La Loca Esa (novela Cristiana)

51. La protección de Dios.

— ¡Ve más despacio, bestia! — gritó Aidan, sujetándose del asiento y sintiendo como el desayuno empezaba a regresar por su garganta

— ¡Ve más despacio, bestia! — gritó Aidan, sujetándose del asiento y sintiendo como el desayuno empezaba a regresar por su garganta.

— ¡Eso intento!

Aidan cerró los ojos con fuerza intentando no llorar, Joshua conducía como un loco, era lógico que los sentimientos recientes no lo dejarán pensar con claridad, pero no justificaba el hecho de que estuvieran a punto de morir por su imprudencia al conducir, Joshua conducía de una manera abismal, como si estuviera a punto de desmayarse pero intentará quedarse despierto, eso no hacía más que hacerlo temblar, Aidan de tan sólo pensar que en cualquier momento iban a chocar era suficiente como para hacerlo llorar.

— ¡Ay, Dios mío, no me dejes morir aquí!

Exclamó Aidan completamente petrificado del miedo, su corazón se detuvo justo en el momento en el que pasaron una luz del semáforo en rojo y solamente pudo imaginarse el choque que habría justo en aquel instante, cortesía de camión de carga que venía toda velocidad frente a ellos.

— ¡Joshua, cuidado!

Joshua apretó los dientes y sujetando con fuerza el volante giró hacia el lado izquierdo de la carretera logrando esquivar por muy poco al camión de carga que venía frente a ellos. Aidan suspiró aliviado, había esquivado la muerte, nuevamente.

— ¿Sabes qué? — Aidan tomó suavemente las manos de Joshua intentando que soltará el volante, que parecía haberse fusionado con la carne sus manos. Lo apretaba tan fuerte que Aiden pudo ver pequeñas manchas de sangre descendiendo por el cuero sintético del volante —. Mejor...mejor conduzco yo no ¿crees? Así podrás pensar mejor y no tenemos tanto el riesgo de morir.

— Sólo YO conduzco mí auto.

Contestó Joshua con ferocidad apartando las manos de Aidan con un empujón.

Aidan se encogió de hombros, sabía muy poco de Joshua, de hecho lo único que sabía era que tenía una especie relación con su hermana gemela, pero eso no evitaba que sintiera una extraña confianza hacia él, parecía tan destrozado, tan adolorido por la pérdida de su hermana, un sentimiento que compartía, bueno, aún no estaba perdida todavía podrían encontrarla y traerla de vuelta a casa donde estaría sana, y salva, pero primero se aseguraría de hacer pagar al hombre o a la mujer que la había apartado de la seguridad de su hogar, de sus seres queridos, de sus amigos, de su "pareja" (si es que así se le podría decir a su relación con Joshua) y de él, se encargaría de hacerlo pagar y si era el mismo tipo del que estaba sospechando tenía más motivos por el cual vengarse. Aidan sonrío al recordar la frase un filosofó cuya sabiduría había inspirado la mente de muchas personas por generaciones.

"La venganza nunca es buena, mata el alma y la envenena"
Don Ramon. 

El muchacho sabía que la venganza no era buena, nunca traía nada benigno a la vida de la persona que la ejercía, pero en sí no era una venganza lo que él quería, lo único que quería era mirarlo a los ojos y que supiera todo el daño que injustamente le había provocado, también quería preguntarle él porqué le había hecho eso, sabía que la respuesta que obtendría no sería satisfactoria, no lo sería en lo más mínimo, pero quería saberlo, lo necesitaba. Lo que le había hecho era imperdonable, uno de los mayores pecados, había noches... noches enteras en las que aún sentía sus manos en su piel, tocando, lastimando y  destruyendo, aparentemente eso era lo único que aquel hombre sabía hacer.

Destruir.

Finalmente lograron llegar al bosque de la ciudad vecina, el cual era significativamente más grande que el de la ciudad de la cual provenían, era gigantesco aquel bosque: con enormes troncos y cientos de árboles que daban la impresión de que siempre era de noche, la sombra era tan densa y apenas se podía ver la luz brillante de las estrellas.

— ¿Es por aquí? — preguntó Joshua mirando fijamente el camino.

Joshua ya estaba significativamente más calmado, de hecho hasta Aidan podía volver a respirar tranquilo, se notaba que sus nervios se están relajando, de hecho pudo verlo temblar como si la descarga de adrenalina estuviese abandonando su cuerpo.

— Sí — respondió —, es por aquí, lo recuerdo bien solía venir junto a él cuando está aburrido en casa sinceramente siempre me ganaba un merecido regañó por parte de mis padres por haberme escapado, pero era un niño pequeño y creía que él era mí amigo.

Aidan tembló en su asiento Joshua lo miro de reojo. No sabía ciencia cierta qué era lo que aquel hombre le había hecho, pero fuera lo que fuera sin duda alguna era algo imperdonable. Joshua pudo ver la cicatriz, la cicatriz en el cuello del joven, una cicatriz en forma de mordida que parecía negarse a desparecer, una cicatriz que nunca iba a cerrar, aún se podía ver con claridad las marcas de los dientes en aquella zona. Joshua paso grueso imaginándose la clase de bestialidad que le había sucedido aquel inocente chico, porque eso era Aidan, inocente era técnicamente igual a de cordial y noble a Haza, solo que menos cascarrabia que su hermana y mucho más dispuesto a darlo todo por el prójimo, según lo que había escuchado anteriormente al accidente, él solía ser mucho más carismático y divertido solía ser bastante social, pero no le importaba dejarlo todo para estar con su familia, era un chico muy amante de su familia, siempre la interponía primero, velando por el bienestar de quienes amaba, de hecho Aidan se preocupaba más por el bienestar de sus familiares que por el propio, quizás ese fue el motivo por el cual en no se recuperó tan bien de aquel incidente.




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