La Luna Perdida

Un Lugar Bonito

El reloj de mi mesa de noche marca las cuatro de la madrugada, apenas y he podido conciliar el sueño luego de todos los acontecimientos de la noche anterior. La conversación con Gian retumba en mi cabeza, pronto deberé tomar una decisión con cabeza fria por el bien mio y por el de Emily, aunque no puedo sacarla de mi cabeza y no sé porque, pero parece que todo lo que pasa últimamente me lleva a ella. O quizás solo sea yo quien busca las situaciones para estar siempre cerca. Decido levantarne de la cama y darme una ducha un poco larga, dejo que el agua me calme y me ayude a despejar mis pensamientos. Después de un rato salgo y decido ponerme algo casual, unos jeans azules, una camisa manga larga negra, zapatillas negras y al salir me coloco mi gabardina azul marino. Bajo hacia el estacionamiento y subo a mi auto, lo enciendo y lo guio hacia la calle que todavía se encuentra a oscuras. No tengo un lugar exacto a donde ir, solo me invadió esa sensación de salir sin rumbo. Me dejo guiar por esa sensación manejando sin sentido, sumido en mis pensamientos cuando estoy frente al edificio de grupo MCC. Miro hacia la gran puerta y no entiendo porque vine hasta acá tan temprano, pero recuerdo que en mi escritorio dejé un expediente importante que podria leer mientras tomo el desayuno en alguna cafeteria para comenzar a trabajar en el cuando se llegue la hora laboral. Ya que he venido hasta aquí.

Bajo del auto subiendo las gradas hasta llegar a la puerta donde los guardias que quedaron de turno me saludan no tan sorprendidos porque ya he venido por la madrugada otras veces. Les devuelvo el saludo. El primer piso que es el administrativo está en total silencio, subo por el elevador y el segundo piso está igual que el primero excepto por unos leves sonidos y una luz que proviene del taller de modas. Camino despacio totalmente extrañado, me acerco con cuidado a la puerta y ahí está ella. Como dije antes, últimamente todo me trae hasta ella.

Emily está inclinada detrás del maniquí tratando de insertar algo, la miro curioso y me agrada ver que decidió ponerse ropa abrigada, el clima es muy frío estos días. Viste unos jeans azules, casi negros con una camisa blanca manga larga cuello en v que termina en un par de botones, botines cafés con un pequeño tacón, tiene su cabello enrollado con un lapiz a punto de caer así que lleva mechones sueltos por todos lados. Es simplemente hermosa. Hace un movimiento para erguirse completamente y se asusta al verme parado en la puerta.

— ¡Dios santo Sergio vas a matarme de un susto!

Camino hacia ella.

— ¿Te quedaste toda la noche?

Ella hace una mueca que parece decir algo como “ no empieces“.

— Ya solo faltaban unos detalles y no sé no puedo dejar nada incompleto.

Ella alza sus hombros y continúa.

— ¿Gina y Samuel te abandonaron aquí?

Ella se rie, pero me es extraño, ya que siempre están juntos.

— No, ellos estaban muy cansados, yo les dije que me quedaria un rato más después de la hora de salida, cuando me di cuenta ya era muy tarde para irme a casa, así que me quedé a terminar.

Al menos esta vez pensó con un poco de responsabilidad y no se le ocurrió irse sola tarde por la noche.

— Ya veo.

Rodeo la mesa para acercarme más hasta donde ella está, observado el maniquí con el espectacular vestido tan dorado brillante que refleja todo lo que se acerca.

— ¿Crisalidas de oro?

Ella pone los ojos en blanco como si estuviera cansada de la misma pregunta.

— ¿Como fue que se te ocurrió?

— Las miré en un documental de Nat Geo y me parecieron hermosas.

— Si, Nat Geo es muy educativo pero peligroso para ti al parecer.

— ¿Fue muy dificil replicarlas?

— Nada con lo que Gian no haya podido.

Ella se ríe un poco mientras observa su diseño y yo la observo a ella, porque aunque ese vestido sea un espectáculo, no se compara con ella. Nota que la observo y se pone incómoda, toma una pequeña pinza de la mesa y se inclina nuevamente a terminar en lo que estaba trabajando.

—¿ Y tu que haces aquí a esta hora?

— Desperté temprano y venia por un documento que necesito.

— Entonces no te atrases.

Dice ella sin prestar la menor atención aparente, concentrada en lo que está haciendo y yo entiendo la indirecta. Respondo con un “claro“ y salgo. Camino hacia las escaleras del tercer piso entro a mi oficina y tomo el expediente que necesitaba del escritorio, salgo nuevamente, camino de regreso por el pasillo pero antes de bajar la observo desde la oscuridad del tecer piso y las palabras de Gina resuenan en mi mente, después de la sensación que me ha traído hasta aquí sin razón aparente. Y entonces decido no pensar tanto y dejarme llevar por esa sensación. Bajo las escaleras y entro nuevamente al taller completamente decidido, rodeo la larga mesa mientras ella me observa con el ceño fruncido, yo tomo su cintura pegandola a mi con la suficiente fuerza y rapidez que no le da tiempo de protestar y la beso sin importar nada. Tarda unos segundos en salir de su sorpresa, siento sus labios seguir los mios y por un momento, un pequeño momento parece que todo tiene sentido en mi vida. Me despego de su boca porqué sé en lo que terminaremos si continuamos y aunque hacerle el amor en la mesa es algo tentador, no son los planes que imaginé para ella mientras la miraba desde arriba.

Me observa con su mirada curiosa, confusa y brillante pero antes de que comience a preguntar yo tomo su mano y camino con ella hacia la puerta del taller donde con la otra mano libre ella toma sus cosas del perchero.

Mientras vamos en el auto me di cuenta de varias cosas; el silencio es agradable aún con ella a mi lado, su curiosidad por el conocer el mundo sigue ahí, no quitaba su vista de la ventana al pasar por partes de New York, que estoy seguro que no había pasado antes y que me encanta mirarla cuando está distraída, como ahora mientras observa el cielo que la luz va iluminado cada segundo a la vez.




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