La Loca Esa (novela Cristiana)

47. Recordando...

— ¡No! ¡Aléjate!


— ¡No! ¡Aléjate!

Haza se retorció violentamente contra la silla, en un vano intento de liberarse.

— Deja de intentarlo — el chico de ojos azules parecía impaciente, mejor, así Haza podría ser asesinada más rápido de lo que ella creía y así liberarse de su secuestrador —. De todas formas, aunque te liberarás es imposible que salieras de esta casa — el chico de ojos azules camino hacia la ventana revelando que estaba completamente sellada con lo que parecía ser una lámina de metal, la puerta igual, estaba encadenada con aproximadamente 3 candados y parecía ser de acero sólido.

Haza bajó la mirada, sin entender que podría ser para liberarse de semejante tormento.

— ¿Tienes hambre? Creó que es hora de la cena.

Haza negó.

— Quiero irme a casa, eso es lo único que quiero.

El chico de ojos azules negó, acercándose nuevamente a la muchacha, quien como pudo intentó mantener la distancia.

— Puedo llevarte a tú nueva habitación, pero no pienso dejarte ir.

Haza tembló, pero no tuvo más opción que aceptar.

El chico de ojos azules empezó a soltar las correas pero se detuvo ante las manos atadas y vendadas de la chica, levantándose y tomando una correa, misma que ató a ambas correas de cuero, como si fuera una especie de correa para perros, Haza levantó una ceja consternada.

— Debes estar bromeando — se quejó ella.

El chico de ojos azules negó.

— No, jamás jugaría contigo así, al menos ya no.

Sinceramente Haza estaba cansada, sentía sus párpados amenazar con cerrarse, sabía que estaban hinchados, producto de llorar como si no hubiera un mañana durante tantos días, además de sentirse fatigada, no tanto físicamente, pero sí mentalmente, la situación era pésima, pero eso no era lo peor: lo realmente malo de la situación era que Haza no entendía nada; el sin sentido de la situación la volvía loca, no conocía las verdaderas intenciones de su agresor, tampoco sus motivaciones mucho menos su plan a futuro, eso la enloquecía.

El chico de ojos azules la tomo por la correa y como si se tratará de un criminal de guerra la guío por las escaleras, nuevamente se detuvo justo cuando el camino se dividía en dos pasillos, primero miró a la izquierda, luego a la derecha, para finalmente irse a la derecha, con Haza caminando detrás de él. Eso mismo había hecho la primera vez, el chico parecía querer llevarla a la izquierda pero con suma dificultad se dirigía a la derecha, al llegar Haza vio que su habitación estaba al lado de una ventana, Haza se emocionó al ver la luna pero esa emoción se desvaneció al darse cuenta que era un cuadro pintado con la intención de dar dicha ilusión.
Sin esperar más entró: hasta el momento no se había detenido a observar la habitación, ya que había estado inconsciente la primera vez; era enorme, con una gran cama con cientos de almohadas descansando sobre la misma, un armario y un espejo gigantescos, pero en sí lo más singular era la oscuridad que había allí, era tan oscuro que Haza no sabía ni siquiera si era de día o de noche.

— Ven aquí.

El chico de ojos azules toro levemente de la correa indicando que quería que Haza se acercará a él. Haza contempló seriamente la opción de patearlo, ya que él estaba justo debajo de ella, amarrando lo que supuso que era otra correa, pero aunque estaba claramente es desventaja no parecía haber otra opción, ¿Debería descartar la idea? No, por algo Dios la puso en su cabeza.

— Espera un segundo y podrás recostarte.

Pero Haza no tenía un segundo, en el momento exacto que él se puso de rodillas Haza lo pateó, tan fuerte que el crujir de sus huesos hizo eco por la habitación, por si las dudas Haza nuevamente lo pateó, haciendo que finalmente él soltará la correa que mantenían sus manos atadas, sin pensarlo tomó la correa en sus manos y salió corriendo, doblando por los pasillos y alejándose lo más que podía de él, pero sus esperanzas se apagaron en el momento que escuchó sus pasos tras ella.
Haza literalmente se tiró por las escaleras, para así intentar encontrar algún punto en que pudiera escapar, llegó a la cocina y sin pensarlo busco en los cajones algún cuchillo o algo, pero se encontró con que estos estaban cerrados.

Él llegó pocos minutos tras ella.

El chico de ojos azules ladeó la cabeza, parecía dolido pero a la vez satisfecho, un hilo de sangre descendía de su nariz, manchando el pasamontañas negro.

— Aléjate...— rogó Haza en el extremo opuesto a la cocina.

— Por favor, cariño, no pretendo hacerte daño.

Haza alzó las manos, exhibiendo sus manos vendadas y atadas.

— Oh...eso fue solo un evento desafortunado, sólo eso, además...— él sonrío de lado, una sonrisa torcida que Haza sabía que conocía, pero no recordaba dónde — eso lo hiciste tu misma, no te he dañado, yo no he hecho nada para lastimarte. 

Haza retrocedió, observando fijamente el pasillo a su lado, sin darle tiempo a su agresor de siquiera pensar Haza corrió hacía el pasillo, pero él fue más veloz... logrando sujetar la correa de cuero tirando de ella, haciendo a Haza frenar de golpe, el chico de ojos azules tiró con fuerza de ella, haciéndola golpearse contra su pecho, apresando su pequeño en sus brazos.




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