La Luna de Emily

Huyamos

Emm

Hoy cumplo doce años. La única razón por la que me alegra mi cumpleaños es porque no puedo esperar para cumplir dieciocho e irme de esta maldita granja. La rutina es la misma, vamos a la escuela por la mañana, y luego de eso, debemos volver y trabajar en la granja. Todo tiene que estar listo y terminado de la manera correcta o Stevens nos azotará. Prácticamente somos sus esclavos.

Mary, no nos lastima físicamente, pero tampoco nos defiende. Ella también le tiene miedo.

Una vez Steven encontró una de sus camisa mal lavada, se enfureció tanto y golpeó a Mary hasta tirarla al suelo. Su justificación fue que Mary lo merecía porque él deseaba ponerse la camisa ese día, y por ella ya no lo haría. Siempre es así de violento, no le gusta que hagamos nada, creo, ni que respiremos. Tenemos prohibido todo, ver televisión, escuchar música, salir, tener amigos. Otra vez James fue azotado porque un compañero de su clase de matemáticas llegó a casa para pedirle tutorías. Las matemáticas se le dan bien. James tuvo que decirle al chico que no podía, pero a Steven no le importó. Igual lo azotó.

Mi hermno siempre cuida de mí, dice que saldremos de acá, que encontrará la manera, mientras yo siempre curo sus heridas. Voy saliendo al recreo en la secundaria y veo a James sentado en una de las mesas del jardín. Tiene un cup cake con una velita, me siento frente a él y lo veo sonriente.

— Pide un deseo, cumpleañera.

Cierro los ojos y pido mi deseo. El deseo que he pedido desde que cumplí nueve; poder irme de esa granja. Soplo con todas mis fuerzas, la velita se apaga y James y yo compartimos el cup cake. Al terminar la escuela regresamos a casa, a la rutina de siempre. La comida está servida pero solo hay dos platos hoy, a Steven no se le ve por ningún lado y Mary está llorando en su habitación con la cara amoratada. Por nosotros mejor, así podemos disfrutar de nuestra comida en paz.

—  ¿Por qué crees que le haya pegado esta vez?

Le preguntó a James algo curiosa.

— No sé, pero lo que si se es que no está de buen humor. Deberíamos terminar nuestros platos rápido, y ponernos a trabajar antes que siga con nosotros.

¡Tiene razón! Así que nos terminamos nuestras comidas, James lo hace primero, sube y se cambia con ropa del trabajo y sale. No sin antes decirme; "apresúrate". Yo termino mi plato, subo a mi habitación, y comienzo a desvestirme, cuando estoy en ropa interior la puerta se abre y Steven se queda parado viéndome sin parpadear. Yo tomo una toalla que tengo cerca y me cubro con ella.

— No, no lo hagas

Me dice pero yo no le obedezco.

— ¡Quítate la maldita toalla!

Grita, yo estoy demasiado asustada como para reaccionar, él cierra la puerta y camina hacia mí, arrebatándome la toalla. Comienzo a llorar. Ya lo había visto espiarme en la ducha o cuando me vestía, pero nunca se había atrevido a entrar, hasta hoy.

Se sienta en la cama y me pone enfrente de él.

— Mira, ya te están apareciendo los senos

Me dice mientras me quita el formador.

— Steven sal por favor, tengo miedo.

Digo entre sollozos.

— Sshhh calla, no tienes nada de que temer, ya estás grande, se que te va a gustar. Es mi regalo de cumpleaños para ti, ahora que te estás convirtiendo en mujer.

— No por favor.

Intento gritar, pero él tapa mi boca.

Con su brazo me rodea, inmovilizándome y tapando mi boca a la vez, estoy de espalda hacia él. Siento como con su mano libre desabrocha sus pantalones. Se los quita ayudándose con los pies, y me tira a la cama. Siento como con fuerza entra en mí y me hace mucho daño, el dolor es insoportable.

Lo hace una y otra vez, una y otra vez, cada vez más fuerte, cada vez lastimándome más. Quiero que pare, pero no para, quiero gritar, pero no puedo.

Fue un tiempo largo, tan largo que creí que se detendría hasta que yo muriera.

Hasta que por fin se cansa.

Se levanta me mira y con su horrible voz exclama;

— Deja de lloriquear, se que lo disfrutaste.

Luego de vestirse agrega señalando con su largo dedo hacia mi cama

— Lava esa sábana, mira el desastre que has hecho.

Abre la puerta y justo frente a ella Mary se encontraba parada afuera.

Ella lo sabía, sabía lo que estaba pasando y no hizo nada para detenerlo.

Él la toma de la mano y camina con ella hacia su habitación.

Me encantaría decir que eso no volvió a pasar, pero siguió pasando.

A James lo enviaban a hacer cosas de la granja y Mary me decía que me necesitaba para algo.

Siempre era para que Stevens lo hiciera de nuevo.

— ¿Por qué Mary? ¿Por qué lo dejas que me haga esto?

Le pregunté un día mientras ella me amarraba a la cama de su habitación.

— Porque no me gusta contradecirlo, además después de hacerlo contigo, me coge como si no hubiera un mañana.

— Eso es enfermo.

— Ya lo entenderás cuando seas más grande niña tonta.

Pero la verdad no, nunca lo entendí. Nunca supe porque me pasaba eso y nunca me atreví a decir algo por miedo. Steven decía que si se lo contaba a alguien mataría a James. Ni siquiera él podía saberlo. Hasta un día de febrero, yo tenía ya quince años, estaba en la cocina lavando los platos del desayuno cuando Steven entró, y sin decir nada; me agarró del brazo y me tiró en la mesa del comedor, bajó mi pantalón y empezó hacerlo otra vez. Para ese entonces sabía que era inútil llorar, solo me quedaba inmóvil esperando que el terminara y se fuera. Escuché la puerta trasera de la cocina abrirse, y luego cerrase, al cabo de unos instantes volvió a abrirse, Steven estaba demasiado concentrado para darse cuenta. Lo siguiente que vi fue un hacha incrustada en el cráneo de Steven, y sentí su sangre caliente caer sobre mi pecho y cara. El cuerpo de Steven calló al suelo, inmediatamente me levanté de la mesa y vi a James parado frente a mí con los ojos brillantes de furia.



#4816 en Novela romántica
#1925 en Otros
#337 en Acción

En el texto hay: accion, amor, explotacion sexual

Editado: 25.10.2023

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.