" Entonces dijo a sus discípulos: A la verdad la mies es mucha, mas los obreros pocos. Rogad, pues, al Señor de la mies, que envíe obreros a su mies."
Mateo 9:37-38
Los silbidos entusiastas y un torrente de aplausos hicieron eco en los muros enyesados del teatro principal de la ciudad. Exigían una tercera ronda de pasarela de los actores. El telón de abrió por tercera vez, los actores y las actrices hicieron una caravana, y el telón finalmente se cerró.
Cuando estaban en el centro de la plataforma, Mitchell, el primo de Brianna que tuvo que reemplazar al actor principal, — debido a una torcedura de muñeca en el último instante — besó a Bri en la mejilla, diciéndole lo orgulloso que estaba de ella.
Bri sonrió y saltó a sus brazos, agradeciéndole por haber hecho ese favor para ella, ya que Mitchell había estado en todos los ensayos, acompañando a Bri supo cuáles eran sus diálogos y pudo salvar la obra en el último minuto. Pesé a los aplausos y gritos de felicidad, Bri se sentía un poco triste, puesto que sin importar por dónde miraba no encontraba el rostro de Haza por ninguna parte. Puede que sonará hipócrita e incluso desquiciado, pero Bri se había hecho ilusiones en que Haza estaría allí, viéndola y aplaudiendo entre la multitud, porque lo cierto era que Bri jamás deseó dejar de ser amiga de Haza.
La había tratado mal, sí, pero ¿Qué más iba a hacer? Necesitaba sobrevivir al cruel ambiente que era la secundaria, no podía permitirse ser una marginada social, más en su último año de escuela, era sólo cuestión de supervivencia.
Haza y Bri se habían conocido en la iglesia, y al igual que muchas amistades de la niñez ingenuamente creyeron que la suya sería para toda la vida.
Los ojos azules de Bri volvieron a inspeccionar a su alrededor, en busca de algún indicio de su cristiana favorita, pero nada, ni una señal, ni una presencia.
¿Qué esperabas, Brianna? ¡Obviamente no iba a venir después de la forma en la que la trataste!
Bri hizo una ultima reverencia y bajo del escenario, cuya escenografía imitaba la de un castillo gótico.
Bri sonrió, no iba a dejar que los malos pensamientos arruinarán su noche, no lo haría, porque esa noche quedaría inmortalizada como una de las mejores noches de su vida, ¡La primera noche de muchas! Bri nunca olvidaría la delicia que era estar en el escenario, girando y girando, con su vestido negro de princesa, su hermosa corona dorada sobre su cabeza y a Mitchell totalmente sumergido en el papel, jurando y perjurando su completa devoción hacía ella. Incluso el sonido del piano siendo sofocado por las paredes de yeso siempre serían un hermoso recuerdo.
— Estuviste excelente esta noche, Bri — Mitchell tomó la mano de Bri e hicieron una última reverencia, esta vez para el equipo de efectos especiales que les aplaudían.
— Sino fuera por ti, no estaríamos aquí — respondió Bri, admirando lo feliz que se veía Mitchell.
Ambos, Bri y Mitch, eran un príncipe y una princesa de negro, el negro siempre le lucia a Mitchell, pero esa hermosa corona griega plateada en forma de hojas sobre su largo cabello lo hacía ver simplemente majestuoso.
— No puedo creer que enserio haya hecho esto — respondió Mitchell y Bri pudo presenciar como los ojos del chico se llenaban de agua, pero ella supo que las lágrimas eran de felicidad —. No me había sentido tan feliz en mucho tiempo.
El telón se cerró frente a ellos y Bri extendió su mano, y tocó el hombro de Mitchell.
— Hacía mucho que no te veía sonreír — respondió Bri — y eso me gusta, te ruego que nunca dejes de sonreír.
Mitchell bajo la mirada e inconscientemente acarició sus brazos, llenos de tatuajes pero también de cicatrices, el corazón de Bri se estrujó.
— No me había dado cuenta que estaba sonriendo — respondió Mitchell sin dejar de sonreír.
— ¡Bri!
Bri giró su rostro y su sonrisa aumento un millón de veces.
— Nos vemos en la fiesta del elenco — Mitchell asintió y pronto fue recibido por varias chicas que sonreían, y le pedían fotos o un autógrafo.
Entre risas y sonrisas, la joven señorita Bri se desplazó por el escenario y se dejó caer sobre los brazos de un chico, uno al cual amaba profundamente.
— Le encante al público, ¿Verdad, Kevin? ¡Le encante!
— Claro, ¡Ellos te adoraron! Casi tanto como yo, linda — Kevin estiró su mano y retiró un rizo dorado de la mejilla maquillada de la muchacha —. Tú actuación fue asombrosa, te ves sexy con ese vestido negro.
Bri hizo un puchero y le dió un beso fugaz a Kevin.
— ¿Estás diciendo la verdad o... sólo lo dices porque me amas?
Kevin dio un giro con Bri en brazos, haciendo que el largo vestido negro de la muchacha volará, con la falda negra abriéndose como un par de alas de cuervo.
— Yo jamás te mentiría, preciosa — Kevin dejó a Bri en el suelo con cuidado y la tomó de las manos —. A quien si le mentí fue a Nathaly, ella no sabe que estoy aquí, así que será mejor que nos vayamos.
Kevin tomó a Bri de las manos y empezaron a caminar por el angosto espacio al lado del escenario, escapando de los reporteros locales y las amables personas que deseaban darles algún regalo al elenco, pero sobre todo a la hermosa princesa vestida de negro.
Bri sabía que se metería en graves problemas con sus padres por desaparecer así y dejar solo a Mitchell, se sentía mal por dejarlo solo, de hecho, la imagen de Mitchell esperándola le rompió el corazón, tanto que estuvo a punto de soltar la mano de Kevin y regresar en busca de su primo, pero se contuvo, ¿Quién podría negarse a una carita tan linda como la de Kevin? Al menos Bri no podía negarse, Nathaly sin duda no lo merecía, él era demasiado bueno para ella, pero según Kevin no podía dejarla, Nathaly era muy inestable, había amenazado con suicidarse si Kevin alguna vez la dejaba, por eso Bri aceptaba verse a escondidas con él, después de todo ella estaba segura de ser la dueña del corazón de Kevin.
Ambos ya iban en la puerta cuando un grupo de reporteros de la prensa y televisión local los atraparon con cámaras, y preguntas.