La Loca Esa (novela Cristiana)

30. Solidaridad femenina

Bri camino a paso lento detrás de la camarera, las palabras de la joven chica se repetían en bucle en su mente, pero aunque aquella charla la hubiera dejado confusa sabía que eso no era cierto, Kevin era demasiado bueno como para dañarla, eso Bri ...

Bri camino a paso lento detrás de la camarera, las palabras de la joven chica se repetían en bucle en su mente, pero aunque aquella charla la hubiera dejado confusa sabía que eso no era cierto, Kevin era demasiado bueno como para dañarla, además estaban profundamente enamorados, eso Bri lo tenía claro, confiaba plenamente en él, ¿Cómo podría siquiera tener el descaro de desconfiar? Kevin no había sido más que bondadoso y cariñoso con ella, el único pecado de Kevin era amarla fervientemente, Bri no podía ser tan cruel como para pensar mal de él. A lo mejor la camarera solo estaba preocupada, pero eso no justificaba las cosas tan horribles que decía de su amado. Bri supuso que aquellas palabras infundadas se debían a que Kevin tenía 26 años y ella 16, pero no a Bri no le importaba, para el amor no había edad. 
No le importaba lo que dijeran sus padres — que ingenuamente creían que ella estaba estudiando con sus amigas —, su ex mejor amiga, su comunidad de la iglesia o su voz de la conciencia, ósea Mitchell.

A Bri solo le importaba estar con el amor de su vida y conseguir el dinero suficiente para iniciar su carrera de actriz, luego, cuando estuviera en la cima, casada con Kevin y teniendo la vida de ensueño que claramente merecía, solo se reiría de quienes la menospreciaron, criticaron y dudaron de ella, cada beso vendido, cada vez que tuvo que "complacer" a otras personas valdría la pena, en la vida el dinero era lo más importante y quien no tenia dinero no tenía nada, lo malo era que Bri no solo sí tenía dinero, sino que también a unos padres que se interponían en sus sueños, a Bri le sorprendía lo rápido que le lavaron el cerebro a Mitchell para hacerlo tan buena persona, a lo mejor por eso aceptaron a Mitchell en su hogar, para ser un reemplazo masculino mejorado de la propia Bri, así podrían seguir jugando a la "familia perfecta", en el fondo Bri sabía que eso no era cierto, sabía que Mitchell únicamente estaba en su hogar debido a la experiencia traumática que vivió, pero era más fácil echarle la culpa a un tercero, que aceptar la verdad, era más fácil simplemente ignorar lo obvio.

La camarera se acercó a la puerta y la abrió con lentitud, se apartó de ella, dejando a Bri entrar, pero no entrando con ella. Esa era la zona VIP de la mansión, al tercer piso solo podían ir aquellos clientes de más alto nivel, también solo podían ir los hombres y las mujeres dispuestos a todo por dinero. Bri se sentía nerviosa caminando por los oscuros pasillos únicamente iluminados por pequeñas luces neones en los pisos y techos, Nathaly le había dicho que tendría que esperar un poco antes de poder ir al tercer piso ya que ese era el lugar donde podría hacer la cantidad necesaria para iniciar su carrera en una sola noche. Bri rápidamente llegó a los vestíbulos viendo como las bailarinas se acomodaban en diminutos trajes, algunas incluso estaban desnudas, únicamente aplicando maquillaje, también habían hombres en diminutos trajes entrando y saliendo de varias habitaciones distribuidas en el tercer piso, de seguro complaciendo tanto a mujeres como a otro hombres. Rápidamente Bri pensó en Sodoma y Gomorra, y como si existiera en la actualidad la vista sería muy similar a esa: personas drogándose, bebiendo e inyectándose cuanta cosa les pusieran al frente; tocándose, besándose y haciendo cualquier cosa que incitara al placer carnal; por un momento Bri se sintió incómoda de estar allí y desanimada al darse cuenta de lo que tendría que hacer por dinero, jamás imaginó que tendría que recurrir a tales cosas con tal de cumplir su sueño, pero la imagen mental de sí misma obteniendo el éxito que tanto deseaba la hizo llenarse de valor y acercarse a los camerinos, en busca de Nathaly, pronto tendría que hacer su tercer baile de la noche y si Nathaly quería que atendiera a un cliente de forma personal, sin importarle tener que buscar a otra bailarina que la cubriera, significaba que debía ser muy importante, demasiado.

— ¡Vaya! ¡Hasta que por fin te dignas a venir! — dijo Nathaly molesta, terminando de echarse un labial morado oscuro en sus labios.

Bri observó a Nathaly en silencio y noto que Kevin tenía razón, el maquillaje cambiaba a las personas: Nathaly había dejado de ser una adolescente 17 años, a ser toda una mujer de veintitantos; sus párpados estaban cubiertos por purpurina morada y sombras negras, y un delineado fino complementaban el maquillaje de sus ojos; no llevaba más en las mejillas que una base suave, sus labios era lo más interesante de su rostro; pasaron de ser dos líneas finas a ser un enorme corazón de color morado; su cabello estaba rizado y caía de forma serpenteante por su cuello, hasta su escote en forma de corazón que portaba la lencería negra que la chica llevaba. Nathaly recogió su cabello en una coleta alta y levantó una ceja enojada, mirando a Bri a través del espejo delante de ella.

— ¿Qué? ¿Te vas a quedar ahí parada toda la bendita noche? ¡Vamos! ¡Tenemos clientes que atender! — Nathaly tomo a Bri y la empujo hacia un armario, lleno de lencería y trajes que apenas si cubrían algo —. Vístete, más bien desvístete, que hoy es tu noche — Nathaly volvió a girarse hacia el espejo y terminó de difuminar las sombras negras alrededor de sus ojos —, esta noche serás millonaria.




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