Después de un rato flotando en la oscuridad infinita, un fuerte estruendo resonó seguido de un temblor que sacudió todo mi ser. Con dolor, empecé a abrir los ojos lentamente y al recobrar la conciencia noté que ya no estaba en la luna. En su lugar, me encontraba tumbado junto a una pared áspera y afilada.
—¿Una pesadilla?— murmuré mientras me frotaba los ojos.
—Me temo que no... estabas inconsciente— respondió alguien frente a mí, cuya voz reconocí al instante a pesar del ruido que nos rodeaba.
—¿Kasey..? ¿Qué ocurrió?— pregunté, aún confundido al recordar que estábamos en medio de la montaña hace unos momentos.
—Tu collar... empezó a flotar junto contigo, luego una luz salió disparada de la roca y simplemente caíste al suelo desmayado— relató con un tono de incredulidad.
—Yo... Tuve un sueño, o algo así... ¿Dónde están todos?
—En la entrada...
El sitio estaba tan oscuro que apenas podía distinguir mis manos frente a mí. La única fuente de luz era un destello intermitente que surgía cada pocos segundos desde una esquina, reflejándose en las paredes rocosas hasta alcanzar mis ojos.
Gracias a ese resplandor, logré vislumbrar antiguos picos y cascos de minería, lo que me permitió deducir de inmediato que estábamos dentro de la mina abandonada.
—Es raro pensar que de no ser por Bella hubieras probablemente muerto por un impacto de meteorito— comentó para luego sentarse sobre la grava del suelo hacia mi lado.
—¿¡Bella!?— dije en voz alta sorprendido por escuchar su nombre.
—Si... han pasado muchas cosas en las últimas horas— dijo con tristeza en sus palabras.
—¿Horas? No, solo fueron unos pocos minutos— refute incrédulo ante sus palabras.
—...tenemos que hablar
Después de eso, una luz tenue apareció en la esquina, irradiando un brillo que iluminó el rostro de Kasey. Sus mejillas estaban empapadas en un lago de lágrimas, cada gota resplandecía bajo la luz como diminutos cristales quebrados. Me contuve de hacer preguntas obvias y permanecí en silencio, respetando el espacio que Kasey necesitaba para reunir el valor de relatar lo que había sucedido durante el tiempo que estuve inconciente.
Kasey comenzó su relato desde el momento en que todos llegaron a la oscura mina, y me vieron caer al suelo luego de haber levitado sobre este, abatido por el desmayo. Describió cómo Daniel, al presenciar mi colapso, se lanzó hacia adelante, su instinto de socorro más rápido que su razón. Pero justo en ese instante, Bella emergió de la penumbra del sendero, su figura delineada por la luz, y con una voz firme y autoritaria, les ordenó a todos que se mantuvieran bajo techo.
Posteriormente, se lanzó hacia mí a toda velocidad, con la determinación chispeando en sus ojos, mientras pequeños meteoritos descendían cerca, dejando detrás un rastro de fuego, humo y cenizas. En un movimiento ágil y decidido, me levantó y me cargó en su espalda, como si no pesara nada, y emprendió una carrera frenética hacia la mina. Al llegar, se adentró un poco en la penumbra junto con los demás, el eco de sus pasos resonando en las paredes, y me recostó con cuidado contra la roca fría y áspera en la que ahora me encontraba.
Después de esto, Bella se inclinó sobre mí, sus ojos escudriñando mi rostro de inquietud, asegurándose de que no tuviera heridas. Al confirmar que estaba ileso, solicitó a los demás que se turnaran para vigilarme mientras recuperaba la conciencia. Así, ella tendría la oportunidad de hacer algunas llamadas urgentes, posiblemente intentando establecer contacto con mis padres en medio del caos.
Alex se ofreció de inmediato para ser la primera en vigilarme, y los demás asintieron con aprobación antes de seguir a Bella. Se acercaron cautelosamente a la entrada de la mina, con la esperanza de captar suficiente señal que les permitiera descubrir alguna ruta de escape o enterarse de los planes de evacuación del gobierno.
A medida que se aproximaban, sus dispositivos comenzaron a parpadear con vida, recibiendo suficiente internet para conectarse a las redes sociales. Fue entonces cuando la gravedad de la situación se hizo evidente: el mundo entero estaba sumido en un caos absoluto. Las ciudades, una tras otra, colapsaron bajo el peso del pánico y la desesperación.
Mientras tanto, las potencias mundiales, en una carrera contra el tiempo, estaban trazando un plan desesperado para lanzar un ataque nuclear masivo contra el colosal fragmento de luna que se acercaba imponente a la Tierra, amenazando con destruir todo a su paso.
La colisión de la mitad de la luna estaba destinada a ocurrir en cinco horas tras la explosión inicial. La humanidad depositaba su esperanza en el poder devastador de las bombas nucleares, esperando que estas lograran desintegrar la mayor parte de la colosal roca.
El objetivo era claro: minimizar al máximo el daño y reducir las pérdidas humanas. La atmósfera estaba cargada de tensión y expectativa, mientras el destino de la Tierra pendía de un hilo, con cada tic del reloj resonando como un recordatorio del inminente desafío que la humanidad enfrentaba.
Estaba sin palabras y aterrorizado, quería creer que todo estaba resuelto, pero solo sería enmascarar la realidad. Las lágrimas de Kasey y su voz llena de dolor mientras contaba todo me decían que el plan del que hablaba no salió como lo planeado. Kasey tomó un suspiro antes de continuar hablando, y lo que dijo me heló la sangre.
—El plan no solo fracasó en destruir esa roca, sino que ahora es altamente radiactiva. Eso ocurrió hace tres horas.
—...¡Tiene que haber algo que podamos hacer! ¡Esto no tiene ningún sentido!— exclamé, temblando de miedo y desesperación.
—Si no morimos por el impacto, lo haremos por la radiación. No tenemos otra opción más que esperar el final. Es lo mejor... —añadió con un dolor palpable, resignándose a aceptar nuestro destino con una tristeza desgarradora.
Aunque Kasey tenía algo de razón, una parte de mí se negaba a rendirse.