La Loca Esa (novela Cristiana)

21. Recuerdos sin sentido, que vagan por allí

"Si vivimos, para el Señor vivimos; y, si morimos, para el Señor morimos. Así pues, sea que vivamos o que muramos, del Señor somos."

Romanos 14:8

Dos años antes.

La fogata brillaba a la penumbra de la media noche, los jóvenes estaban alrededor de la flama que los calentaba del frívolo otoño y los preparaba para el nefasto invierno. Los más jóvenes del campamento ya estaban en sus carpas o cabañas durmiendo, siendo resguardados por los Ángeles y sus consejeros o cuidadores, muy pocos padres habían ido a dicho campamento los que habían ido eran generalmente consejeros de alguna de las clases del club y los que no solo se limitaban a ayudar a los consejeros. Uno de los miembros del club "Estrellas del oriente" tocaba la guitarra, mientras que una joven del grupo "Alfa Orión" cantaba.

Haza había ido a el campamento con su club local "Gedeón" los principales rivales de Alfa Orión, aún así esa rivalidad había desaparecido en el momento que empezaron a armar las fogatas. Era un campo bastante grande, por lo tanto había un total de 25 fogatas con un grupo de entre 15 a 30 jóvenes y sus consejeros alrededor, claro que no faltaban los "Colados" que se iban directamente a un grupo que no era el suyo, en este caso Aidan, era el colado, se notaba bastante feliz en el grupo Delta Orión, Haza apenas lo miraba mientras él sonreía mirando la fogata, charlando y contando algunas anécdotas, parecía que nadie notaba que ese chico de 13 años no pertenecía a su club o tal vez si lo hacían pero les daba igual.

Las canciones empezaron a sonar y Haza se recostó en el hombro de Katherina, había sido un milagro que los hayan dejado ir, pues los acontecimientos recientes los habían alterado a todos, claro que Evangeline había insistido en ir, aunque no era consejera y tenía que trabajar logró convencer a los demás consejeros para que la dejarán ir. Tuvo que pagar demás para poder dormir en una de las habitaciones del hotel que habían reservado para el campamento junto con sus hijos, no era que no tuvieran carpas pero ella necesitaba trabajar desde el campamento, había llevado su laptop y algunas baterías recargables para asegurarse de que su trabajo no se viera interrumpido por nada.
En ese momento Evangeline se había ido a acostar a Ada junto con la consejera de la clase, a ella no le gustaba que su hija más pequeña durmiera tan tarde.
Katherina temblaba, no por el frío de la noche o algo similar, si no por sus recuerdos, los últimos dos años había sido una locura total y Haza se sentía culpable por ello, era su culpa, ella los había presentado, sino fuera por su estupidez posiblemente Katherina nunca hubiera conocido a... él.

De tan solo recordarlo Haza sentía ganas de vomitar. Katherina tenía la mirada fija en la fogata, moviendo sus dedos de forma en que imitaban el movimiento de la llama en la fogata. Haza apretó con suavidad su brazo, antes de escuchar el primer disparo.

De repente todos estaban en silencio, ni siquiera una mosca sonaba y parecía que el fuego se había negado a seguir consumiendo la madera a su alrededor. Los consejeros y adultos principales se levantaron, preparándose para lo peor, algunos inclusivamente empezaron a levantar a los jóvenes indicándole que se fueran, Aidan apareció junto a Haza, todos tenían su vista fija en la negrura del bosque, no se veía nada más que las siluetas de los árboles, eso lo hacía más aterrador, las entrañas oscuras del bosque guardaban secretos y en ese caso uno muy horrible.

— Descuiden, niños — hablo un consejero principal —. Es zona de caza, aunque no podrán dañarnos, hay una cerca que nos mantiene a salvo, primeramente Dios, claro.

Todos parecieron aliviados por tal explicación o así fue hasta que una de las enfermeras del grupo Alfa Orión se levantó y con mirada asustadiza dijo las palabras que iniciaron la pesadilla.

— Pero...no es temporada de caza.

Todos se alarmaron, más cuando nuevos disparos se escucharon. Rápidamente los consejeros tomaron a los niños y jóvenes haciéndolos correr dentro del enorme edificio en donde se reunían los sábados y para la investidura.

— ¡Corran, chicos, corran!

Todos estaban alarmados, pero no perdieron la razón, corrían pero sin hacer tanto escándalo. Haza corría tomada de las manos de Katherina y Aidan, los consejeros les habían indicado que en caso de emergencia los hermanos y hermanas del club se tomarán de las manos, y no se soltaran, así se evitarían que se perdieran. Los tres ingresaron al edificio y se escondieron en una de las habitaciones del tercer piso: aquel enorme edificio también era un hotel,; un total de 9 pisos con casi 20 habitaciones cada uno para poder ocultar al grupo religioso de lo que posiblemente fuera un tiroteo por parte de algún grupo religioso radical o de unos simples asesinos.
Aidan cerró con llave la puerta, Haza y Katherina se ocultaron tras una de las camas, se oían los gritos y uno que otro golpe a las paredes, pero una voz los hizo temer lo peor.
De algún modo diversas madres, padres y consejeros que habían asistido al campamento, y estaban encargados de los más pequeños se escuchaban corriendo, también habían llegado hasta el hotel, lo que indicaba que los habían acorralado por todas las partes posibles del campamento.

— ¡Aidan, Katherina, Haza! ¡Mis bebés! ¿Dónde están?

La voz desesperada de Evangeline les dio una momentánea calma. Aidan abrió la puerta para ver a su madre buscándolos con desesperación: Evangeline tenía puesta la pijama con unos tenis sucios por el barro, la mujer lucía desesperada con Ada en brazos, la pequeña niña se aferraba al cuello de su madre, con una notoria mueca de llanto, mirando a todas partes mientras personas corrían a su alrededor. Los ojos de Evangeline estaban llenos de lágrimas y arrullaba a Ada de forma apresurada, como si intentara evitar que llorara. 




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