La luz de la venganza

10.- Preguntas

Aurora

Los rayos de sol invadían mi habitación con su luz, cada rincón era iluminado ya que las cortinas de la ventana habían sido recorridas.

Sentí como una de las orillas de la cama se hundió un poco, unas delicadas manos quitaban algunos mechones de mi rostro para después plantar un cálido beso sobre mi coronilla.

–Cariño, despierta o sino llegarás tarde al instituto– la dulce voz de Eleanor fue como musica para mis oídos ya que era lo primero que me daba los buenos días.

–Cinco minutos más– me cubrí con las mantas todo el cuerpo para evitar que algún rayo de sol me diera en los ojos e interrumpiera mi sueño.

Porque después de tanto tiempo, había dejado de tener aquella pesadilla de todas las noches.

–Vamos, la mia ragazza pigra– en ese momento me enamoré de su acento italiano.

–¿Me traduces, por favor?– escuché como ella soltó una pequeña risa.

–Tu padre y yo tendremos que enseñarte de nuevo el italiano, anda levántate– removió mi cuerpo un poco.

Hasta que sentí como fue deslizando sus manos por debajo de la manta, mis nervios y miedos se pusieron alertas pensando que me haría daño y los recuerdos del monstruo volvieron a mi mente, pero cuando sus manos llegaron hasta mi estómago fue que descubrí que solo me haría cosquillas.

Estúpida, ella nunca te haría daño.

En aquella cama comenzó una guerra trivial por ver quién ganaba, mi cuerpo al igual que el de ella se retorcían en la cama por las cosquillas que nos hacíamos la una a la otra. Nuestras risas resonaban por toda la habitación y un brillo se instaló en sus ojos, un brillo que ayer ella no había tenido.

Algunas lágrimas bajaban por nuestras mejillas por todas nuestras carcajadas y llegó un punto donde mi estómago dolía por tantas risas, hasta que las dos nos detuvimos y nos dejamos caer sobre el colchón.

–Esto me recuerda a cuando eras una niña y no querías ir al jardín de niños– se volvió a sentar en la orilla de la cama.

–¿Tienes alguna foto de cuando yo era pequeña?– asintió.

Su mano sobre mi mejilla hizo que me quedara paralizada, no supe cómo actuar ante aquel acto, nunca antes me habían acariciando con tanto cariño y visto con unos ojos llenos de amor de una madre.

Sin duda todo esto era nuevo para mí.

–Tengo más de cinco álbumes llenos de fotos tuyas con tu padre, Leonardo y yo– una media sonrisa apareció en la comisura de sus labios– y quiero llenar mil álbumes más.

–Ayer conocí a Leonardo, me cayó bien.

–No sabes lo emocionado que se puso cuando se enteró que la pequeña loquace regresaría a nuestro lado.

–¿Me puedes enseñar aquellos álbumes cuando regrese del instituto?– ladee la cabeza.

–Si, cariño. Pero ahora cambiate o se te hará tarde, y si preguntas por la ropa, alguien te mando toda tu ropa– me giño un ojo.

Ya tenía una pequeña idea sobre quién me pudo haber mandado mi ropa.

–Stefano y yo te estaremos esperando en el comedor para desayunar juntos– me dejó un beso en la mejilla antes de salir de mi habitación.

Cuando su cuerpo salió de mi campo de visión sentí un gran miedo, aquel miedo que hace trece años había sentido donde tu cuerpo se paraliza y sientes que no puedes respirar porque te hace falta algo, o aquella sensación de cuando has perdido algo a lo que realmente le tenías un aprecio especial.

Me levanté de la cama, corrí hasta la puerta donde la abrí un poco para poder ver cómo Eleanor caminaba por el pasillo, tal vez sintió mi mirada sobre ella o escucho el sonido de la puerta abrirse pero giro sobre sus zapatos haciendo que sus ojos conectarán con los míos.

Los nervios hicieron que entrara nuevamente en la habitación y cerrar la puerta recargandome sobre ella mientras el corazón me latía a mil por hora.

–Ella no te volverá a dejar sola– me repetí una y otra vez hasta convencerme de que nunca más estaría sola.

Nunca más me volverían a comparar con alguien más y solo festejarian los logros que tendría.

Cuando sentí que mi corazón se había tranquilizado un poco me despegue de la puerta para caminar hasta el baño y darme una ducha.

Al salir tomé del clóset unos jeans flojos color crema, un top blanco y tenis del mismo color. Llevaba una coleta alta con algunos mechones sueltos, una pulsera que compartía con Violeta y un collar que combinaría.

Ya estaba lista para ir al comedor donde Eleanor y Stefano me estarían esperando, solo me queda una pregunta...

¿En qué parte de esta mansión está el comedor?

Eso lo arreglaría mientras camino por los pasillos y si me encuentro con alguien le preguntaré, o sino simplemente usaré mi instinto para llegar, aunque creo que me terminaré perdiendo aún más ya que ese instinto solo sirve cuando quiere o cuando tengo suerte que es casi nunca.

Al salir de la habitación me lleve el susto de la vida, frente a la puerta de la habitación, recargado sobre una pared, con el cabello desordenado y una paleta entre sus labios se encontraba un pelirrojo.

–¿Que hace frente a mi habitación?– me quedé pegada a la puerta con una cara que demostraba todo mi miedo.

Sus ojos se elevaron hasta encontrarse con los míos, unos ojos verdes que demostraban frialdad pero si los llegabas a observar bien te podían dar tranquilidad, su cabello pelirrojo y desordenado le caía por la frente, unas pocas pecas esparcidas por sus mejillas, mandíbula marcada y un cachete más grande que el otro por la paleta que llevaba entre sus labios.

–Me dedico a cuidar de la hija del jefe ya sea dentro o fuera de la mansión– su ronca voz resonó por todo el pasillo– sigame, la llevaré hasta el comedor.

–¿Entonces eres mi guardaespaldas?– el asintió, giro sobre sus zapatos para comenzar a caminar mientras yo lo seguía por detrás– ¿Me podrías decir tu nombre?

–Sebastián.

–¿Te dio la orden Stefano de cuidarme?– no respondió, solo siguió en silencio– ¿O fue Eleanor? No necesito de un guardaespaldas, no creo que nadie quisiera hacerme daño, soy solo un ser más en este mundo, además de que llevo trece años sin protección de alguien y mírame, estoy completa– él no hizo un solo movimiento– ¿No te gusta hablar? Joder, parece que estoy hablando con la pared– murmuré por lo bajo.



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En el texto hay: mafia, trianglo amoroso, amor

Editado: 23.08.2024

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