La luz de la venganza

6.- Mojados

Aurora

–¿Cómo se imaginan en cinco años?– pregunto la profesora terminando de apuntar en la pizarra lo que acababa de preguntar.

Algunos de mis compañeros levantaban las manos diciendo cómo se imaginaban, algunos decían que podrían estar casados y con hijos, otros que estarían viajando por el mundo, otros que apenas estarían terminando su carrera universitaria y otros que probablemente en el trabajo de sus sueños.

Todos tenían planes para cuándo saliéramos del instituto y yo ni siquiera se que seguir estudiando.

Quizás pueda meterme en un convento de monjas para no volver a salir al mundo exterior nunca más. Así nadie me vería o notaría mi pobre existencia.

Nadie tendría que estar con una persona gris, como yo.

–¿Usted señorita Aurora?¿Cómo se imagina en cinco años?– toda la clase volteo a verme.

¿Vivir debajo de un puente cuenta como respuesta?

Las miradas atentas sobre mi me causaban nerviosismo, nunca me había gustado la atención o tal vez ya me había acostumbrado a no tenerla. Y cuando este tipo de cosas pasaban se me hacía completamente incómodo.

–Prefiero no responder– negué– porque tal vez hoy cuando salga del instituto me arrolle un tráiler o me caiga un rayo del cielo que termine por matarme.

Algunos se rieron ante mi respuesta, la maestra solo frunció el entrecejo mientras callaba a los que murmullaban y se reían.

–¿No tiene un plan de vida?– ladeó la cabeza entrecerrando los ojos.

–¿Para que tenerlo?– me encogi de hombros– por lo que escuche de mis compañeros todos lo tienen, pero los que dijeron que iban a estar viajando al final quizás no puedan por falta de dinero, los que dijeron que iban a tener una familia quizás no puedan siquiera encontrar a la persona correcta, los que estaban por terminar la carrera universitaria quizás ni siquiera aprobaron su examen de admisión y los que estaban en sus trabajos deseados quizás estén desempleados. Así que prefiero no tener un plan de vida porque al final no se puede cumplir, los sueños solo se hicieron para romperse.

El salon se quedó en completo silencio, Violeta tenía la mirada perdida en la mesa con las manos juntas, los demás también se habían puesto pensativos con mi respuesta.

Y es que por mucho que luchemos contra la vida, nuestro destino ya escrito, tarde o temprano las cosas sucederán y no podremos hacer nada para evitarlo.

Cuando la maestra estaba a punto de volver a hablar la campanilla resonó por toda la escuela y eso para los alumnos era que su tormento durante la clase se había terminado.

–Pueden retirarse chicos– dijo la maestra apoyándose de la mesa, seguía asimilando mis palabras– nos vemos en la próxima clase.

Todos comenzaron a recoger sus cosas, los que habían estado dormidos durante la clase se comenzaban a despertar preguntando en que día del año estaban y los cerebritos eran los primeros en salir para no llegar tarde a sus siguientes clases mientras que los demás se quedaban platicando con sus amigos.

Volteé a ver a Violeta quien seguía con la mirada perdida.

–¿Que te pasa, Violeta?– la tomé del hombro y eso pareció regresarla al plano terrenal donde existimos.

–Nada– negó terminando de recoger su libreta y ponerla en su mochila– tengo que ir a la biblioteca, luego te veo.

Esa fue la manera en que se despidió de mi, cuando salió del salón me dio una pequeña sonrisa que no supe cómo expresar.

Pase la mochila por mi hombro y justo cuando me iba a ir del salón sentí como una mano se posaba sobre mi hombro jalandome.

Salimos del salón corriendo como si acabaramos de cometer algún delito, cuando mire la cabellera obscura supe que se trataba de Luca.

Empujamos a varias personas y otras simplemente se hacían para un lado y evitar ser tumbadas por Luca, sentí que mis piernas ya no daban para más cuando nos detuvimos a mitad del campo de fútbol.

Apoye mis manos sobre mis rodillas para así poder tomar aire, eso de la actividad física nunca se me había dado.

–¿Estás loco?– tome todo el aire que mis pulmones me pedían– casi se me sale un pulmón de lo mucho que corrimos.

Luca estaba más calmado que yo, no se veía nada agitado o con el rostro rojo por el esfuerzo que había hecho al correr, así como yo.

–Un poco loco si estoy– asintió– por eso fui por ti, para cometer una locura juntos– alzo la cejas con una sonrisa en el rostro.

–¿Que locura?– enarque una ceja.

–Cinco, cuatro, tres, dos, uno...– contó con los ojos cerrados.

Cuando estuve a punto de preguntar la razón por la que contaba mi respuesta fue respondida al momento en que llegó al cero.

Los rociadores del campo de fútbol se encendieron comenzando a mojar no solo al pasto, sino a Luca y también a mi.

–¡Joder, Luca!– trate de cubrirme del agua–¿Estás loco? Nos llevarán a detención.

–Ya te dije que si estoy un poco loco– asintió girando sobre sus zapatos con los brazos abiertos– y el castigo lo olvidarás con el tiempo, pero este momento nunca. Así que deja la amargura por un lado y diviértete.

Llegó hasta mi lado en tan solo dos zancadas, sus manos pasaron a mi cintura, algo dentro de mi tuvo miedo recordando al monstruo pero luego fue olvidado cuando Luca me elevó entre sus brazos solo para acercarme a un rociador y que me mojara aún más de lo que ya lo estaba.

Nuestras risas se combinaban, algunas veces yo lo empujaba a él a un rociador y otras veces era él quien me cargaba y me llevaba hasta uno cercano, jugamos a las atrapadas y para mí fue muy difícil tener que alcanzarlo cuando corría.

–¡Eso es injusto, Luca!– grite al mismo tiempo que una carcajada brotaba de mis labios– tienes piernas más largas y puedes correr más rápido que yo.

–No es mi culpa que seas tan pequeña– se encogió de hombros con una sonrisa en el rostro.

Su cabello estaba tan mojado que se le pegaba a la frente, su playera azul marino se le pegaba al cuerpo y los jeans le quedaban demasiado ajustados pareciendo momjeans.



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En el texto hay: mafia, trianglo amoroso, amor

Editado: 23.08.2024

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