La Loca Esa (novela Cristiana)

54. El campo, el cielo, la tierra...

"No mirará si es bueno o malo, ni lo trocará; y si lo trocare, ello y su trueque serán santificación; no se redimirá."

Levítico 27:33

Haza no sabía cuánto tiempo llevaba allí, en la oscuridad, sola

Haza no sabía cuánto tiempo llevaba allí, en la oscuridad, sola.

Ni siquiera podía ver su mano frente a su rostro, lo único que podía ver era una pequeña luz en un rincón del extraño lugar en el que estaba.

Las nauseás la estaban matando, ya había vomitado todo lo que tenía en el estómago, pero las arcadas no paraban, haciendo que Haza llorará de dolor, a penas si podía respirar, sentía que su cabeza iba a explotar y sus costillas romperse.

Haza intento ponerse de pie, pero todo a su alrededor daba vueltas, extendió sus manos al sentir que perdía el equilibrio, las movió con fuerza, azotando el aire, la punta de sus dedos lograron  rozar lo que parecía ser una pared, pero fue demasiado tarde, Haza sintió el retumbar de su cabeza contra la pared, el golpe la dejó comprensiblemente más aturdida de lo que estaba, pero no fue eso lo que la hizo quedarse quieta en el suelo, sino el hecho de que sentía su cabeza estaba demasiado adelante de su cuerpo, su primer pensamiento fue que se había roto el cuello, por ello permaneció quieta, mirando la oscuridad.

¿Qué había pasado? ¿Por qué estaba allí? A su mente llegaron las imágenes de los últimos días, Haza abrió de forma dolorosa sus ojos dándose cuenta de algo: Günther tenía a Aidan.

Los sollozos y las suplicás de Aidan hicieron eco en su memoria, ¿Günther volvería a violarlo? La mera idea de que Günther estuviera a un metro de su hermano hizo la sangre de Haza congelarse en sus venas, al instante la muchacha se puso de pie y corrió directamente hasta la luz en una esquina de la habitación, pero, cuando ya estaba a punto de llegar a la luz, Haza fue jalada con violencia a la oscuridad, por una cadena en su pie que ella no había notado hasta el momento. Era casi irónico, su familia, pero en especial ella ya estaba perdonando y sanando, faltaba muy poco para que el proceso estuviera completo, Haza estaba a punto de volver a vivir, de sentir, de amar y de odiar, de ser feliz, pero su felicidad había sido arrebatada junto con su libertad, Günther la había jalado a ella y a Aidan nuevamente a la oscuridad, y Joshua solo era un fatídico efecto colateral. El cuerpo de Haza impacto el suelo, el golpe la hizo jadear y quedarse sin aire por uno segundos, Haza sintió que su corazón dejaba de latir, pero escuchaba un palpitar en su cabeza que casi la hace gritar, pero su voz no salió de su garganta, era como si tuviera miedo, como si su voz también tuviera miedo.

La oscuridad frente a ella desapareció, convirtiéndose el techo oscuro en un campo de flores, un campo verde...el campo en el cual se basaban las anécdotas e historias de su padre. Owen solía decir que su hogar de la infancia era lo más cercano al cielo que podría existir en la tierra, allí se respiraba vida, paz y armonía, todo estaba en libertad y todo estaba en comunión con el creador. 

Haza vio a su padre corriendo por el verde campo y alzando sus manos hacía el azul cielo, ella lo imagino como en sus historias de cuando era pequeño y vivía en la paz benigna del campo: descalzo, sin cojear, sin cicatrices por el accidente y sin tristeza en su mirada, en su sueño, Owen no había perdido esa mirada compasiva y radiante que tanto lo caracterizaba; Evangeline llegó corriendo tras de él, corriendo hacía su esposo; al alcanzarlo Evangeline llenó su rostro de besos y su cuerpo de caricias, su madre sonreía en paz, sin aquella mirada de enojo que tanto la caracterizaba, su cabello castaño ondeaba con el viento, al igual que su vestido blanco; ambas saltaban por el pasto y las montañas verdes, alzando sus brazos al cielo. Ada no llegó corriendo, llegó girando, girando su pequeño cuerpo, admirando como su vestido blanco ondeaba con cada movimiento, su cabello rizado estaba esponjado y era un enorme, y hermoso afro natural, la niña alzaba sus brazos hacía el cielo, sin dejar de girar; de vez en cuando daba saltos de alegría, sin dejar de ver al cielo; Owen fue quien la recibió, alzo a su hija en sus brazos y giro con ella en completa paz, y felicidad, ambos mirando al cielo, al azul e imponente cielo, pero Evangeline tenía su rostro clavado en el suelo, con una mueca de rabia y la irá en sus ojos; Ada y Owen estaban en paz; ella no.

Haza se vio a si misma caminando por el campo, a cierta distancia de su familia, en el nacimiento de un bosque, veía como Evangeline caminaba sin sentido, a veces en línea recta, otras hacía los lados, pero en todos los casos no podía avanzar de su sitio, siempre iba al mismo lugar y siempre volvía al inicio; Ada y Owen seguían con sus ojos en el cielo, avanzando por el verde campo tomados de las manos.

El cabello castaño de Katherina paso al lado de Haza, la joven mujer sonreía con benevolencia y gratitud, con sus ojos fijos en el suelo, pero, a la mitad del campo ella se detuvo, sus pies descalzos dejaron de moverse y con lentitud subió la vista al cielo, sonriendo, Katherina sonreía porque estaba en paz, Haza reconoció aquella mirada en sus ojos, la mirada que tenía al morir...Katherina no estaba asustada, tampoco enojada por tener una muerte tan despiadada y prematura, no, ella estaba en paz...porque sabía que Dios había hecho en ella su voluntad.

— Dios dame paz...— suplico Haza en el inicio del bosque o quizás era el final, pero ella no lo sabía —, dame paz y la capacidad de perdonar.

Katherina siguió avanzando, con su vista fija en el cielo, cada vez más cerca del lugar en donde el cielo y la tierra se encuentran, Haza a penas si podía ver a Ada y Owen en la distancia, con su mirada en el cielo, mientras que Evangeline...Evangeline seguía estancada...estancada en la rabia y la tristeza. 
El corazón de Haza se detuvo al sentir a alguien tomando su mano, al mirar vio a Aidan mirando fijamente al cielo, también vestido de blanco. Haza solía pensar que Aidan había elegido el camino de la paz y lo divino desde que nacío, jamás había visto a alguien tan feliz y benigno como su hermano, estar con él era amarlo, porque se podía sentir el amor de Dios y al Espíritu Santo en su forma de actuar, de hablar, de pensar...incluso después de la violación Aidan era incapaz de odiar, Aidan no odiaba más que asi mismo, se sentía culpable, aunque claramente no lo era. Aidan la miró y le sonrío, empezando a avanzar, con la vista fija en el cielo, un cielo casi tan azul como sus propios ojos, Aidan no soltó de la mano a Haza, pero por más que ella quería no lograba avanzar, Aidan finalmente la soltó y camino en paz por el verde campo, una sombra oscura parecía asecharlo, pero Aidan ni siquiera parecía percatarse de ello, su vista estaba fija en el cielo. Y cuando menos Haza se dio cuenta estaba sola, sola con su madre caminando de un lado a otro, sin poder avanzar.




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