La Loca Esa (novela Cristiana)

32. Perder la ilusión

"Los justos claman, y el Señor los oye;
los libra de todas sus angustias.
El Señor está cerca de los quebrantados de corazón,
y salva a los de espíritu abatido."

Salmo 34:17-18

Salmo 34:17-18

 

Cuando Owen era niño solía pensar que el único propósito en su vida era ser feliz, sin importar a cuantas personas tuviera que arruinar en el proceso, así le habían enseñado, que el mundo giraba a su alrededor y todos debían complacer su voluntad.

 Si tienes puño de hierro, nadie podrá dañarte, todos te obedecerán.

Repetía una y otra vez su padre, con cada minimo error que cometía, pero Owen nunca fue así, no era el "alfa" o el "rey" que su padre tanto deseaba, no lo era, su madre solía bromear con que Owen había nacido con una sensibilidad y amabilidad tan grandes que la tierra misma tenía celos de la gracia que el chico emitía, solía decir que era bueno, bondadoso, amable y lleno de vida.

A diferencia de su esposa, Owen creció en la tranquilidad oculta del campo, pasaba sus tardes descalzo, corriendo de un lado a otro, mirando el cielo azul, admirando la gloria del creador, que en ese entonces aún no conocía y adoraba, lo único que sabía era que alguien le había dado una vida tan feliz y tranquila, lejos del mal. Cuando Owen era pequeño, le dijeron que siempre había dos caminos para seguir: el camino de la naturaleza y el camino de la carne; el camino de la carne es aquel por el cual se alcanza la perfección mediante el placer absoluto, no importa a quien se dañe en el proceso de obtener dicho placer, lo único que importa es el resultado, el placer conlleva a la felicidad y la felicidad a la perfección; ese era el camino que su padre quería que tomara; que fuera fuerte, dominante, casi...bestial; ese fue el camino que su padre le enseñó a tomar, en dicho camino sería libre, demasiado libre, tanto que al final del día nada importaría, nada más que el propio placer; el camino de la carne solo busca satisfacerse así mismo y conseguir que otros le sirvan, que se sometan a su voluntad, sin importar lo cruel o retorcida que sea, le gusta creer que siempre tiene la razón, que todos lo obedezcan y salirse con la suya, siempre encuentra motivos para ser infeliz, incluso si todos a su alrededor resplandecen de alegría y siempre encuentra la forma de someter a su infelicidad a las personas a su alrededor. En secreto su madre le enseñó el camino de la naturaleza, un camino que solo busca existir y coexistir, satisfacer, pero no ser satisfecho y obedecer por completo;  pero desde que nació Owen supo que camino deseaba tomar; el camino de la gracia fue su elección, ya que ese camino le acercaba a la naturaleza y a la paz; el camino de la gracia es bueno, gentil, bondadoso, pacífico; acepta insultos sin rechistar y ofrece su otra mejilla cuando lo van a golpear, acepta las heridas con una sonrisa y está en paz, con todos quienes le rodean; desborda amor en cada respiración y sus palabras son tan dulces como la miel. 

Así fue como Owen creció, en paz y felicidad, en completa tranquilidad sin importar el mal que abundaba a su alrededor, su hermana mayor, Willa, siempre lo cuido y lo amo, lo llevaba a través del campo, contándole historias sobre el camino de la gracia y como debíamos estar en paz con todo lo que nos rodeara.

 — No debemos dañar, Owen — repetía Willa con su clásica sonrisa melancólica, siempre decía lo mismo las pocas veces que se veían, ya que ella al igual que sus otros hermanos vivían en la ostentosa ciudad, Willa siempre parecía al borde del llanto, como si supiera algo que nadie debería saber, aún así Willa era muy buena, ya era toda una jovencita, casi una mujer —, solo debemos amar y ser amados.

Con el tiempo Owen fue creciendo en gracia y belleza, sus días consistían en admirar la naturaleza y trabajar en ella, sembrando y cultivando, amando y admirando, no le importaba que sus padres hubieran desaparecido de la noche a la mañana, de todas formas cada vez que preguntaba Willa nunca le decía nada, solo sonreía con desazón y le decía que fueran a preparar mermelada, aunque en las noches Owen la escuchara llorando.
Así pasaron los días hasta sus veintiún años, Owen no podía estar más en paz que en aquella época, pasaba sus tardes acostado en el cálido y verde césped, saltando a través de la montaña, danzando descalzo alrededor de una fogata, contando las estrellas desde la ventana de su casa, todo era tan perfecto, tan...feliz, tan pacificó, Owen no sabía como explicarlo, pero siempre se sintió protegido, como si alguien...un ángel lo mantuviera bajo sus alas; lamentablemente sus días cerca de los animales y la felicidad rural llegaron a su fin.

Un día, después de recoger algunas verduras y frutas silvestres Owen se encontró con la sorpresa de que su hermana estaba de visita, como tantas veces anteriores corrió descalzo hacía ella y la abrazo feliz con fuerza, ella solo se limitó a acariciarle la cabeza, sin decir ni una palabra, de hecho, Willa en ningún momento dijo nada, solo permaneció en silencio hasta la noche, ni siquiera dijo nada cuando Owen le preparó una pequeña tarta de moras, la favorita de Willa, usualmente ella no dejaba de degustar aquella golosina, pero en esa ocasión ni siquiera tomó un bocado, tampoco dijo algo cuando Owen se recostó en su pecho, como solía hacerlo cada noche que estaban juntos, a la espera de alguna historia para dormir, ella solo siguió acariciándole la cabeza, al día siguiente, al despertar, Owen encontró a Willa empacando sus cosas, Owen intentó preguntarle qué pasaba, pero ella solo lo tomo de las mejillas y le dio un fuerte, y doloroso beso, acto seguido siguió empacando las cosas del chico. 
Al terminar, tomó a Owen de la mano y bajaron desde la alta montaña que era su hogar, allí, abajo, en la pradera los esperaba un auto, Owen hacía mucho que no subía a uno, quiso preguntar, quiso hablar, pero sabía que nadie le diría nada, pasaron toda la mañana en ese auto, Owen miraba atento todo a su alrededor, cada pequeña casa, cada estructura, cada animal, todo, absolutamente todo, ya llegado más del mediodía se detuvieron frente a una enorme casa señorial, en un hermoso barrio de una pequeña ciudad.
Willa fue la primera en salir, le extendió su mano a Owen, aun sin decir nada y Owen totalmente confiado la tomo, creyendo ciegamente en su hermana tomó su mano y caminaron juntos hasta la casa. 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.