La Luna y el amuleto

La Luna y el amuleto:

Sucedió una vez que la ninfa encargada de proteger a la Luna, quiso entregarle a una joven princesa un amuleto mágico. La princesa se sintió profundamente agradecida y no tardó en hacer uso de las propiedades de ese obsequio.

Sin embargo, el Sol, no tardó en enterarse de la osadía que había tenido la ninfa. La estrella no dudó en convertirse en un hombre y descender a la Tierra, dejando mientras tanto a su hermano Centauro como el encargado de calentar e iluminar el planeta.

El hombre Sol llegó al pueblo que gobernaba la madre de la princesa. Se dio cuenta de que todos los paisanos no dejaban de mirarlo. El varón Sol, llevaba puesta ropa imperial. Las personas entonces pensaban que se trataba de una deidad. Todos lo trataban con muchísimo respeto. Le entregaron todo tipo de metales preciosos, joyas, frutas...

El Sol no se andaba con rodeos, así que les ordenaba que le dejaran paso, que venía a salvar al mundo. Aceptó la mayoría de elementos que le entregaron. El Sol iba a aprovecharlas.

Llegó finalmente al palacio.

-¿Quién es usted?-preguntó un guardia.

-Soy una deidad, y debo visitar, no a la reina, sino a la princesa de este lugar.

Dejándose hipnotizar por las apariencias del Sol al igual que los paisanos, permitió su entrada. Habiéndose encontrado el Sol con la princesa, sucedió algo inesperado. La princesa y él, quedaron profundamente enamorados. El Sol entonces, decide dejar a la princesa con el amuleto en posesión, pues le iba a ofrecer el oro que le habían regalado los paisanos a cambio de él, pero enamorado, se dejó de negocios.

Pasaban los días y la ninfa de la Luna no dejaba de notar cosas extrañas. Arastea entonces se hizo consciente de que el Sol que veía no era el de siempre y que el Sol humano no había aparecido ni para regañarla. Arastea llegó a comunicarse con la Luna para preguntarle por el astro, pues ella podía ver con mayor claridad el espacio y el universo.

-No sé nada, guardiana. Hace mucho tiempo que no aparece por los cielos, de hecho aun sigue estando su hermano calentando e iluminando a los seres humanos.

El Sol humano tampoco daba rastro desde hacía demasiado.

La ninfa entonces, fue durante el día siguiente en busca del hombre Sol. Se dirigió sin dudar al palacio de la princesa a la que le había entregado el amuleto. Como diosa profundamente hermosa que era, todo el mundo la miraba. Sin duda, la dejaron entrar al palacio. Gozó así del mismo privilegio que el Sol.

Allí se encontró con lo inesperado: la princesa a la que le había confiado el amuleto ahora se iba a comprometer con el mismísimo astro, eso era algo que la puso profundamente celosa y angustiada. Aprovechó el trascendental papel del astro:

-Hermoso Sol, vengo en nombre de la Luna. Ella sabe secretos sobre su hermano. Centauro no puede quedarse con su puesto, así que le ruego que vuelva a calentar el cielo y a los humanos.

Sin embargo, el hombre Sol se acercó a la ninfa y le comentó algo inesperado:

-Pues que gobierne esta Tierra él. Al final del día, a mí a ti nos va quebrantar las normas...

Arastea entonces supo que el compromiso ni siquiera era por poder, sino por amor.

-¿De verás prefieres gobernar un reino humano antes que todos unos grandes planetas?- preguntó aun más perpleja.

-Sí. Pues la princesa Catalina va a ser mi prometida y así lo deseo-comentó el Sol.

Arastea en seguida se extrañó.

-Es por el amuleto. ¿Verdad?- le dijo dirigiéndose a la princesa.-¡Lo has encantado!

El Sol entonces se sintió desengañado.

-Es cierto-dijo el Sol mirando con desconfianza a Catalina.- Como no lo había pensado...

Pese a las defensas de la princesa, el Sol decidió creer a la diosa. Tras haberse ido la ninfa con un profundo dolor pero con una pequeña esperanza a su morada, la cual era el campo y la noche; el Sol abandonó a la princesa y la consideró una traidora.

Aquella noche, la princesa salió a hablar con la Luna, como hacía en momentos difíciles.

-Oh Luna, ¿qué puedo hacer?- le preguntó llorando. -Le juro que fue un flechazo real.

La Luna le explicó quienes eran la ninfa y el hombre que tanto le gustaba. Por su cercanía con la ninfa, esta le comenzó a contar lo que pasaba entre ellos dos. El astro blanco no se fiaba realmente de su guardiana. La conocía. De todos modos estaba más de parte de la ninfa.

-Lo que he estado viendo todo este tiempo, querida Catalina, es que entre ellos hay amor. Ahora el Sol ha vuelto a su lugar y la ninfa también. Pero ten cuidado Catalina, conozco a Arastea y es capaz de cualquier cosa.

Al día siguiente, la princesa decidió comunicarse con el Sol. Sin embargo, sucedió que la ninfa estaba alerta a los movimientos de Catalina. En cuanto Catalina sacó de su manga el amuleto lunar, esta se acercó a ella desde atrás, la cogió de su mano y se la enseñó al Sol. Así quedo claro como la princesa pretendía usar el artilugio para encantar al Sol.

El escepticismo del Sol se disipó al no tener ya que dudar. La Luna, que estaba presente a pesar de ser de día, creyó esta vez a la ninfa. Sin embargo, divisó como la ninfa quiso asesinar entonces a la princesa con el visto bueno dado por parte del Sol, no sin muchas dudas en su interior.

Para poder salvarla, la Luna rápidamente transformó a la princesa en un montón de flores. El amuleto entonces, se quedó abandonado a su suerte en la Tierra. Finalmente, el Sol y la ninfa se quedaron libres para poder amarse y comprometerse.

Al cabo de un tiempo, las flores se convirtieron de nuevo en la joven que había sido con anterioridad. Sin embargo, ya era tarde. Ni la familia ni el reino de la princesa existían cuando esta se despertó. En la pobreza, pero en deuda con los astros, la joven se unió a una secta de extraños gnósticos y comenzó a ganarse la vida como sacerdotisa. Un siglo antes, ninfa y Sol se habían casado y de ellos habían nacido ocho estrellas y un ángel.



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En el texto hay: princesa, astros, fantasia de amor

Editado: 12.05.2023

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