Aurora
«–Mira mami, saque diez en mi primer examen– Charlotte llegó corriendo hasta que Olivia la elevó entre sus brazos, después entro por la puerta Andrew– fui la número uno en mi salón.
–¡Muy bien cariño!– le lleno la cara de besos mientras Charlotte se reía por las cosquillas que ello le causaba– Aurora, deberías de aprender de Charlotte y ser tan buena como ella, así ya no te resignarias con ser el tercer lugar siempre.
¿Acaso nunca se daba cuánta que sus comparaciones me causaban daño? Que no les encontraba ningún sentido porque cada una aprendía a su ritmo.
–Pero mami, Aurora también es genial, ella fue quien me ayudó para obtener una mejor calificación– murmuró Charlotte entre los brazos de Olivia.
–Hija– Andrew se acercó a Olivia para tener ahora él a Charlotte entre sus brazos– Aurora nunca será como tú, ella siempre será menos y mucho más porque es una cualquiera.
Sus palabras eran como cuchillos afilados hacía el corazón, dando en el clavo porque sabía que con tan solo eso podía derrumbarme y terminar con todo.
Deje la libreta donde estaba haciendo una de mis tareas, tome el lapicero y subí hasta mi habitación, ya sabía cómo seguirían esas comparaciones. Al final yo terminaría llorando o recibiendo algún golpe por parte de Andrew.
Cerré la puerta detrás de mi y fue cuando deje escapar las lágrimas que tanto me había forzado por ocultar, dejando que cayeran una tras otra. Me senté en el frío suelo dejando de lado la libreta y juntar mis piernas a mi pecho.
Solo quería dejar de sentir todo el dolor que se albergaban en mi interior, ir con Violeta y que me hiciera sonreír con alguna de sus ocurrencias, que sus padres nos picaran fruta y juntas ver una película. Pero ella ahora estaba con su abuela y no podía llegar para arruinarle la tarde con mis problemas de siempre.
Unos pequeños toques se escucharon en el otro extremo de la puerta, por debajo se podía ver la sombra de alguien. Algo paso por debajo de la puerta, era una hoja blanca con un dibujo que solo haría una niña de menos de siete años.
Era el dibujo de dos niñas, una tenía el cabello negro y la otro de color amarillo, estaban tomadas de las manos mientras sonreían en un día soleado.
Tome la hoja entre las llemas de mis dedos pegándola a mi pecho y ahogando los sollozos para que Charlotte no escuchará mi llanto.
–Aurora– dijo mi nombre con delicadeza– para mí siempre serás la mejor así los demás digan lo contrario.
Me perdí de tantos momentos con ella por culpa de Olivia y Andrew, siempre quise vivir momentos de hermana pero nunca pude porque siempre terminaban apartandome de su lado.
Pude escuchar como sus pequeños pasos se iban alejando de mi habitación.
Siempre quise festejar con ella cada uno de sus logros, verla bailar ballet frente a todos demostrando que ese es su mayor don, felicitarla cuando sacaba buenas calificaciones. Pero Olivia y Andrew siempre tenían que arruinar los pequeños momentos que ella y yo teníamos con sus comparaciones o comentarios hirientes.»
El primer despertar en Toronto después de casi seis años fue como la última vez, donde no se lo que me deparará.
Porque fue en este mismo lugar donde alguna vez lo había perdido todo y a la vez ganado una fortuna. Porque fue en este lugar donde descubrí el amor y la amistad y también lo perdí aquí mismo.
Fue como aquellos préstamos donde tarde o temprano debes devolver y quedar nuevamente sin nada.
Las sirvientas me sirvieron el desayuno y fue extraño, porque las comidas en este lugar siempre fueron acompañadas por mis padres, pero ahora ellos estaban de vacaciones y yo al otro lado del mundo sin ellos.
Hoy tendría que tener más fortaleza que otros días, hoy sería como volver seis años en el pasado donde perdí una gran parte de mi corazón.
Y la verdad es que no se si estoy preparada para ello.
Entre en el despacho dejándome caer sobre uno de los sillones, dejando la mente en blanco y tratar de calmar mi corazón que palpitaba con más fuerza de lo normal.
–¿Me buscabas?– pregunto Steven entrando en mi despacho y quedar de pie frente a mi.
–Si, prepara a mis hombres para antes del atardecer, iremos al cementerio– aquellas palabras quemaban el alma.
–Estaran listos– asintió, giro sobre sus zapatos pero antes de que saliera le volví a hablar.
–¿Me puedes hacer un favor?
–¿Cuál?– se quedó en el umbral de la puerta.
–Busca las rosas amarillas más bonitas que puedas encontrar y tráeme un ramo– una media sonrisa apareció en la comisura de mis labios– a ella le encantaba ese color.
–Las conseguiré– salió del despacho cerrando la puerta detrás de él.
Aunque a pasado mucho tiempo aún puedo recordar cada cosa que le gustaba, también su cabello castaño y rizado que ella odiaba porque se le espojaba cuando eran tiempos de lluvia, sus ojos cafés casi verdes, su piel bronceada y aquella sonrisa que siempre iluminaba su rostro.
Aquella imagen nunca podré olvidarla de mi mente, su voz que te podía dar miedo cuando sonaba amenazante o que podía darte paz cuando era dulce.
Sin duda es el mejor ser humano que he conocido en toda mi vida.
Sebastián entro en el despacho, se puso en cuclillas cuando estuvo frente a mi para acunar mis manos entre las suyas, una de sus mejillas estaba más inflada que la otra y sus ojos me miraban con detenimiento.
–¿Irás al cementerio?– asentí– ¿Por qué no me lo habías dicho?
–Has estado distante conmigo desde ese día– aquel día donde me confesaste tu amor hacia a mi y yo no te pude corresponder.
–No importa cuan distante estemos, siempre podrás contar conmigo en cualquier momento– su mano acaricio mi mejilla con delicadeza.