Capítulo 13: ¿Me Arrepiento De Haberlo Hecho O No? II
«Susan»
Cuando hacemos algo sin meditar las consecuencias que traerá nuestra acción nos sentimos bien, lo malo es que al acabar nos damos cuanta de la estupidez que hemos cometido, pero ya no podemos hacer nada para remediarlo, y es exactamente así como me siento yo. Aún no me creo que tenga una faceta así de descarada.
En realidad estoy algo confundida. No me siento para nada arrepentida por lo que he hecho, pero se acaba de desatar en mí una guerra interna. Sé que lo que he hecho está mal porque estoy comprometida y de paso estoy en la casa que comparto con 'él' en la habitación donde hemos tenido tantos encuentros llenos de pasión.
¡Soy una completa descarada, y no hay nadie que pueda negarme eso!
No sé siquiera como voy a salir sin que el note la vergüenza que tengo y así llegue a la conclusión de que estoy consciente de que me estaba espiando desde el marco del vestidor hace cinco minutos. Pero tengo que salir de aquí con la cabeza en alto y recordando que esto no puede volver a ocurrir ni nada parecido.
Atravieso la puerta para volver a la habitación y lo encuentro de pie observando la foto que tengo con mi pareja e la mesita de noche de la derecha.
—¿Es él tu prometido? —pregunta sin voltearse siquiera para comprobar que estoy detrás de él.
—Sí —me limito a afirmar.
—¿Es mayor que nosotros, no? —continúa indagando.
—Por dos años solamente —respondo a su pregunta y a la vez me siento en el borde de la cama— Al parecer tienes un muy buen oído.
—Gracias —se voltea a verme con una gran sonrisa producto al alago— ¿Puedo preguntar a qué se debe?
—Fui la mejor del grupo de guardaespaldas con los qué entrené, y en lo que más destaqué fue en que era extremadamente silenciosa, pero tu has notado mi presencia rápidamente.
—He de admitir que escuchar tus pasos es casi imposible, pero no del todo. Así que felicidades por ser tan sigilosa señorita Alecott.
—¿Podría saber como sabes mi apellido si ni siquiera los profesores se dirigen así?
—Bueno, te comentaré que soy el Jefe de la Guardia Real del Palacio Principal del Reino Ángel.
—¡Que título tan largo! —ambos nos reímos ante mi comentario.
—En definitiva tengo contactos —expresó con aires de grandeza mirando el juego de los dedos de su mano izquierda.
—¿Es en serio? —fruncí el ceño al no poder creérmelo.
—Por supuesto que sí —afirmó— La mejor amiga de una conocida es la princesa de este reino y me lo dijo, así que por supuesto que utilicé mis contactos.
No pude evitar reír ante su respuesta. En verdad que a este chico se le ocurren tales cosas que pueden hacer reír a la persona más seria del mundo.
—Tu no debiste ser militar, creo que te quedaba más ser humorista.
—¿Me está diciendo que le parezco gracioso señoria Alecott? —se mostró ofendido.
—Sí, eres muy gracioso y muy lindo.
Maldita sea la hora en la que se me ha ocurrido soltar tal cosa. Yo juraría que desde pequeñas tanto a Vicky como a mí nos habían enseñado que debíamos pensar y analizar cada cosa que decíamos para no dar a conocer por ejemplo cierta información que hasta dicho momento fuera confidencial y nadie debiera saber. Pero después de tanto tiempo cumpliendo tal cosa se me viene a escapar este comentario ante la persona que menos lo debía saber.
—¿Me considera lindo señorita Alecott? —se inclinó posicionando su cara a centímetros de la mía haciendo que compartamos hasta el aire que respiramos.
Sus ojos observaron durante unos segundos mis labios para luego mirarme fijamente a los ojos.
—Sí señor Reysonh.¿Acaso nadie se lo ha dicho alguna vez? —respondo con coquetería, y entonces también maldigo la hora en la que se me ha ocurrido hablar sin pensar, pero ya está hecho y no me molestaré en remediarlo porque no me apetece, solo quiero seguir jugando este juego tan peligroso así que continuaré.
—Tal vez en algún momento alguien me lo ha dicho, pero nadie lo ha hecho sonar así de 'lindo' señorita Alecott.
—Entonces espero que recuerde muy bien esta fecha.
—Créame señorita que olvido antes mi fecha de cumpleaños que esta —confesó. Maldita sea Ares, sino acabas este juego solo harás que continúe, y creo que este jueguito es lo suficientemente peligroso como para desde yá saber que en nada bueno acabará.
—¿No estará jugando usted con mis sentimientos señor Reysonh? —elevé una ceja— Y para que lo vaya sabiendo, quien me daña las paga caro, y ese 'caro' lo dejaré a su imaginación.
—Por supuesto que no señorita. Su fiel súbdito jamás haría algo así.
—¿Súbdito? —inquirí al oír tan extraña respuesta.
—Señorita, le informaré que me gusta investigar, y me alegraría que no actuara como si su familia no tuviera una enorme influencia en este reino, por no decir una de las más importantes.
No negaré que me ha sorprendido lo que ha dicho, ya que esa información no todos la saben, solo los de más arriba, por eso no suelo decir mi apellido, para que no me relacionen. Soy alguien a la que le gusta pasar desapercibida. Me gusta que los otros sientan que soy igual que ellos.
—Es muy atento usted señor Reysonh —acerqué mi rostro aún más al suyo.
—No sabe cuanto señorita Alecott —sonrío de manera sensual— Un simple ejemplo de ello es el hecho de que involuntariamente a cruzado las piernas.
Y no se equivocaba al decirlo, tenía toda la razón, acababa de cruzar las piernas.
—¿Impresionanda? —acercó su boca a la mía.
A tan solo unos milímetros de que se unieran nuestros labios, mi móvil empezó a sonar, y no fue solo el que sonara el hecho que me separara de el rápidamente, sino la melodía que sonó, una inconfundible: el tono de llamada de Joseph.
—Cariño —respondo torpemente y algo sofocada por la incómoda situación.
—¿Va todo bien? Siento como si te faltara el aire.
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Editado: 10.09.2025