con uno de los pianos rotos se decidió mantenerlos de rehén en la cocina hasta que su hombre volviera, su querido y gentil esposo sabía como lidiar con adolescentes demasiado hormonales como para usar las neuronas que Dios les dio, además Genevieve no quería cocinar al día siguiente, Eve podía luchar contra un ejército extranjero, desactivar una bomba y soportar heridas de bala, pero algo que no podía hacer era enfrentarse a la cocina, Eve odiaba cocinar. Genevieve se acomodó mejor cerca del mesón al ver un movimiento extraño por parte de su hija adoptiva.

— ¡Una más, Dafne O´Riley, una más y te la verás con mi cinturón! — amenazo Genevieve a la adolescente que de inmediato volvió su vista a la cacerola llena de papas y verduras, dejando a un lado a su hermano mayor, quien estornudaba escandalosamente con una pequeña nube de pimienta a su alrededor.

Genevieve amaba a sus hijos, los amaba mucho, pero también sabía que a veces, en ocasiones muy específicas eran necesarios los castigos físicos y aunque en un principio se dejará llevar por la rabia siempre terminaba sintiéndose miserable al ver los ojos de sus hijitos mirándola con terror, y lágrimas en sus ojos. La rubia mujer estaba llegando a su límite, sus manos temblaban y sus uñas se clavaban con violencia contra la copa de cristal, solo quería azotar la correa de cuero sobre el cuerpo de sus hijos, quizás así aprenderían la lección de una vez por todas. Tras una serie de grandes discusiones que resulto con la destrucción de un costoso piano Genevieve estaba harta, demasiado cansada de la actitud de chico malo de su hijo y de la superioridad que siempre intentaba reflejar Dafne, estaba cansada y si su esposo no llegaba en menos de veinte minutos con toda seguridad terminaría por golpear a los chicos.
Pese a estar en tratamiento por sus ataques de ira, la mujer se sentía superada por los problemas en la maternidad, con toda seguridad podía decir que amaba su familia, pero no había día en el que no pensará como sería su vida sin hijos y la respuesta no le gustaba, sobretodo porque sin sus hijos no podría tener a Finley como su marido, para nadie era un secreto que Genevieve se embarazo apropósito para que la familia de Finley la aceptará y no tuvieran más remedio que casarse, aunque dicho sacrificio al final no sirvió de nada, ya que cuando la hermana mayor de Finley, Susan, intento robar a los mellizos rompieron todo contacto con la familia del hombre.

— Increíble en lo que se ha convertido una hermosa tradición familiar — murmuro Joshua entre dientes.

Genevieve se mordió los labios y respiro profundo, sabía con certeza de lo que su hijo hablaba: Adelaide, su pelirroja cuñada (que egoístamente se había negado a heredarle su cabello a sus hijos) tenía la insana costumbre de hacer concursos entre ambos niños para que así dejaran de pelear, cosa que claramente no funciono ya que eso solo incentivo aún más su sentido de competitividad. En esos momentos Genevieve se odiaba, haber manchado un lindo recuerdo de sus hijos le partía el alma por completo.

— Todo esto es tu culpa — susurro Dafne, echando sal a la mezcla de verduras —, reverendo imbécil.

— ¡Dafne, no seas vulgar! ¿Qué pasa con esa boca? ¿Con esa boca besas a tu padre? — la adolescente se encogió de hombros.




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