la luciérnaga a la que nunca se la apagó la luz

capítulo 8

Me levanté con un olor delicioso.

Olía a tortitas.

Me levanté de golpe de la cama y me vestí rápidamente, poniéndome unos legins y una sudadera. Ni siquiera me miré al espejo antes de salir de la habitación sabiendo probablemente que Blanca no estaría sola.

Misteriosamente esto había hecho que me levantase de buen humor, después de haber tenido una mala noche. Y no saber a quién llamar, en otro momento de mi vida hubiese llamado a Laura pero sé que aún sigue algo picada por mi partida.

Al llegar a la cocina la escena me sorprendió bastante.

Diego era el que estaba cocinando las tortitas.

No me extraño que Diego estuviese aquí ya que estaba segura de que había pasado aquí la noche ya que cuando volví me encontré a él y a Blanca dormidos en el sofá con la televisión todavía encendida. Yo se la apagué, esto hizo que Diego despertase, es más agradable cuando aún esta medio dormido y no puede procesar lo suficientemente rápido para soltar sus típicos comentarios.

Lo que realmente me sorprendió es que estuviese haciendo él las tortitas, cuando me levanté pensé que las estaría haciendo Blanca.

-Buenos días.-Dije acercándome para coger una tortita. Pero Diego me apartó la mano dándome un pequeño golpe.

-Son para Blanca, estaba muy deprimida ayer.-Dijo, con aire de preocupación. Igual le había juzgado mal, igual tenía su lado humano, se preocupaba por Blanca mucho, claro que al fin y al cabo era su hermana. Pero este pensamiento solo me duró unos segundos porque él continuó hablando.- Así que tú no cojas.-

Miré el plato lleno de tortitas con anhelo, esperando que de un momento a otro cambiase de opinión y me diese por lo menos una, no creo que nadie en este mundo pudiese ser tan mala persona como para privar a alguien del placer de comer una tortita.

-Pero no creo que Blanca se coma todas esas tortitas.-Dije yo esta vez apartando la mirada de las tortitas y mirándole directamente a los ojos. Él suspiró y apartó la mirada por un momento pensé que solo me iba a mandar a la mierda pero para mi sorpresa cogió otro plato y puso dos tortitas en el dándomelo un poco de mala gana.

Yo me senté feliz y con una gran sonrisa con mis tortitas y mi chocolate fundido en la mesa ignorando la mala cara de Diego.

Empecé a echarles a las tortitas el chocolate y sirope de caramelo.

-¿Paso algo?-Se quedó por unos segundos callado mientras seguía haciendo las tortitas. Dije cuando por primera vez desde que lo conocía Diego estaba callado mirando a la nada.

-¿Qué?-Dijo pareciendo despertar de su ensoñación.

-Que si pasó algo. -Dije yo mientras le daba un mordisco a la tortita en mi mano.

-¿Por qué lo preguntas?- Preguntó bruscamente, como si estuviese a la defensiva.

-Porque has dicho que Blanca estaba deprimida.-

-Tú eres su amiga pregúntaselo tu.-Suspiré.

-No sabes porque esta así ¿verdad?-Él se sentó y negó con la cabeza, apoyó esta en sus manos después de sentarse.

Me daba la ligera sensación de que Diego no era la persona que dejaba ver a la mayoría de personas, de que poca gente conocía al verdadero Diego.

Pero aquí volvió el Diego de siempre.

-Ya bueno, ya lo descubriré.-Dijo, seguro de sí mismo y volviendo a la actitud de siempre no dejándose ver inseguro.

-¿Cómo? Si ella no quiere hablar...-Pero me interrumpió.

-Tengo mis métodos y se utilizarlos, cosa que tu.-Dijo remarcando la última palabra.- no sabes hacer.-Dijo con una sonrisa de lado. iba a contestarle pero en ese momento Blanca entró.

-Buenos días.-Dijo Blanca sentándose a mi lado .Inhaló muy exageradamente y una sonrisa iluminó su rostro.-Huele muy bien.-

Diego y yo a la vez dejamos él un par de tortitas y yo el sirope y el chocolate, ella sonrió aún más.

Una vez terminado el desayuno caminé hacia mi cuarto y cogí la mochila que llevaba ayer. Cuando saqué todo lo que tenia buscando la cartera me di cuenta de que el cuaderno de Lisa no se encontraba dentro, lo primero que hice antes de entrar en pánico fue dar la vuelta a la mochila intentando que cualquier cosa que estuviese dentro saliese. Después puse patas a riba la habitación pensando que igual lo había sacado anoche y no lo recordaba.

El corazón me dio un vuelco y un nudo se formó en mi garganta.

Busqué en el armario, en los cajones de la mesita, debajo de la cama... Salí corriendo de la habitación y empecé a buscar por toda la casa.

-¿Qué buscas?-Preguntó Blanca. Yo estaba tan agobiada que ni siquiera la respondí, me pasé la mano por el pelo intentando tranquilizarme y pensar donde se me podía haber caído el cuaderno.

En el coche no podía estar ya que estaba metido en la mochila, y el único sitio donde había abierto la mochila había sido en...

Cogí las llaves donde se encontraban las del coche y las del piso hasta que justo antes de abrir la puerta me di cuenta de que mi coche estaba roto.

Me puse frente Diego.

-¿Me dejas tu coche?-Él pareció dudar pero antes de que pudiese decir que no le interrumpí.-Por favor, es una emergencia.-Suspiró y entonces me tendió la mano con las llaves en ella me dijo el coche que era y donde estaba aparcado y salí corriendo.

Cuando por fin entré a la cafetería me encontré a Sara y casi me chocó con ella tuve que pararme de golpe.

-¿Pasa algo?-En ese momento salieron Enzo y Hugo de la sala, Enzo llevaba el cuaderno en la mano leyéndolo, yo rápidamente me acerqué a él y se lo arranqué de las manos. Frunció el ceño, hasta Hugo pareció sorprendido por mi agresividad.

Abracé el cuaderno contra mi pecho con lágrimas en mis ojos, a pesar de sentir alivio me había llevado un buen susto, y el malestar no había desaparecido.

-¿Es tuyo?-Dijo Enzo mientras Sara suspiraba y se dirigía a atender a una pareja de ancianos que se había sentado.

-Si.-Dije todavía sin aflojar mi agarré sobre el cuaderno, ya me dolían hasta las manos de la presión que estaba ejerciendo.



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En el texto hay: misterio, amor de hermanas, amistad amigos

Editado: 20.04.2021

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