La Loca Esa (novela Cristiana)

52. Jehová es mí pastor...(final original)

A veces Haza deseaba desaparecer, ser invisible, estar feliz en una soledad absoluta, solo ella y sus pensamientos.

Existen personas que nacen para resaltar, usualmente es su carisma o actitud lo que los hace únicos, son atrayentes, son esa clase de personas con las que quieres estar, a veces es el físico lo que hace resaltar a algunas personas, alguna peca, una mancha, un color, algo más, algo menos pero como sea: es hermoso, porque Dios lo hizo así con ese propósito, por ende es hermoso. A lo mejor era la negrura de su pelo, lo azul de sus ojos o lo poco ortodoxo de su cuerpo, pues con su leve sobrepeso llegaban toda clase de curvas que de pequeña solía odiar pero en su adolescencia empezó a amar. Fuera como fuera Haza resaltaba, siempre lo hacía, para bien o para mal, quizás era su eterna tristeza que poco a poco Dios la ayudó a sanar, lo cierto era que ella resaltaba y lamentablemente aquel día en la escuela Haza, y su gemelo, Aidan resaltaron a los ojos de Kevin, lo hicieron.

Ahora Haza odiaba que su deseo se hubiera cumplido, porque estaba sola, sola con sus pensamientos.

Allí, acostada en la alfombra de felpa del suelo dejó que las lágrimas se liberaran en busca de una ansiada victoria, una que se veía cada vez más lejana. El agua de sus ojos brilló como cristal gracias a la rebeldes luces que lograban filtrarse por las ventanas selladas, no sabía si era de día o de noche, lo único que sabía era que estaba llegando a cierto límite, uno que no quería pasar, uno al cual temía llegar: la desesperación.

Nada bueno salía de aquel sentimiento. En el encierro Haza no pudo evitar pensar en Job, quien victoriosamente superó cada prueba que el enemigo colocó con el único propósito de que negara al creador de todo, a comparación de Job, Haza estaba teniendo una semana tranquila: Job había perdido todo; desde sus hijos e hijas hasta su salud y todo simultáneamente, incluso se podría decir que perdió a su esposa, ya que al haberlo incitado a blasfemar contra Dios ella se condenó, aun así con todas esas dificultades salió adelante, incluso Dios le dio más allá de lo que había perdido, tanto que también le dio sus mayores tesoros; Jemina, Cesia y Keren-hapuc: sus tres hijas, sus tesoros. A Haza le aterraba la idea de tener como recompensa por aquella prueba a una hija, no solo porque eso no estaba en sus planes a futuro, sino porque se sentía completamente atrapada.

¿Joshua haría lo mismo? ¿La incitaría a maldecir a Dios y morir? ¿Sería ella como Job o al contrario como su esposa? 

— Porfavor, Dios — rogó Haza alzando sus manos —, dame fuerzas para superar esta prueba. 

A veces, cuando la sensación de impotencia y desesperación era demasiada, Haza se refugiaba en aquel salmo que la protegía en las densas noches de oscuridad cuando era niña

A veces, cuando la sensación de impotencia y desesperación era demasiada, Haza se refugiaba en aquel salmo que la protegía en las densas noches de oscuridad cuando era niña. 

Sentada, en el borde de su cama, empezó a decirlo, recitar, más bien, lo sabía de memoria, lo había dicho de pequeña cuando se enfrentaba a la desconocida oscuridad, lo había dicho cuando fue su primer dia de escuela, lo había dicho en el atentado, cuando las balas le quitaron la vida a todas esas personas personas y lo decía ahora. Era una promesa que se rehusaba a olvidar.

"El que habita al abrigo del Altísimo
Morará bajo la sombra del Omnipotente.
Diré yo a Jehová: Esperanza mía, y castillo mío;

Mi Dios, en quien confiaré.

El te librará del lazo del cazador,
De la peste destructora.
Con sus plumas te cubrirá,
Y debajo de sus alas estarás seguro;
Escudo y adarga es su verdad.
No temerás el terror nocturno,
Ni saeta que vuele de día, Ni pestilencia que ande en oscuridad,
Ni mortandad que en medio del día destruya.
Caerán a tu lado mil,
Y diez mil a tu diestra;
Mas a ti no llegará.
Ciertamente con tus ojos mirarás
Y verás la recompensa de los impíos.
Porque has puesto a Jehová, que es mi esperanza,
Al Altísimo por tu habitación,
No te sobrevendrá mal,
Ni plaga tocará tu morada.
Pues a sus ángeles mandará acerca de ti,
Que te guarden en todos tus caminos.
En las manos te llevarán,
Para que tu pie no tropiece en piedra.
Sobre el león y el áspid pisarás;
Hollarás al cachorro del león y al dragón.
Por cuanto en mí ha puesto su amor, yo también lo libraré;
Le pondré en alto, por cuanto ha conocido mi nombre.
Me invocará, y yo le responderé;
Con él estaré yo en la angustia;
Lo libraré y le glorificaré.

Lo saciaré de larga vida
Y le mostraré mi salvación."

Acostada, debajo de la cama, Haza empezó a orar




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