La luna sobre nosotros

VIII.- Arruinarse

Luego de lo acontecido hace poco más de un mes atrás, perdí todo tipo de contacto con Kylie y Ariadna. Aun así, como ella prometió, y como pude corroborar tras ir al cementerio, efectivamente mí madre estaba enterrada o al menos eso probaba la lapida que tenia inscrita la siguiente frase:

"Aquí yacen los restos de quien lloró toda su vida, a causa del sufrimiento y de cosas innombrables. Aquí descansa Mikoto Shin, quien a pesar de todo, en sus últimos instantes prefirió regalarnos una sonrisa" ... (1908-1974)

A modo de disculpa, o para demostrar mi arrepentimiento y remordimiento, cada domingo le dejaba una flor de "cardo", en representación de lo que fue su historia de vida.

En las mañanas, tras largas noches, iba al mar a lavarme la cara y con cuidado de que nadie me viera, a veces, tambien me bañaba. La salinidad del agua estába secando y resquebrajando mi piel y sobre todo mi demacrado rostro; de esto me percaté cuando me miré frente al vidrio del viejo edificio de la escuela, en el cual me vi reflejado y  logré darme  cuenta de mi asquerosa apariencia y de que por fin tenía barba, desprolija y salteada, pero barba, al fin y al cabo.

Solía recorrer el pueblo por las noches, a fin de evitar cruzarme con ellas, ya que sentía vergüenza de mí mismo, o quizá porque no sabría que decirles. No sé porque, pero ya no sentía pasión alguna por nada ni nadie, lo supe cuando estuve frente a la escuela, donde ningún recuerdo ni nostalgia de algún tipo me invadió. Adriana o Kylie, como sea que deba llamarla, no era la misma. Creo que todo ese tiempo solo persistí en la negación de aquello, porque no encontraba alguna razón para existir más que un ridículo amor.

Y así es como caminaba por las calles y plazas de Falktown, sin saber, o sin poseer una razón para existir. Algo que experimente en aquel tiempo fue la ruina, pero mas que la ruina económica que es solo una posible consecuencia de la verdadera ruina; lo que sufría en alma propia era la ruina espiritual, la cual es la madre de todas las ruinas. Eso es lo que era, un ser ruin. Un tipo arruinado.

Vivía de las ciruelas, frutillas y una que otra fruta que recogía de los huertos de algunos vecinos. Hubo veces que tuve suerte y a pesar de mi falta de destreza, pude cazar y comer algunas liebres, fue culpa de mi orgullo que por no querer pedir comida terminé ingiriendo esa preciosa carne quemada. Aquello fue todo un desperdicio.

El agua hubiera sido un problema, sino fuera por la vieja bomba de agua manual que estaba instalada en el patio trasero , la cual era una de las pocas cosas que aun funcionaban en la casa. Cuando tenia que hacer fuego, era todo un problema, dado que en las noches heladas, un poco de humo llamaba la atención de los vecinos quienes se acercaban a ver que pasaba. Como mi vida era primordialmente nocturna, pocas eran las personas que me veían. Fue entonces que una madrugada, cerca de la hora del amanecer, mientras aun regaba con mis lagrimas la tumba de mi madre, me dispuse a caminar entre los muertos y fue allí que encontré mi propia tumba junto a la de Adriana. Las lapidas no daban mas detalles que mi propio nombre y el de ella, además de las fechas de nacimiento y defunción.

Aquellas frías placas de piedra despertaron mi conciencia, que estaba arruinada por la falta de comunicación, y de sentimientos que sufría durante esos días.

"Estoy muerto" pensé.

"Es hora de hacer una nueva vida" concluí.

Un cementerio dio origen aquellas nuevas ganas de vivir que comencé a experimentar desde aquel instante. Fue la ironía mas grande de mi vida.

"Ya no soy yo, y Adriana ya no es ella. Ahora tengo la oportunidad de volver a empezar, inclusive esa extraña marca que tenia en el ojo desapareció ¿Puedo volver a empezar? Si, puedo". Reflexioné con decisión.

Volví a la casa para dormir, acostumbraba a dormir de día y vivir de noche. Cuando estaba llegando pude ver que alguien se iba corriendo del lugar, me hice el desentendido y me fui a dar otra vuelta por ahí y luego volví, no quería que nadie supiera que aquella era mi morada.

Entonces, en la entrada, justo en el centro del camino que llevaba a el hueco donde se supone hubo alguna vez una puerta, había una caja decorada con papel de regalo.

Me pareció extraño, me resulto un tanto incoherente con la realidad que vivía en ese momento. "¿Un regalo? ¿Para mí?" pensé.

Levanté la caja que pesaba un poco a pesar de su mediano tamaño y entonces una especia de tarjeta de papel recortado de manera desprolija, cayó al suelo. Lo levanté y lo leí, solamente tenia escrito un nombre.

"Will A. Dankworth"

En ese momento pensé que lo más probable era que todo fuera una broma de mal gusto, incluso quizá dentro podría haber una bomba, no lo sabía. Pero la curiosidad me supero y una vez que estuve sobre mi cama de trapos, abrí el susodicho paquete.

Adentro había un par de fotos y un papel repleto de palabras. Mire las fotos, todas en blanco y negro y con olor a humedad. Atrás tenían escrito con lapicera negra, la fecha y los nombres de quienes estaban en la foto. En la primera había varios jóvenes, pude reconocer a Will y a sus amigos, quienes siempre lo ayudaban en sus artimañas, aquellas que ejecutaban contra mí. En el fondo, casi de manera borrosa, había otro. Era yo. Di vuelta la fotografía y en su reverso esta ponía:

"Will, Jonathan y Eden al fondo un chico de nombre raro. 1944"

La siguiente fotografía era de un partido de futbol. Will estaba tirando a portería y yo era quien detenía el balón. Recordaba ese partido, fue en el que pude lucirme ante Adriana.

Pase así varias capturas, hasta que finalmente llegue a una que me llamo sumamente la atención, en ella había una persona, con vendas en su cuerpo y rostro. No lograba ver quien era. Al lado de la camilla había una mesita de luz gris, con un velador y flores, margaritas que ha juzgar por el tono del gris, podrían ser violáceas. Gire la fotografía y en su contracara, tenía escrita las siguientes palabras:




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