La luna de Atenea

Capítulo 2

El viaje de regreso al campamento había sido increíblemente tranquilo. Sin monstruos, sin incidentes, solo el camino despejado hacia nuestro hogar temporal. Para la mayoría de los semidioses, un viaje así era un lujo, y tanto James como yo lo sabíamos. Pero esta vez, lo que más me importaba era llegar.

Seis meses habían pasado desde que habíamos estado en el campamento. Seis largos meses de entrenamientos en solitario, de días en el mundo mortal intentando encajar, y de noches pensando en cómo estarían nuestros amigos. Pero si soy sincero, había una persona en particular que no me podía sacar de la cabeza: Remus.

Era algo que no le había confesado a nadie, ni siquiera a James, pero desde hacía tiempo, cada regreso al campamento se volvía un poco más especial para mí. Tal vez era algo en la calma que Remus siempre traía consigo, en su forma de entender las cosas, o en esas pocas sonrisas que me lanzaba cuando pensaba que yo no lo veía.

A medida que nos acercábamos a la barrera mágica del campamento, James no dejaba de hablar sobre lo bien que estaría ver a Lily, Mary y a todos los demás, y yo asentía, ocultando mi entusiasmo. Sentía mi corazón latir con fuerza, como si fuera un niño esperando ver a un amigo después de años.

—Apuesto a que Remus está enterrado en algún libro, como siempre —comentó James con una sonrisa pícara. Sabía exactamente por qué lo decía.

—Probablemente, y por eso no quiero perder más tiempo —le respondí, acelerando un poco el paso mientras cruzábamos la barrera. El alivio de sentir la protección del campamento nos envolvió al instante, y una oleada de seguridad y tranquilidad me invadió.

Saludamos brevemente a algunos campistas que reconocimos, intercambiando sonrisas y asentimientos mientras avanzábamos. Todo en el campamento parecía igual que siempre: el bullicio de voces en la distancia, el eco de espadas chocando en el campo de entrenamiento, y el familiar aroma a pinos y humo de fogata.

Nos dirigimos sin dudarlo hacia la cabaña de Atenea. Era casi una tradición que nuestra primera parada fuera allí, donde casi siempre encontrábamos a Remus. La cabaña de Atenea era su refugio, su espacio en el campamento. Me preparé mentalmente para verlo, para bromear con él por estar tan absorto en algún libro de estrategia como si no hubiera pasado el tiempo.

Al llegar, entramos a la cabaña y nos dirigimos a la habitación de Lily y Remus, casualmente la cabaña estaba demasiado vacía, cosa que me pareció muy extraño, al ver a James vi que también tenia el ceño fruncido, una vez frente a la puerta de Remus, di unos suaves golpes a la madera y esperé. No hubo respuesta. Fruncí el ceño y empujé la puerta, esperando encontrarlo inmerso en su mundo de siempre. Pero lo que encontramos fue una cabaña vacía. Sin rastro de Remus, ni de sus pilas de libros, ni de ese caos ordenado que siempre dejaba a su alrededor.

James y yo intercambiamos una mirada de desconcierto.

—¿No es raro? —murmuré, sintiendo una inquietud que no podía explicar.

—Sí, seguro que está en el campo de entrenamiento o en la biblioteca —dijo James, aunque noté un atisbo de preocupación en su expresión. Remus nunca faltaba cuando llegábamos; casi parecía que siempre sabía el momento exacto en el que cruzábamos la barrera.

Con un mal presentimiento, nos dirigimos hacia el campo de entrenamiento, donde la mayoría de los campistas practicaban a esta hora. Al llegar, noté que algunos rostros se volvían hacia nosotros, con miradas serias y susurros que se apagaban en cuanto pasábamos.pero ni un solo rastro de Remus.

James y yo recorrimos el campamento de punta a punta, buscando encontrarnos con Remus. A cada paso, sentía como la inquietud crecía en mi pecho. Algo no estaba bien. Cada campista con el que nos cruzábamos nos lanzaba miradas extrañas, unos entre curiosos y otros como si no supieran qué decirnos. Nos devolvían asentimientos incómodos, y algunos incluso se apartaban antes de que tuviéramos oportunidad de preguntarles nada.

James, al igual que yo, estaba claramente cada vez más preocupado. Remus nunca nos había dejado de recibir; siempre estaba ahí cuando llegábamos. Al cabo de unos minutos sin respuestas y con la tensión creciendo, ambos tuvimos la misma idea: Peter. Él había llegado la semana anterior, y si alguien tenía idea de lo que estaba ocurriendo en el campamento, sería él.

Sin perder más tiempo, nos dirigimos directamente a la cabaña de Dionisio. Al llegar, James tocó la puerta, y escuchamos pasos al otro lado. Después de un segundo, la puerta se abrió y Peter apareció, con una expresión de sorpresa al vernos.

—¡Chicos! No sabía que ya estaban aquí —dijo, aunque parecía algo incómodo. Nos miró un instante, como si estuviera pensando en cómo empezar.

—¿Dónde está Remus? —pregunté directamente, sin rodeos. No tenía paciencia para otro silencio incómodo.

Peter vaciló, mirándonos a ambos con una mezcla de preocupación y nerviosismo.

—Remus, Mary y Lily salieron del campanero hace un mes y nadie ha sabido de ellos desde hace un tiempo.

Peter nos miraba con esa mezcla de nerviosismo y culpa que siempre lo acompañaba cuando tenía que decirnos algo importante. Pude notar cómo sus manos jugaban con el borde de la sábana, sus dedos enredándose en un intento de desahogar la tensión que traía encima. Me senté en una de las camas frente a él, mientras James permanecía de pie, su expresión endurecida mientras esperaba que continuara.

Peter respiró hondo y prosiguió:

—Llegué al campamento hace una semana, esperando verlos a todos. Supuse que Remus, Lily y Mary estarían aquí, pero al ver que sus habitaciones en sus cabañas estaban vacías… bueno, me empecé a preocupar. Nadie me decía nada al principio, solo me miraban como si… como si no supieran qué decir. —Hizo una pausa, su mirada perdiéndose un momento en el suelo—. Finalmente, alguien me contó que habían salido en una misión.



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En el texto hay: wolfstar, harry potter fanfic, percy jackson au

Editado: 06.11.2024

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