Aurora
En la vida del ser humano existen varias cosas que son injustas, porque en el mundo mueren más personas buenas que malas y eso solo nos demuestra que la vida es una verdadera mierda.
Cada día se volvía una verdadera tortura, las miradas de lástima no faltaban en el instituto porque el rumor ya se había esparcido como la pólvora, las lágrimas no podían faltar ni tampoco la gran necesidad de volverla a ver.
Un solo segundo sin ella se convertían en siglos, aún seguía teniendo la poca esperanza de que ella entrara por la puerta de mi habitación con aquella sonrisa en el rostro y diciéndome que ha vuelto y nunca más se volverá a ir.
Todo esto se sentía como una pesadilla de dónde no podía despertar por mucho que lo intentará.
–Bonita, debes de comer algo o sino te enfermeras– Luca iba acercando una cuchara con algo de sopa a mis labios aunque me negué.
–Si me enfermo puede que la vuelva a ver– mis ojos se comenzaron a enrojecer.
–Ella no quisiera verte asi.
Todos me repetían las mismas frases: ella no quisiera verte así, ella ya está en un lugar mejor, dejala descansar.
Pero ninguno de ellos comprendía mi dolor porque ellos no sabían lo que era vivir sin su ausencia, sin sus risas y ocurrencias. Escuchar cada uno de sus chismes y la manera en que se quejaba por todas las clases y tareas que habíamos tenido que hacer en un solo día.
–¿Y si ella lo que quiere es que me vaya para volver a estar a su lado?
–Yo no te dejaría ir por nada del mundo, te lo prometo– acaricio mi mejilla dejando sobre el buró la bandeja con la comida.
–Tu no sabes cumplir tus promesas.
–¿Por qué lo dices?
–¿No volverías hasta dentro de seis años?
–¿Cómo te dejaría sola en el momento en el que más me podrías necesitar? No me perdonaría nunca haberte dejado y que otro aprovechará el momento para abrazarte.
Fue entonces que dejó todo de lado, hizo que su cuerpo apretara al mío en un fuerte abrazo que me fortaleció el alma.
Es de aquellos abrazos que te demuestran que a pesar de todo lo malo, siempre existe algo bueno por lo que seguir.
Con aquel abrazo me demostraba que estaba bien estar por los suelos hasta el punto donde el simple hecho de parpadear hace que te duela el alma.
A veces lo únicos que necesitas es el abrazo de la persona correcta para volver a sentir fuerzas en todo tu cuerpo y soltar todo aquello que te estaba atormentando el alma.
Un solo abrazo podía salvar la vida de alguien más.
–Fue mi culpa, si tan solo yo hubiera sabido de su enfermedad pude haberla ayudado y quizás ahora ella estaría viva. Pero fui una egoísta al dejarla sola cuando más me necesitaba, solo puse atención en mis problemas sin pensar que ella también podría tener los suyos– solloce pasando mis brazos alrededor de su cuello.
–Mi bonita, deja de pensar que eres una nube negra cuando en realidad eres la luna más bella que muy pocos pueden llegar a ver y esa fortuna de poder verte a mi ya me tocó. Porque joder Aurora desde que te encontré mejórate mi vida.
–Es que tú me ves con ojos de amor, pero para el resto del mundo no soy así– negué varias veces.
–Entonces que estúpido es el mundo por no verte como yo te veo.
Una de sus manos comenzó a acariciar mi corta cabellera mientras sus labios me dejaban un corto beso en la coronilla.
Su camisa hacia el trabajo de limpiar cada lágrima que descendía por mis mejillas.
–El hecho de que supieras sobre su enfermedad no podría cambiar nada– susurro en mi oído– pero hiciste que sus momentos en esta vida fueran mucho mejores. ¿Crees que hubieran sido los mismos si ella te hubiera dicho lo que padecía?
Quizás no, porque me la hubiera pasado todo el tiempo preocupada por ella, viendo que se alimentará bien y estando detrás de ella como una niña pequeña y que no se hiciera ningún rasguño. Estaría cada mañana suplicándole al cielo porque ese día no fuera el último que pasará con ella.
–No, pero...– me interrumpió.
–Ella lo hizo para que no tuvieras una preocupación extra, y se que te duele porque ella para ti era más que una amiga, era tu hermana, tu otra familia, pero te darás cuenta de que el tiempo sanará cada herida que Violeta te dejo en el alma– dejo que su barbilla descansará en mi cabeza con delicadeza– siempre tendrás aquellos momentos que viviste con ella, pero con el paso del tiempo su recuerdo no dolerá más.
–¿Y como le hago ahora?– mi voz se entrecorto y el nudo en mi garganta se hacía más grande con cada respiración que daba– en estos momentos solo quiero saltar de un acantilado para dejar de sentir este dolor. Ella era mi mundo entero, mi mejor amiga que con sus ocurrencias me hacía sonreír. No puedo.
–¿No puedes o no quieres?– se quedó en silencio por unos segundos– solo dale tiempo al tiempo y verás que todo irá mejor.
¿Cómo se podía seguir cuando un corazón estaba roto?
¿Cómo podía seguir un ser humano con su vida normal cuando una persona había dejado una gran huella en su corazón y nunca más podría volver a ver a aquella persona?
Ahogue mis sollozos en su pecho, las lágrimas caían una tras otra como una cascada, las manos me temblaban y cada respiración que daba me costaba más que la anterior.
–Mi bonita– Luca soltó un suspiro– como me duele verte así.
Nada me había dolido tanto como haber perdido a mi hermana de otros padres.
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Los siguientes dos meses fueron neutros, Luca se instaló por un tiempo en la mansión de Eleanor y Stefano, Sebastián seguía con su estado de amargado. Los padres de Violeta habían decidido irse a Pensilvania porque no podían seguir en Toronto y ver en cada lugar el recuerdo de su hija.
Eleanor y Stefano me habían convencido para ir a un psicólogo y poder superar la muerte de Violeta, al principio su idea no me pareció del todo bien, pero después de que casi me llevarán amarrada tuve que aceptar.