Aurora
–¡Elsa no muere al final!– solté una carcajada viendo el rostro de confusión de Stefano mientras en la televisión se reproducia la película de Frozen.
–Por supuesto que sí– insistió– se termina congelando.
–De seguro estás confundido– Eleanor se puso de mi parte– Stefano, hace años que no miras películas animadas.
–Vi cientos de veces está película cuando tú eras pequeña, y recuerdo perfectamente la parte donde Elsa muere.
Habíamos querido ver una película de Disney para pasar el rato mientras comíamos algunas golosinas. Aunque a mitad de la película donde Elsa construye su palabra de hielo Stefano se puso a decir que ella moría porque su corazón se congelaba.
–Mejor veamos la película y al final veremos quién tiene la razón– propuso Eleanor tomando el tazón de palomitas entre sus brazos.
–Te apuesto diez dólares a qué Elsa muere– Stefano dejo los diez dólares sobre la mesa con una sonrisa victoriosa.
–Vale– saque de mis jeans mis diez dólares dejándolos sobre los de él.
Estuvimos viendo lo que quedaba de la película con atención, la sonrisa de victoria nunca abandono el rostro de Stefano durante todo el tiempo que estuvimos frente al televisor.
Eleanor pasaba de las palomitas a la pizza que estaba sobre uno de los sillones, ella desde el principio de la película se había adueñado de esa pizza y de algunas otras golosinas. Según ella porque a nosotros nos harían daño y a ella no.
Mientras que yo miraba con atención aquella película que tantas veces había visto con Violeta cuando éramos niñas, era nuestra favorita.
En ocasiones jugábamos a qué ella era Ana y yo era Elsa, incluso una vez los padres de ella nos compraron unas pelucas, claramente para los padres de Violeta fue todo un error ya que esas pelucas no nos las quitabamos ni para dormir. Estuvimos con ellas casi un mes.
–Gane– tome los veinte dólares de la mesa cuando al final de la película Ana y Elsa salen patinando.
–Loquace, eres una tramposa– gruño cruzando los brazos.
–Infantiles– Eleanor soltó una pequeña risa.
Los dos se pusieron en pie estirando cada una de sus articulaciones, soltaban pequeños quejidos y al final sus manos se entrelazaron.
–Hay que ir a dormir– comento Eleanor– porque mañana tienes que ir al instituto.
Me puse en pie al igual que ellos, solo que yo no me estire o solté algún quejido.
–Descansa princesa– dijo Stefano dejando un casto beso sobre mi coronilla antes de comenzar a subir los escalones para el segundo piso.
–Descansen– sonreí a medias mientras veía como los dos se iban perdiendo de mi campo de visión conforme subían los escalones.
Cuando llegue hasta mi habitación me puse una pijama para después tumbarme sobre el colchón.
Estuve varios minutos dando vueltas por toda la cama, pero en ningún momento pude conciliar el sueño.
Quizás no fue una buena idea tomar un café antes de ver la película con Stefano y Eleanor.
Entre a mis redes sociales, estuve viendo videos e incluso me force a dormir un poco, al final solo pude dormir como máximo dos horas.
Eran las cinco de la mañana cuando se me ocurrió hacer el desayuno para los tres.
Baje por los escalones con todo el silencio del mundo tratando de no despertar a nadie. Quiero que esté desayuno sea sorpresa para Stefano y Eleanor.
Busque entre los cajones de la cocina y lo que encontré fue harina de hot cakes, tome algunos huevos y leche para comenzar a batirlos en un tazón que saque de un gabinete.
Puse a calentar una sartén en donde haría los hot cakes, también trataría de hacer un jugo de naranja al igual que un poco de fruta picada.
–¿Se cayó de la cama o porque está despierta tan temprano?– la voz de Sebastián hizo que diera un pequeño respingo en mi lugar.
Cuando gire sobre mis zapatos me encontré una imagen muy diferente de Sebastián a la que comúnmente veía diariamente.
Traía puestos unos pantalones de pijama con el diseño de unas nubes, su playera era holgada y en medio tenía un sol con lentes, en sus sandalias traía una pequeña imagen de una luna dormida. Sin duda estaba como para una foto para nunca olvidar el momento.
–No puedo dormir– me encogi de hombros, ahogue la risa que quería soltar– ¿Y tú por qué estás despierto?
–Vine por un vaso con agua– se sentó en uno de los taburetes.
–Si te esperas un poco puedes ser el primero en probar mis hot cakes– volví con la mirada en la sartén para voltearlo– ¿Que dices?
No hubo respuesta, en la cocina no había más sonido que el del fuego, gire sobre mis zapatos para ver cómo el chico que siempre tenía cara de amargado y carácter de mierda estaba dormido sobre una de sus manos, de su garganta brotaban pequeño ronquidos y solo le faltaba que se chupara el dedo para parecer un niño pequeño.
Pase la siguiente hora haciendo hot cakes para todo aquel que quisiera uno, pique algo de fruta y en vez de jugo hice un café para los tres.
Desperté a Sebastián antes de que todos lo vieran creando un mar en la mesa por toda la baba que caía de su boca cuando estaba dormido.
Cuando las cocineras me vieron me hicieron todo un interrogatorio de porque había cocinado si para eso ellas estaban, pero solo les dije que me habían dado ganas de cocinar para darle una sorpresa a Eleanor y Stefano. Al igual que les ofrecía algunos panqueques.
En el tiempo que las sirvientas acomodaban la mesa yo subí hasta mi habitación para darme una ducha y cambiarme de ropa para después irme al instituto.
Cuando baje al comedor los dos ya me estaban esperando. Me senté en la silla frente a Eleanor mientras que Stefano estaba en la cabecera.
–¿Es verdad que cocinaste el desayuno?– preguntó Stefano con una media sonrisa en el rostro.
–Queria hacerles algo especial– me encogi de hombros.
Espere a que ellos dieran el primero bocado para ver sus reacciones, cuando la comida estuvo en su boca y no hicieron una sola mueca pensé que lo había hecho mal, así que con todo el miedo del mundo me atreví a preguntar: