La luz de la venganza

29.- ¿Por qué tu no puedes amarme?

Aurora

El coche de Luca salió de mi vista cuando el portón cerro sus puertas, pero en mi interior ya no sentía que me faltaba algo o que estaba incompleta.

Me sentía bien, porque sabía que mañana volvería a verlo o sino podría mandarle algún mensaje y él al instante me respondería así como yo también lo haría.

Porque sabía que ahora él era mío así como yo soy de él. Porque ya tenía al amor de mi vida a mi lado y nadie podría separarme de él.

Entre en la mansión, me quedé recargada en la puerta y al mirar al pie de las escaleras me encontré con la mirada de Sebastián, estaba sentado en los últimos escalones con los ojos rojos y sus pupilas estaban dilatadas.

–¿Estás feliz viendo como mi corazón se rompe?– su voz salió en un hilo.

Pero no podía hacer nada para cambiarlo, no podía fingir que amaba a Sebastián cuando solo sentía amistad y nada más que eso. No podía sacrificar mi felicidad solo por él.

Porque ya era mi momento de tener mi final feliz.

Pero tan poco era justo que llorara y se le rompiera el corazón por mi culpa.

–No hagas esto más difícil Sebastián– negué varias veces quitando la mirada de la suya.

–¡Yo podría hacerte más feliz que ese idiota de Luca!– se puso en pie y apretó las manos volviendolas puños.

–Perdon por lo que te diré Sebastián, pero te equivocas, ¿cómo me podrías hacer feliz sino te amo?

Las lágrimas comenzaron a escapar de sus ojos mojando sus mejillas. No me gustaba verlo así.

Y menos porque estaba sufriendo por mi, estoy segura de que en algún momento olvidará esto que siente por mi y encontrará a alguien que lo pueda amar como él se merece. Pero esa persona nunca podré ser yo.

Camino dando zancadas largas hasta quedar frente a mi, el olor a alcohol inundo mis fosas nasales, su mano me tomo del menton haciendo que elevará el rostro para enfocar su rostro y ver una imagen que nunca había visto de él.

Porque Sebastián se estaba rompiendo frente a mis ojos y no podía hacer nada, no podía mentirle y decir que lo amaba, que me quedaría a su lado toda la vida y formaríamos una familia. Porque eso jamás pasaría.

–Te amo– dijo en un susurro apenas audible– ¿por qué tu no puedes amarme? ¿No soy suficiente para ti?

–No es eso– negué– es solo que...– me interrumpió.

–¡He estado contigo todos estos putos, malditos y jodidos años esperando a que me miraras de otra forma que no fuera como un maldito amigo!¡Esperando a que fueras tu quien me diera una mínima señal de sentir lo mismo que yo siento por ti!

–Yo siempre fui clara contigo Sebastián– un nudo se había creado en mi garganta.

–¡Mientes!– apoyo sus manos sobre la puerta encerrandome entre sus brazos– tus ojos siempre me decían otra cosa, me mirabas con amor, me demostrabas cariño e incluso te notaba mirarme cuando estaba distraído.

–Yo...– me volvió a interrumpir.

–Si tan solo ese gilipollas de Luca nunca hubiera vuelto– apretó los ojos– tu y yo...– no termino la frase.

Su espalda se fue encorvando, sus manos se aferraron a mis hombros comenzando a hacer presión, sus ojos se habían obscurecido y sus labios se fueron acercando hasta los míos.

Sentí como todo dentro de mi comenzo a temblar, mi respiración se entre corto y me paralice cuando sus labios cayeron sobre los míos.

Aquel beso fue diferente, porque en vez de sentir algo bonito, me invadió todo el miedo que alguna vez había sentido a los cinco años.

Trate de zafarme de su agarre pero él bajo sus manos hasta mi cintura siñiendo sus dedos en mi piel, mis manos estaban encerradas entre mi pecho y el suyo.

Patalee y suplique para mis adentros que Sebastián volviera a sus cinco sentidos, porque esto era más que alcohol, quizás había consumido alguna sustancia y por eso estaba así. Este no era el Sebastián amargado que conocía.

Sino uno más violento y que no le importaba si me estaba causando daño.

–Te haré mía y así te darás cuenta que a quien amas es a mi– murmuró en mi oído lo que solo me causo asco.

–No, Sebastián– suplique con las mejillas llenas de mis lágrimas– no me hagas esto.

Pero mis súplicas fueron en vano, hizo que mi espalda se pegará contra la puerta, me tomo de las muñecas con una sola mano haciendo que ya no tuviera movilidad.

Sus labios volvieron a los míos besandolos mientras yo le seguía suplicando porque me soltara, no podía volver a revivir lo que hace años me había sucedido.

Su mano libre comenzó a subir por debajo de mi vestido recorriendo mis muslos.

–¡Sebastián para!¡No quiero!

Parecía que sus oídos no escucharán. Ahogo mis sollozos aplastando sus labios con los míos, metiendo su lengua en mi boca.

Comenzó a desabotonar su pantalón y cuando estaba a punto de sacar su miembro alguien lo golpeo por detrás en la nuca haciendo que me soltara y llevará las manos hasta la zona afectada donde había recibido el golpe.

Me deje caer en el suelo, mi garganta ardía por los sollozos que brotaban.

–¡Sácalo de aquí!– ordenó Luca a uno de mis hombres mientras empujaba a Sebastián hasta que cayó al suelo cerca de la escalera.

Dos hombres se lo llevaron, uno de ellos le dio un puñetazo que lo hizo girar el rostro mientras la sangre comenzaba a correr por su labio roto.

–Mi bonita– Luca se arrodillo frente a mi acariciando mi mejilla– ¿Estás bien?

No, no estaba bien, porque otra vez el sentimiento de estar sucia en todo el cuerpo me invadió, quería bañarme y quitarme aquella sensación.

No podía decir una sola palabra, sentía que el aire me faltaba, mi pecho subía y bajaba. Me abalance hacia él, pasando mis brazos alrededor de su cuello y dejando que mi rostro se undiera en su hombro.

–Tenia mucho miedo– sorbi mi nariz.

–Mientras yo esté contigo, nadie podrá hacerte daño– me dejó un casto beso sobre mi coronilla.

Me elevó entre sus brazos, comenzó a subir al segundo piso, me pidió que le dijera por dónde estaba mi habitación y cuando llegamos me recosto sobre el colchón.



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En el texto hay: mafia, trianglo amoroso, amor

Editado: 23.08.2024

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