Aurora
Cerré el portátil y deje que mi espalda cayera sobre el respaldo del sillón, había estado platicando con mis padres.
Se enteraron de aquella emboscada que me llegó en el primer momento que puse un pie aquí en Toronto, mi madre se puso paranoica preguntándome si estaba bien y lo preocupada que estaba. Mientras tanto mi padre trataba de tranquilizarla diciéndole que yo me sabía defender muy bien.
Al final terminaron por decirme que extenderían un poco más su viaje ya que querían ir a Egipto y visitar las pirámides, ya que mi madre desde pequeña siempre ha soñado con conocerlas.
Steven se sentó en el sillón frente a mi, sus brazos estaban cruzados y aquella mirada castaña estaba perdida en algún punto de la habitación.
–Por favor que no sean malas noticias– pedí en tono bajo.
–En realidad son buenas noticias– una media sonrisa apareció en su rostro y bajo la mirada– voy a ser papá.
–¿En serio?– una sonrisa apareció en mi rostro– me alegra, tu y Keila se lo merecen.
Steven llevaba casado más de dos años, conoció a su esposa Keila en un festival de música mientras los dos intentaban acercarse a un cantante. Su historia es de esas que lees en los libros y piensas que en la vida real nunca pueden pasar.
–¿Quieres ir con ella?– ladé la cabeza– puedes volver cuando quieras.
–Volvere cuando todo esto allá terminado.
Me estuvo platicando que Keila tenía dos meses de embarazo, aún no sabía el sexo del bebé pero pronto lo sabría, y mientras me contaba de lo feliz que era le tuve envidia.
Porque mañana se cumplirían seis años y Luca no volvería, nuestro amor se quedaría a medias y solo uno de los dos tendría su final feliz, él. Porque Luca mañana se casaba con aquella mujer llamada Samantha. Tendrían hijos, estarían juntos hasta que la muerte los separará y yo no formaría parte de su vida nunca más.
Solo sería aquel amargo recuerdo de un amor que tuvo miedo, un amor inseguro que solo transmitía intranquilidad por todas las grietas que llevaba dentro de mi.
Quise quedarme con él toda una vida, pero a veces simplemente los planes no se dan. Quisiera decir que en otro momento seguiremos pero ya no tenemos más tiempo, porque para mañana él para mí será un imposible.
No puedo ir e interrumpir su boda, solo me vería patética cuando me rechazara porque ya encontró a alguien más.
Pero me lo tengo merecido, porque yo misma lo aleje, nunca le pedí que me esperara a que estuviera mejor.
Nuestro amor se me escapó de las manos y no pude hacer nada. Porque las inseguridades siguen deteniendome. Siguen diciéndome en el oído que no vale la pena porque nadie quisiera estar conmigo para siempre.
Me recosté sobre la cama cubriendo mi cuerpo con las sábanas, pronto el sueño me llegó y con ello aquellas ilusiones se fueron reflejando en mi mente como imágenes de toda una vida que pude haber tenido junto a Luca si tan solo hubiera sido un poco más valiente.
___
El coche se detuvo en el estacionamiento, mi corazón palpitaba con mayor frecuencia, como si estuviera apunto de salir y correr en dirección contraria y detener lo que ahora me estaba matando.
Sentía como todo me asfixiaba causando que mi respiración fuera irregular, sentía aquella necesidad de correr hasta aquella capilla donde él se estaría casando e interrumpir la boda en el momento indicado y suplicarle porque no se casará.
Pero sabía perfectamente que no lo haría por mucho que lo quisiera.
–Vuelve en la noche– ordene a Steven.
Hoy no me importaba si alguien me estaba vigilando y querían matarme, hoy no quería que ninguno de mis hombres estuviera a mi alrededor cuidandome. Hoy solo quería estar yo sola.
Ya fuera para llorar, reír o simplemente comportarme como una loca por perder al amor de mi vida.
Baje del coche caminando hasta donde el sonido de las olas chocando contra la arena se escuchaba con más frecuencia. Mi vestido jugaba con la brisa fresca al igual que los mechones de cabello.
Mis pies estaban descalzos sintiendo la arena debajo de ellos, me senté en una de las colinas de arena y deje junto a mi los zapatos que traía puestos.
Mire al frente como algunas gaviotas y pelícanos pasaban de un lado a otro, algunas nubes cubrían el cielo y la risas no paraban de escucharse.
Estaba en el mismo lugar donde Luca y yo habíamos bailado, donde habíamos visto el atardecer y sin palabras nos dijimos nuestro primer te amo.
O al menos aquí yo sí se lo dije.
¿Cómo puede ser que una persona que ama a otra pueda vivir sin ella? Todavía no sabía la respuesta, pero con el paso de los años tendría que hacerme a la idea.
La playa fue quedando poco a poco desolada, el sol comenzaba a ocultarse y la marea comenzaba a subir conforme el cielo se iba obscureciendo.
No quise aceptar la realidad de que él no vendría hasta que vi como las estrellas vestían al obscuro cielo, la luna estaba en su punto más alto y la marea iba subiendo.
Me puse en pie dispuesta a irme, pero cuando eleve la mirada juro que casi me desmayaba, fue como si todo se hubiera puesto en cámara lenta y todo a nuestro alrededor se haya esfumado siendo solo nosotros dos.
Luca estaba de pie a unos metros de mi, sus ojos estaban sobre los míos, el viento jugaba con la camisa blanca que llevaba puesta al igual que con su cabello y los sorths color crema.
Y en aquellos pocos segundos que lo vi me di cuenta que seguía siendo aquel Luca que deje de ver hace seis años. Con su cabello desordenado cayendole sobre la frente, unos ojos verdes tan claros como el césped en primavera, aunque creo que había crecido un poco más.
Una pequeña sonrisa asomo la comisura de mis labios, no supe si correr a sus brazos y hundir mi rostro entre su cuello mientras él me hacía girar o esperar a que su esposa llegará a su lado y yo darme la vuelta para dejarlos ser felices.
Mis ojos se empezaron a llenar de lágrimas de felicidad porque al menos si había venido, ya fuera con su esposa o solo, pero él no había olvidado nuestra promesa, mi respiración se entre corto y cada parte de mi cuerpo tembló.