Me encontraba ya en el primer piso, observando la puerta principal con entusiasmo. A pesar de haber pasado más tiempo del que esperaba investigando en la oficina, aún no era muy tarde para dirigirme a casa de Kasey.
Con la maleta cargada en mi espalda y una sonrisa de oreja a oreja, abrí la puerta, totalmente listo para iniciar el plan que tanto habíamos esperado llevar a cabo.
Al poner un pie fuera de la casa, me detuve abruptamente. —¿Debería avisarle a Bella que voy a salir? — pensé, girando la cabeza hacia la puerta de su cuarto, que estaba justo en frente de las escaleras.
—¡VUELVO LUEGO!- grité con todas mis fuerzas, esperando que Bella me escuchara.
Al no recibir respuesta, consideré subir y decírselo en persona, pero temía que esto desencadenara una discusión sin motivo alguno, lo que llevaría a perder aún más tiempo. No quería arriesgarme a una posible confrontación con ella, así que confié en que me había escuchado e inmediatamente salí a la calle, cerrando la puerta detrás de mí.
Después de un rato caminando, mi teléfono empezó a sonar. Al ver la llamada entrante, crucé los dedos para que fueran mis padres. Con cautela saqué el celular del bolsillo y, al confirmar que era Kasey quien llamaba, contuve mi decepción y respondí de inmediato para no hacerla esperar.
—¿Hola? ¿Hola? ¿Hola?— pregunté en un tono cómico
—¿ya vienes? ¿ya vienes? ¿ya vienes?— respondió de vuelta
—acabo de salir de casa
—bien, y supongo que traes todo
—Una manta vieja, una linterna, una...
—Traes la manta, todo bien- interrumpió como de costumbre
Continuamos conversando durante un rato mientras avanzaba directo hacia su calle, y en cierto momento, la impaciencia de Kasey se dejó ver claramente. No paraba de insistir en que le contara de antemano lo que le había escrito en el mensaje la otra noche.
—Noah, algo mínimo, por favor— suplicaba intentando convencerme.
—Solo tienes que esperar una hora para-
—¡AYUDA!— exclamó una chica cuya voz provenía de un callejón a un lado del parque
—Noah, ¿está todo bien?
Un escalofrío me invadió de inmediato, mientras mi mente se llenaba de temores y solo podía imaginar las peores situaciones.
—Kasey, pasó algo...
Colgué el teléfono sin pronunciar una palabra más y me lancé por la calle sin apartar la mirada del estrecho callejón. Detuve abruptamente el tráfico, desencadenando una cacofonía de gritos e insultos de los conductores, pero en mi mente solo resonaba un pensamiento constante: "¡corre más rápido!"
Al adentrarme apresuradamente en el callejón, presencié una escena desgarradora. Roger y Erik se burlaban mientras Daniel permanecía herido e inconsciente en el suelo, abrazando con fuerza a Luna, quien lucía igualmente afectada.
En el otro extremo del callejón, Natasha mantenía a Alex bajo control y trataba de meter su cabeza en un charco formado por el agua que caía de los contenedores de basura.
En el otro extremo del callejón, al surgir ante su vista, los tres interrumpieron sus fechorías y se acercaron hacia mí con paso pausado. Mis pies, guiados por un instinto repentino, retrocedieron levemente sin pensarlo.
—¿Qué tal, ojos raros? Te veo más asustado que ayer— comentó Roger mientras recogía un viejo bate de béisbol entre la basura.
Los amigos se aproximaban rápidamente hacia mí, y yo casi había salido completamente del callejón. Mi instinto me instaba a huir a toda prisa, pero no podía abandonarlos indefensos en el suelo.
—Escucha, esto es lo que va a suceder. Nos entregarás ese collar y nos iremos sin lastimarlos... más— Natasha declaró, extendiendo la mano hacia mí con una sonrisa desafiante.
Erik se unió con tono amenazante.
—Y si no cooperas, te lo quitaremos después de dejarte en peor estado que tu amigo.
—¡Noah, corre!— exclamó Alex desde el suelo con la energía que le quedaba.
Pero antes de que pudiera hacer algo, Natasha interrumpió con furia —¡Cállate! — gritó mientras giraba bruscamente hacia Alex.
Miré hacia Roger y enseguida noté algo. Los tres estaban fingiendo, cual leones acechando a su presa. Lo único que me salvaba de recibir una paliza era el collar que tanto ansiaban quitarme.
Intentaban mostrarse intimidantes para asustarme, y por un instante lo consiguieron. Sin embargo, lo que los delató fue la aparición del individuo que, sin lugar a dudas, había tramado todo esto.
Roger, con su postura firme y rostro confiado, no logró ocultar el miedo en sus ojos cuando miro en mi cuello a aquello que lo hizo caer y llorar el día anterior.
El temor desapareció tan rápido como llegó, y una sonrisa se dibujó en mi rostro. Con cuidado, me quité el collar y lo acerqué a Natasha en señal de rendición.
Sin embargo, antes de que pudiera tomarlo, cerré mi puño y apunté el collar hacia los tres, quienes retrocedieron unos pasos al instante.
—si lo quieren, lo van a tener que tomar—dije con un tono desafiante- pero les advierto que antes de que eso pase uno de ustedes quedará ciego, permanente- amenace agregando más seriedad a mis palabras
—B-baja eso niño—murmuró Roger con voz temblorosa, como si sus palabras fueran frágiles cristales.
—¿Vas a echarte a llorar de nuevo? —bromeé, viendo cómo el rubor de la vergüenza invadía el rostro de Roger al instante.
—¡Cállate! —exclamó Roger con tono suplicante.
—Por favor Roger, vámonos—dijo Erik igual de asustado que los otos dos.
Los roles cambiaron, y los tres retrocedieron lentamente mientras yo me acercaba. Después de un breve instante, se lanzaron corriendo asustados hacia el final del callejón y viraron a la izquierda para salir de este.
Necesité unos momentos para asegurarme de que se habían ido realmente. Cuando lo confirmé, corrí hacia donde estaba Daniel, me arrodillé a su lado y comencé a darle suaves golpecitos en la mejilla para despertarlo, pero seguía inconsciente.